CURSO OUTONO 2017-18

Hola writers! Podemos poner nuestros textos de clase en comentarios. Ánimo.

33 comentarios:

  1. texto publicado por Ovidio (Robespierre).
    Ejercicio de clase usando las palabras mariposa y gafas.

    MARIPOSAS EN EL BARRIO

    Juraría que había visto una mariposa. Se quitó las gafas. Ya no estaba.
    Volvió a ponérselas. La mariposa revoloteaba en torno a la luz de la bombilla.
    Asombrado, salió a la calle. No había mariposas. Presuroso, entre perros, viejos decrépitos e inmigrantes de todas las razas recorrió las calles del barrio hasta la óptica más cercana.
    Allí, le examinaron las gafas. Luego con toda clase de pantallas y visores exploraron sus ojos. Todo estaba correcto. Aliviado, regresó a casa.
    Cuando entró en el cuarto, había dos mariposas.
    Una de ellas posó las hermosas alas irisadas en su hombro.
    Aunque sabía que ocurriría, suspiró cuando desaparecieron al quitarse las gafas.
    Al día siguiente, cuando volvió de la consulta del neurólogo- “Nada anormal” - el cuarto estaba lleno de mariposas.
    Tumbado en la cama al anochecer, sobre su cabeza se representó la más encantadora sinfonía silenciosa de movimiento y color que nunca había presenciado.
    Con el alma y la retina inundadas por aquellas infinitas trayectorias multicolores, se quitó las gafas. Entonces, antes de dormir el mejor sueño de su vida, resolvió que jamás saldría de su cuarto.
    Ahora los niños dicen que el abuelo está chocho porque no quiere ir ni a la calle ni al parque.
    Además, no permite que nadie toque ni se acerque a sus gafas.

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  2. A las 5:00 de la tarde se encendía la pantalla de comunicaciones el segundo y cuarto día de la semana.
    Solo el entusiasmo de un niño podía romper el tedio de una vida programada al minuto:
    _¡Abuelaaaa! ¡Hoy he visto mariposas en el simulador de realidad del cole! ¿Las recuerdas?
    Sonreí paciente tragándome la rabia y la pena.
    _¡Claro, mi niño!
    _¿Y la lluvia? ¿Sabes lo que era? ¡Mañana la veremos!
    _¡Cómo me alegro, mi niño! Te gustará.
    _¿Cuándo te operas los ojos? Sabes que con tus gafas nunca te dejarán entrar en un simulador de realidad ¡Quiero que las veas abuela! ¡Son sorprendentes las mariposas!
    _Si, corazón, lo eran…
    El niño siguió detallando con alegría como eran de caprichosas las formas de las alas, sus dibujos, los colores, los tamaños…
    _¡Prométeme abuela que te quitarás las gafas!
    A las 5:18 se cortaba la comunicación, elaborados algoritmos decidían que eran innecesarias conversaciones más largas, se evitaban así posibles sensaciones negativas de perdida de interés o aburrimiento.
    Me alegré de no tener que disimular más el espanto que me producía esta vida donde un insecticida no puede matar porque ya está todo muerto.
    Nunca me quitaré las gafas, no necesito simuladores.
    Hace tres meses dejé de tomar las “pastillas de la longevidad”. Necesito irme aunque no me lo perdonen.
    ¿Cómo se simulan los abrazos que no se dan?
    Seis años tiene ese pequeño que pretende contagiarme de ilusión y nunca lo he tenido en mis brazos.
    Siete años hace que no me visitan en mi cúpula, el oxígeno extra que nos proporcionan a los que hemos cumplido siete décadas no compensa.
    Ocho comunicaciones al mes no son suficientes para quien recuerda con pasión adolescente las mariposas que me revolucionaban las entrañas cuando, paseando bajo la lluvia, aquel novio me susurraba “quítate esas gafas mojadas amor, que no te puedo ver los ojos y pierdo el rumbo”.

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  3. VOLVORETA/GAFAS

    Cando chegou ao seu lar sentía un desacougo que lle impedía ficar mansiña no seu curruncho soñado. Un obxeto, unha idea, un ar que entraba no seo, facía que o día fora distinto ao de onte, e, seguramente, distinto ao de mañá. Alí, no medio da mesa, estaban elas, e resplandecían. O refrexo do sol na súa superficie, viraba a estancia de cores magníficos, todos mesturados, todos distintos. Achegouse lentamente e pousouse ao seu carón. Paseouse maxestuosa polo cristal pulido das lentes ata que veu a través delas. Mirou a mesa e os buratos da couza dos que antes non se decatara. Meteuse debaixo e contemplou asombrada os obxetos vellos con dimensións novas. E así pasaron os intres máis fermosos da súa curta e feble existencia: contemplando como as puntas das ás podían cambiar de cor, e aquela vella estancia, por máis que fora coñecida, tornábase arco da vella tal e como ela soñaba. E xa non puido separarse daquela posibilidade de xunguir desexos e soños. A volvoreta decatouse que, elas, as gafas, permitían trasladar emocións ao seu corazón porque daban a posibilidade de admirar o máis miúdo, aquilo que facía o mundo verdadeiramente fermoso. E quedaron xuntas, quietas. porque así, só cos soños, podían observar o máis prezado da terra: AS DIFERENZAS

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  4. Anoche, en la presentación de Sonñando con Gaia y Lautana editorial me invitaron, más que amablemente, a participar en este blog. Con la emoción de la presentación olvidé decir a quien fue tan cálido conmigo que mi libro "Mundos imaginados" firmado como Miriam Chepsy, mi pseudónimo literario, que nació cuando comencé a participar en las redes en el año 2001 y aún me parecía algo inquietante que apareciera mi verdadero nombre sin saber quien lo estaba mirando, doné creo que siete ejemplares para que hubiera uno en cada biblioteca municipal así que si alguno de vosotros quiere leerlo puede hacerlo sin problemas. Y también les copiaré aquí o les enviaré enlace a un relato que no está en el libro. Saludos y gracias. Myriam

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  5. Hola compañeros! Lo prometido es deuda y tal y como me pidieron Chus, Gonzalo y José Gabriel aquí os comparto el relato breve que envié esta semana al "Concurso de Relatos en Cadena de la Ser" A ver si os gusta... BESOS. GEMA.

    Y se ríe. Se ríe al recordar cómo empezó todo. Tomaba un capuchino. Sus miradas hambrientas coincidieron largamente y él se sentó en su mesa sin haber sido invitado. Ella le contó que estaba triste. El la llevó a su casa (tercero sin ascensor) la tendió en su cama, le besó los pies. Él lamió sus penas y ella se corrió en su boca. Se dejó querer. Amaneció. Un gato negro la miraba expectante. Le contó que era escritor. "No escribas sobre esto", musitó somnolienta. Salió a la calle, el intenso sol golpeó sus sienes y decidió posponer sine die sus tentativas suicidas.

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  6. Hola compis !!!
    Pongo estos dos relatos. El primero lo compuse en el bus para el “Concurso de Relatos” y luego me di cuenta que la frase inicial (Seria por los tumbos) estaba equivocada. Aproveché el tema para el segundo, que es el que mandaré.
    “Pecador” sería una “precuela” (Horrible palabreja) de “Planteamiento incorrecto”

    PECADOR

    ¿Qué le ponía su madre? ¿Cómo que le ponía su madre? El confesor dio un respingo: “¿Pero hijo mío, no comprendes que el incesto es una gravísima ofensa a las leyes naturales y divinas? Has de controlar esos demoniacos instintos que condenarán tu alma para siempre”.
    “Tiene razón, padre, procuraré reprimirme, buscar una novia y fundar una familia como Dios manda” susurró contrito.
    Tras la absolución, mientras se dirigía a la salida a través de la penumbra de la nave lateral murmuraba: “Vaya, la próxima vez también tendré que acusarme de pecar contra el octavo mandamiento”

    PLANTEAMIENTO INCORRECTO

    ¿Qué será lo que le ponía su madre? Judías con chorizo. Arroz con bogavante. Chuletas de lechal. Fabes con almejas. Morcilla de Burgos. Tortilla de Betanzos. Cocido madrileño. Incluso percebes del Roncudo... Imposible. Desesperante. Tras dos años de matrimonio siempre gruñía su desaprobación por mis recetas: “Es que en casa de mi madre…” “Es que mi madre…”
    Pero lo peor eran las noches conyugales, los reproches nocturnos. Dos años de gatillazos, de los que según él, yo era la única culpable.
    Ayer, el muy cretino se ha ido. Ha vuelto al hogar materno.
    Ahora caigo.
    Y me pregunto: ¿Qué será lo que le ponía de su madre?

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  7. URBANO Y EL SR. TIERNO (CUENTO DE HADAS)


    Urbano trabaja de fontanero. Es un tipo de pelo en pecho. Los domingos se suma a la masa vociferante que vitorea al Atlético Escalerillas en el estadio. Luego, las cañas con los amigos. Sesudos análisis sobre centrocampistas, entrenadores inútiles, tripletas, tridentes, triangulaciones, rombos, diagonales y toda la pitagórica geometría futbolera. Miradle, cuando se hace de noche, algo achispado, regresa a casa. Los niños ya están en la cama. Su paciente esposa, que conoce sus costumbres, ya tiene preparada la cama con el embozo levantado. Unos monosílabos y a roncar. La mañana del lunes es dura y perezosa pero al final se impone la sórdida realidad laboral, así que a currar. Este bucle se repite semanalmente a lo largo de nada menos que toda una vida. Aparentemente, Urbano no tiene problemas y va tirando. Como miles.
    El Sr. Tierno trabaja en el mostrador de un banco. Es un hombre educado y correcto. Jamás, creedme, jamás ha recibido una queja de los clientes ni de sus superiores. Realmente, no recibe quejas de nadie porque es soltero y vive solo en un coqueto apartamento que huele casi siempre a cerrado, porque su hobby es la filatelia y las corrientes de aire podrían tener efectos devastadores en sus minúsculas y ligeras “criaturas”. Todo el mundo necesita desfogarse de vez en cuando dando un puñetazo en la mesa, sobre todo alguien con un trabajo de corte tan servil como el suyo. Pero también los movimientos sísmicos que ello provocaría en su ordenadísima colección le privan de tan estúpido como efectivo desahogo. Entonces, para afirmar su autoestima, sus ignotas dotes de mando, su testosterona o como queráis llamarle, el Sr. Tierno es árbitro de futbol los domingos. Por lo demás, aparentemente, el Sr. Tierno no tiene problemas y va tirando. Como miles.
    ¿Qué tienen en común Urbano y el Sr, Tierno? No ofenderé vuestra inteligencia, avispados lectores, explicándolo.
    Pero tienen otro punto en común, hermoso punto en común, que si habrá que contar.
    Que no se entere la vecina del rellano del piso de Urbano, ni el portero del bloque de apartamentos del Sr. Tierno, pero ambos frecuentan muy discretamente de vez en cuando algunos “Locales de ambiente”.
    Y un día se conocen. Y Urbano y Tierno hacen explosión e implosión. Y se funden en Uno. Y su amor es honesto, digno, sincero. Cuando están juntos, el futbol y la filatelia pasan a un segundo plano. Ninguno de los dos sabe nada de la vida del otro. Pero son Uno. Ahora ya no son como miles.
    Pero el espíritu humano aun en su grandeza -paradoja o parajoda- es débil y cobarde y no se atreven a romper diques. La familia, los jefes, los vecinos, los amigos… Las aguas continúan remansadas, algo turbias por el légamo del fondo, con algunos sellos dispersos y un par de bufandas blanquiazules flotando en la superficie, pero remansadas. Piénsalo lector, ya no son como miles pero continúan viviendo como miles.

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  9. URBANO Y EL SR. TIERNO (CUENTO DE HADAS) Continuacion

    Una tarde de domingo - extraña conjunción astral - el Escalerillas se estrena en la Primera División. El Sr. Tierno también. Debuta como flamante árbitro en la categoría. Las cosas pintan mal para el equipo de Urbano que pierde como local. La multitud, enardecida, ruge toda clase de improperios al trio arbitral. Urbano ya ha vociferado al menos tres “hijoputas”, sin identificar desde la lejanía de su alta grada de pobre, al Sr. Tierno.
    En un saque de esquina, una botella de plástico - ya sabéis como son estos energúmenos - golpea la cabeza del árbitro. Queda tendido boca arriba en el césped. En ese momento, aun desde la distancia, Urbano reconoce a su otro Uno.
    ¡¡¡Felipe!!! ruge – el nombre de pila del Sr. Tierno es Felipe, lector- pero su rugido ya no es del hincha, sino el del hombre herido, el de la mitad del Uno, el del que teme perder algo, quizá lo único irrenunciable. Dando tumbos, entre las imprecaciones de los atropellados, desciende por las gradas y sorteando el acoso de guardias de seguridad y policías irrumpe en el césped justo en el momento en que el Sr. Tierno se incorpora aturdido por el golpe. Se miran a los ojos. Se besan. Un largo beso, ni casto, ni lubrico, porque el amor no es ni casto ni lubrico, es mucho más.
    El estadio enmudece. Se han roto los diques, el agua fluye clara y fresca. El légamo, las bufandas blanquiazules, los sellos, quedan varados en los quebrados bordes musgosos. Jugadores, linieres y policías se rascan el cogote, indecisos. El delegado de campo -“Intolerable, hay que reanudar el partido”- se acerca para romper el abrazo. Pero ya es demasiado tarde, el terreno de juego -Oh cielos- ya está impracticable porque el césped se ha llenado de lirios y margaritas blancas, y las líneas de cal se han convertido en arriates de caléndulas de las que brota el vuelo frágil de miles de mariposas. O tal vez -no sabría decirte, lector- no sean mariposas sino hadas. Bandadas de estorninos -es primavera y pasaban por allí- se suman a la fiesta con sus trinos desde la cubierta de la tribuna. El público ya no está mudo, quizá contagiado por los pájaros improvisa en armonioso coro a boca cerrada -quien lo diría de aquella chusma- los compases de la Oda a la Alegría del sordo genial. El Sr. Tierno y Urbano, ajenos a todo, continúan aislados como una gozosa crisálida dentro de su beso. Es una lástima, lector, que se hayan perdido tan hermosa ceremonia nupcial. Pero no se puede estar a todo.
    Nadie quiere llamarle “milagro”.
    Al día siguiente la prensa deportiva se hace eco de los extraños acontecimientos ocurridos en el estadio del Escalerillas e informa que la Liga de Futbol, ante la suspensión del partido, decide un salomónico reparto de puntos.
    La Comisión Antiviolencia se inhibe del incidente por que no entra dentro de su jurisdicción, ni muchísimo menos.
    Las autoridades eclesiásticas, por supuesto, se niegan rotundamente a investigarlo como “milagro” alegando que los acontecimientos no contienen ningún elemento divino -Ay lector, yo ya sospechaba que estos tipos no entienden nada de lo humano, pero veo que tampoco tienen olfato para lo divino- ¡¡¡Que borricos!!!
    El Sr. Tierno y Urbano ya no van tirando. Llevan una vida plena y -prodigios del amor- son felices. Como pocos.
    A veces, aún les queda algo de tiempo para la filatelia y el futbol.
    Y Colorín Colorado, este cuento se ha acabado.

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  10. Buenos días compañeros de escritura!
    Aquí os cuelgo el relato que envié la semana pasada. Espero que os guste! BESIÑOS GEMA.

    ¿Qué será lo que le ponía su madre?
    No se acuerda. No le importa. Olvidó su rostro, su voz, sus broncas, sus palizas. Olvidó el olor putrefacto de sus vómitos de borracha. Y olvidó que lo mandaba al bar a comprar vino, siendo todavía un tierno infante. Y que empeñaba una y otra vez su alianza de oro para pagar las deudas. Se olvidó de todas aquellas vejaciones igual que olvidó apagar la vela que provocó el incendio. Cerró la puerta y la dejó durmiendo. Mientras ella balbuceaba maldiciones etílicas y el fuego de la libertad se ocupó de todo… Él se fue a la calle a jugar. (GEMA)

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  11. Holaaa, yo estoy de estreno. Tanto en los relatos en cadena como e este blog. Espero que las frases de comienzo de futuras semanas sean más estimulantes porque la de esta semana era complicada... Espero que os guste. Marta

    -No podremos salir del castillo hasta el próximo Halloween, nadie sabe que estamos aquí, nunca nos encontrarán, ¿lo entiendes, Jacobo, lo entiendes? -Y lo abrazó durante largo rato-. Estoy asustado, susurró su hermano, y comenzó a llorar en silencio. Entonces le abrazó aún más fuerte en la penumbra de aquella reducida estancia, donde apenas podían estirar las piernas y el aire condensaba un dulce sudor infantil y todo el miedo del mundo. Se quedaron dormidos cogidos de la mano hasta el atardecer. Les despertó la punzada del hambre, justo cuando su madre levantaba el tapete de la mesa camilla para decirles que la cena estaba lista.

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  12. Ola, compis: só pretendo dar voz a unha nena xogando coas palabras da clase. E vaia palabras para un conto! Todo dito!
    -Mira, mamá, mira papá! Unha coliflor!
    Alí, na pantalla do ordenador, estaba, maxestuosa, unha coliflor vermella.
    E os pais miráronse. E suspiraron mandando o preocupado alento ao ar limpo do cuarto.
    A coliflor subía, baixaba, ata daba pinchacarneiros.
    -Non, María, nós queremos que busques países, xentes estrañas, e lugares alleos para vivir e soñar.
    E miráronse. E non dixeron nada. Os tres escoitaron o silencio. O eco das voces caladas levounos a desenganarse dos propios desexos impostos.
    -Vaia!- dixo o papá.
    E un manto rouco e invisible, cargado de tristura, tapou a súa mirada. Xa renunciaba a aquel desfile neoiorquino de fume de cores. Non, a nena nunca sería unha muller de proveito. Nin modelo, nin artista, nin doutora...
    -Mira, mamá!
    E a coliflor agora era marrón.
    -Pero, nena, aínda que che gusten bailes e cores na pantalla, tés que portarte segundo as regras. Hoxe toca canto.
    E a nena non cantou. Agora eran as margaridas as que cambiaban de cor, e mesmo saltaban ledas ás entrañas do fogar.
    Pero unha mirada afiada soou no cuarto. A nena iluminou coa súa voz fachendosa, o momento perfecto. Sabía que o tempo atraería as sementeiras ansiadas ao lar. Si, estaba decidida, quería poñer luz no mundo das mulleres: sería electricista!

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  13. WRITERS! Tal e como vos prometín... Aqui vos deixo o relato desta semana, a ver se vos mola! BICOS. GEMA.

    Título: Sedición.
    No podremos salir del castillo hasta el próximo Halloween.
    ¿Cómo…? Esto es intolerable. Voy a llamar al sindicato de momias, a ver si hacen algo ya. Que no se mueven nunca por nadie, que parece que están muertos. Pues habrá que sublevarse. Porque esto es de un aburrimiento mortal y yo no me pienso pasar toda la "Eternidad" aguantando su podrido estatuto. Porque no lo voté… ¡Claro! Pero ya está bien, que con esto de que la Democracia es de un período histórico posterior… Aquí no se celebra ni un triste referéndum… Nunca. ¡Es indignante! ¡Queremos votar!
    Si lo sé me pido ser Frankenstein, que además le llaman Doctor.

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  18. Texto de mariapilar seoane
    ADJETIVOS

    Cómo todas las mañanas y a la misma hora, las seis, una
    mujer silenciosa y escurridiza cruzaba la acera irregular quebrada por las continuas obras de canalización de la zona. Subía a uno de los pisos donde estaba la farmacia y al poco rato volvía a verla cruzando la calle con un perro gris obediente y los dos desaparecían de mi vista como si la explanada que se divisaba desde mi ventana se convirtiera en una llanura árida color canela. El paseo solía durar sobre una hora y cuando regresaba con su bolso que extrañamente parecía ligero, la luz del medio día iluminaba su cara de aspecto sereno firme y despejado, no se parecía en nada a la mujer que madrugaba.
    Yo seguí con mi rutina, soledad alegre que a veces ejercía de zapato opresor que jugaba a enfrentarse a mi botella que lucía divina en lo alto de la vitrina y desde allí perfumaba la estancia con un olor incierto y al mismo tiempo peligroso.
    Así tranquilamente transcurría las mañanas:
    una mujer madrugadora cuya vida jugaba al cruzar una llanura árida de color canela y de un hombre que la observaba compartiendo soledad alegre con su botella divina de olor incierto, peligroso que mantiene a raya el zapato opresor.

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  19. ¡Ai, aqueles zapatos! Ficaban morriñentos na lacena, ao carón doutros obxectos. Eles desexaban saír, pasear, ir por corredoiras. Pero non, agora tocaba estar alí, mansos, tristeiros, calados. Só de cando en vez asomaba unha cara apagada que, cincenta, reflexaba a soidade escura nas entrañas. De cando en vez, de cando en vez..., unha botella, sempre calada, era a compañía ilusionante dos beizos sedentos.
    E a cara apagada miraba os zapatos que, ás veces inquedos, facían acenos mesturados cos reflexos violáceos da botella. De cando en vez un cheiro brincador convertía a torpe beirarrúa nunha chá perfecta para dar brincos.
    Poderían saír algún día? Seguramente, en pés de ás ansiosas por chegar, por ver. Serían de home ruín ? de muller ruín? Serían de home cabal? de muller cabal?
    Serían de home, de muller, así a secas, sen adxectivos.
    Quizais, algún día... o esquecemento do imposible non faría que aqueles chanzos sen razón se levantasen airosos, mentres cans sedentos de glorias mundanas agardaban e agardaban vitorias de mil cores.
    Quizais.. algún día... poderían quedar nun bolso impasible aqueles atrancos impostos á vida.
    E entón, só entón, poderiamos ser quen de mirarnos aos ollos.
    Só entón, poderiamos soñar.

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  20. A BEIRARRÚA DESHABITADA
    Noite. Moi noite.
    Inverno. Duro e cru inverno.
    A muller, vestida de negro raído, foi engulida pola escuridade do portal. Soaron os ecos dos seus pasos subindo veloz en busca da tranquilidade agardada. E buliron a meterse na cama as criaturas que, noite tras noite, observaban aquela beirarrúa deshabitada ata o regreso da nai.
    Pero hoxe todo cambiou.
    Soou un disparo.
    Só un disparo que daba medo.
    Foi coma un lóstrego que alumeaba as figuras fantasmagóricas que, ansiosas por impoñer a razón, a súa razón, escorrentaban os soños das xentes de ben.
    As nenas, caladas, intentaban amornarlle os pés á súa nai. Non deron sabido se terían almorzo. Non chegaron a ver a cesta que, debaixo do manto, viña ao carón da muller.
    Zoa o vento.
    Silencio ferinte.
    E a porta da casa tremeu. Un berro. Todas taparon os ollos. Todas taparon os oídos. Os beizos quedaron impasibles. Non se falou.
    Un trono, esta vez sen luz.
    A muller levantouse, sempre calada, e abriu a porta. Actitude mansa. Mirada desafiante, invencible.
    Os canos remexeron os armarios, os alzadeiros.
    A muller conxelou o ar cunha mirada desafiante, firme. As súas nenas, non! Nunca! E a figura non entrou naquel cuarto. E oíron unhas risas.
    - Outra vez será!- dicían.
    E tomaron o café que a muller do negro raído, servil de aparencia, puxo na mesa. Pero descubriron a cesta e, entre gargalladas, marcharon con ela e perdéronse na noite.
    Seguía zoando o vento.
    A muller lavou as cuncas para que as bágoas marchasen lixeiras entre as borras amargas do café polo vertedoiro.
    Ninguén na beirarrúa.
    Noite. Inverno.
    De novo as nenas amornábanlle os pés á muller, metidas no xergón conxelado.
    Outro día de traballo estragado. Leváronlles a comida, disque que en nome da patria, para os soldados famentos.
    Dentro e fóra zoa o vento.
    Beirarrúa cruel solitaria.

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  21. Hola chicos! Estoy pasando al word los relatos del curso. Os dejo el último ejercicio.

    Candela hizo la compra en un tiempo record. Estar fuera de casa más tiempo que el imprescindible la agobiaba. O estar de pie. O las dos cosas. El dolor de la cadera se le hacía insoportable pero aplazaba buscar alivio.
    Candela se veía avejentada con sus seis décadas. Se sentía mayor y limitada para ocuparse de su padre dependiente.
    Candela no distinguía que la dependiente de su padre era ella.
    Él solo necesitaba que lo ayudase a poner los calcetines y las zapatillas, comer a su hora porque conservaba buen apetito y una televisión encendida en cualquier canal.
    El padre de Candela gozaba de buena salud física y una senilidad avanzada pero amable. Cuando cada mañana se quedaba acomodado en su sillón de la sala le decía: “adiós, pequeña”, Candela envejecía un poco más. Cogía su bastón para continuar con su poca pero agotadora y dolorosa tarea y se hundía en sus achaques y su responsabilidad, perdida en culpas estúpidas que su padre nunca le habría reprochado.
    Su responsabilidad era aceptar la cita que tantas veces había rechazado para operarse. Se negaba a sí misma que cualquier familiar podría sustituirla unos días en su misión de vestir y alimentar a un anciano que vivía feliz en su mundo.
    No soportaba pensar que él podía compartir aquella ternura infinita que ella sentía cuando la llamaba pequeña con otra persona. No quería romper el último hilo que lo unía a ella.
    Candela, con sus seis décadas y sus achaques, no quería dejar de ser la niña que él tanto amó.

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  22. La acera deshabitada
    En mi ventana da el sol todas las mañanas, bueno, a veces no, por no es porque él no quiera sino porque no le dejan acompañarme.
    Él es quien viene a despertarme, me atraviesa los párpados cerrados y acciona el interruptor que despereza a la mente para que me pida café y me obligue a levantarme.
    Como veis, se diría que funciono con energía solar; no es fiable en cuanto a horarios pero yo no los necesito, desde hace tiempo solo necesito horas y cualquiera me vale.
    Vivo sola, no tengo gato, ni perro, ni nadie a quien acariciar.
    Escribo cuentos sobre las casas viejas, bajas y ruinosas de la acera deshabitada de enfrente. Imagino vidas, hogares, amores adolescentes, maduros, fracasos, éxitos, cenas familiares en salones iluminados con tonos cálidos o fríos como las gentes que los comparten.
    Vendo mis cuentos con facilidad y resuelvo mi economía mientras los promotores inmobiliarios no resuelvan la suya.
    Un día derribarán las casas y construirán edificios más altos que el mío en la acera deshabitada.
    Me quitarán el sol.
    Me quitarán los cuentos.
    Me quitarán mi vida tan deshabitada y silenciosa como la acera de enfrente.
    Me quitarán cuanto tengo y yo no habré perdido nada.

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  23. Ejercicio: Un relato que acabe con la frase “la acera deshabitada”
    15 min.
    Su abuela le contó, poco antes de morir, que él había heredado su habilidad para ver el alma de las personas y que tendría que convivir siempre con esa carga en silencio. Así, todas las mañanas, de lunes a viernes, entre su casa y el trabajo, se cruzaba siempre con las mismas personas en una acera estrecha entre dos edificios de oficinas y veía, y reconocía, sus almas, que caminaban alego alejadas de sus cuerpos, cada día un poco más, como con desgana. Con el tiempo supo calibrar la distancia exacta que marcaba el punto de inflexión en que una persona dejaba de existir y era cuando su alma se arrastraba muy alejada de su cuerpo, como un metro más o menos. Le aterró ver que, aunque aquellas personas que había visto envejecer año tras año camino de la oficina ya no estaban en este mundo, sus almas, con la inercia que permite el más allá, que sin rozamiento consiente el móvil perpetuo, seguían día a día haciendo el recorrido habitual. Él las saludaba y observaba, divertido, que las almas parecían más felices que cuando eran arrastradas por cuerpos tristes y dormidos. Con el tiempo la acera se fue vaciando, poco a poco, de seres materiales hasta que solo él era el único habitante de aquella senda cada vez más vacía. Fue en torno a la mitad del invierno, poco antes de las vacaciones de Navidad, cuando observó cómo su propia alma se encontraba abatida casi un metro a sus espaldas y supo entonces que aquella acera, mañana, sería una acera deshabitada.

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  24. Ejercicio: crear un relato con la frase “adiós pequeña” en el medio
    La estrella

    Cuando le dijeron que el paciente de la 414 había muerto aquella noche sintió una profunda tristeza. Ver la muerte circular libremente por aquel pasillo de enfermos terminales del Hospital General no le imponía ningún sentimiento especial desde hace años. Pero el apretón a su brazo que le dio el anciano, días atrás, al ponerle una vía en sus venas martirizadas, y la caricia a la delicada mancha de vino con forma de estrella de su mano mientras le decía: “Adiós, pequeña”, no se le olvidaban.
    Durante días, en los cuales el anciano estuvo ya en coma y sedado, esta frase le volvía constantemente a la cabeza. No le faltaban motivos para ver en aquel gesto y aquellas palabras recuerdos perdidos. Su vuelta desde Rusia había sido dura. Dejó atrás, con su retorno, los recuerdos de niña de la guerra y los primeros amores y toda una vida que le llegó a borbotones, como solo llega a los jóvenes, en aquel país frio y lejano. Pero ahora estaba de vuelta en España y quería encontrar en todo lo que la rodeaba los recuerdos más lejanos de una niña a bordo de un barco herrumbroso , en medio de muchos otros niños, todos llorando y obligados a abandonar a sus padres por una guerra cruel.
    Al acabar su turno aquella tarde, la frase del anciano le golpeaba la cabeza: “Adiós pequeña”, y recordó, muy vagamente, a su padre gritándole aquello mismo, muchos años atrás, en aquel muelle de Santander mientras el barco enfilaba la bocana del puerto rumbo a Rusia y volvió a mirar, pensativa, la estrella de su mano que aquel anciano había acariciado con tanto amor.

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  25. Taller de escritura. Ejercicio: crear un relato usando las palabras cara/perro/llanura/botella/olor/bolso/hombre o mujer/soledad/zapatos/acera y adjetivarlos. Tiempo 15 minutos.

    La mujer barbuda, recién acabado el show, dejó en el suelo sus zapatos de monstruo de feria y se vio, a través de la ventana de la roulotte, totalmente integrada en la soledad de aquella eterna llanura que rodeaba al circo ambulante en las Vegas (Nevada), donde ahora se encontraba. Aparcó su absoluta desesperanza en dos largos tragos de una botella misericordiosa de bourbon y se dispuso a llenar su bolso de naufraga con los útiles que la rescataban de su horrible apariencia: lápiz de labios chillón, fulares diversos y una colonia de olor incierto y barato. Quería conocer las Vegas y se echó a andar por sus calles.
    Rodeada de edificios enormes y estrambóticos con grandes luces de neón que anunciaban casinos, caminó por las aceras que vomitaban gente ansiosa de mejorar su fortuna antes de entrar a aquellos palacios del juego que, con seguridad, los harían más pobres. En un momento determinado se fijó en un perro pulgoso que pronto sería cazado a lazo por los policías de talla exagerada de aquel extraño sitio para ser sacrificado en la perrera de la ciudad, pero no tuvo demasiado tiempo para apiadarse del can, porque donde estaba tumbado había un llamativo letrero que decía: “Entre a nuestro espectáculo. El mago ciego XinPiu le concederá un deseo”.
    Unos dólares le sirvieron para acceder a aquel antro con olor a humedad en el que, al fondo del local, un extraño personaje con ropajes de chino de feria y glaucos ojos apagados por una ceguera le recibió en una penumbra inquietante. “¿Qué quieres amiga?”, le preguntó. “Pues ser feliz”, fue su respuesta. Entonces el falso chino XinPiu le acercó un extraño espejo de mano y le dijo: “Mírate todos los días en este espejo, que hasta ahora era el mío, y busca en ti lo que no veas”.
    Cuándo salió del local, y en un callejón entre avenidas, la mujer barbuda se dispuso, con ansiedad, a ver su cara en aquel espejo que, para su sorpresa, era totalmente opaco, y por primera vez en su vida no sintió odio hacía sí misma y fue feliz al no ver su cara reflejada en él.

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  26. Un relato del año de la pera...
    EL FRANCOTIRADOR (1ª Parte)

    Dimitri retiró silenciosamente los escombros del borde de la ventana. En el interior de las ruinas de la antigua fábrica de tractores reverberaba el silbido de los proyectiles de artillería que, desde el otro lado del Volga, batían las posiciones alemanas. Se apoyó en el alfeizar para afinar la puntería. A través de la mira telescópica recorrió el campo cubierto de escombros buscando una presa. Se detuvo. Un tabardo verde-oliva medio cubierto por la nieve. No se movía. “Muerto”, pensó. Quizá lo había matado el mismo aquella mañana. Llevaba tantos en aquella guerra, que había perdido la cuenta… ¿150? ¿160?
    Continuó la búsqueda. Los blancos copos cayendo lentamente dificultaban la visión. El gélido viento que soplaba del Tsaritsa le hacia llorar los ojos y su dedo enguantado tenia que limpiar continuamente de escarcha el objetivo del visor. Pero Dimitri no se arredraba ante las dificultades. El era un cazador y sabía esperar. Se echó un trago de vodka y palpó tras el grueso abrigo la medalla de Heroe de la Union Sovietica. “Stalingrado será la tumba del nazismo” había dicho el “padrecito” Stalin. Y el contribuiría a ello. Sabría esperar.
    Su constancia tuvo premio. Su finísimo oído captó los pasos amortiguados por la nieve. El soldado alemán se acercaba lentamente, ocultándose de vez en cuando entre los cascotes y la chatarra de cañones y tanques calcinados. Dimitri, con frialdad, enfoco con la mira el rostro de su enemigo. Era el de un hombre joven, con barba de varios días, demacrado por las privaciones. El miedo, el opaco miedo que vio en sus ojos toco una cuerda sensible en el corazón del cazador. Pero apretó el disparador. La tormenta de nieve amortiguaba todo: la detonación, el grito de dolor y la blanda caída de su enemigo.
    Volvió a palpar la medalla. “Otro cerdo nazi menos” se dijo entre dientes. Otro trago de vodka. Recargó el fusil y continuó esperando. “La guerra no es tan mala, pone a prueba a los hombres” filosofó Dimitri. El, en tiempo de paz, era un oscuro contable en una ciudad de los Urales, y ahora era un tirador de elite condecorado por el propio mariscal Zhukov. Se sentía seguro. Era como si hubiese ganado otra vida…

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  28. EL FRANCOTIRADOR (2ª Parte)
    Hoy era un día extraño. Al cabo de una hora, otro alemán apareció a la izquierda del campo. A través de la mira vio que este lucia la Orden de la Calavera en las solapas del raído uniforme y disparó. “Lo tuyo, perro fascista” mascullo, mientras lo veía caer.”Si sigo así aun ganaré mas vidas”. Pero mientras recargaba el fusil vio que había más enemigos, y que gracias a la muerte del último lo habían localizado. Se dirigían, en abanico, resguardándose, hacia el. Los enfiló con el visor y vio que, como el que había matado, eran al menos cuatro tiradores escogidos de las SS, pero esta vez no disparó. Comprendió que no le daría tiempo a recargar el fusil antes de que acabaran con el. “Podría matar a uno o dos a lo sumo antes de que me cacen como a un conejo”
    Entonces percibió el miedo en si mismo. El mismo miedo que tantas veces había visto en los ojos de sus enemigos. “Esto ha de ser una pesadilla. Dios, que sea una pesadilla”. Dispuesto a morir matando se echo el fusil a la cara…
    Pero la escena había cambiado: La fábrica de tractores, la tormenta de nieve, los escombros, la chatarra y los SS desaparecieron. Todo se fundió a negro en la pantalla de la videoconsola, mientras él convulsivamente seguía oprimiendo en vano el disparador del mando.
    -Maldita Compañía Eléctrica. Nos tiene fritos a apagones- mascullo exasperado asomándose a la ventana.
    Fuera, el radiante cielo azul solo estaba alterado por unos deshilachados cirros cercanos al horizonte marino, en el que humeaba un navío. Cerca, en la playa, las gaviotas jugaban con las mansas crestas de las olas.
    -Deberías dejar ese trebello y salir un poco a disfrutar del día, Demetrio. Ya bastante encerrado estas toda la semana en la oficina - Le recomendó su esposa.
    -Tienes toda la razón, querida- Admitió el.
    “¿Pero entonces… quien salvará Stalingrado?” agregó murmurando para si mismo.

    Ovidio

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  30. ECLIPSE DE ESTRELLA (CUENTO DE NAVIDAD)

    La estrella brillaba en lo alto. En el establo, a la luz de una exigua fogata, estaba la Familia.
    Ante la algarabía producida por rústicos instrumentos musicales, estaba el Niño, que con sus brillantes ojos de pillastre contemplaba divertido a la jubilosa concurrencia de pastores, labriegos y modestos artesanos. También estaba José con imperturbable gesto adusto, que nadie sabía si atribuir al abrumador y poco airoso papel que le tocaba en aquella historia o a simple cortedad intelectual. La Virgen, humilde, esbozaba una levísima sonrisa, quizás jubilosa, quizás irónica.
    Los lugareños no sabían muy bien porque habían acudido al establo. Quizás porque algunos de los más avisados habían deslizado la especie de que aquel Niño traía con él un mundo nuevo, diferente, nada menos que de justicia e igualdad. Pero al pueblo llano, cualquier cosa le sirve de motivo para dar rienda suelta a la alegría y al jolgorio.
    La alegría de la fiesta estaba en su cenit. Habían bebido mucho. El niño continuaba pataleando divertido. José continuaba con el ceño fruncido. La Virgen con su enigmática sonrisa.
    Todo prometía un amanecer hermoso, cuando saliendo del claro de un bosquecillo, entre pisadas de vigorosos cascos y tintineos de arneses, lanzas y espadas, surgió la comitiva Real. Los hombres de armas de la escolta¸ a latigazos y a golpes, abrieron un pasillo entre los aturdidos aldeanos. Se hizo el silencio, solo alterado por los sordos quejidos de los que habían resultado lesionados.
    Todas las gargantas articularon un apagado “Oooh” cuando los Reyes, precedidos de los pajes que portaban unos cofres primorosamente taraceados, recorrieron mayestáticos el camino abierto por la asombrada y quejosa multitud y se postraron, sin perder un ápice de su arrogancia, ante el pequeño Mesías que los contemplaba con los ojos muy abiertos.
    Cuando los pajes abrieron el primero de los hermosos cofres, el aroma de la mirra hizo relinchar a la mula.
    El del incienso que contenía el segundo, arrancó del buey un mugido o más bien una especie de tos.
    Antes de abrir el tercero, cada uno de los soberanos pronuncio un discurso en un idioma ininteligible, desconocido por los lugareños. Nadie sabía de dónde venían ni cuál era su reino, si eran reyes benévolos o tiranos. Aunque los modos de la escolta auguraban lo peor.
    Luego abrieron el último cofre. El brillo del oro hizo palidecer al de la humildísima fogata.
    La virgen continuaba con su inescrutable sonrisa.
    Algunos creyeron ver un brillo de codicia en los ojos de José.
    El Niño rompió a llorar.
    La rutilante estrella en lo alto, como la fogata, también perdió su brillo.
    Tan rápido como habían venido se fueron. En la frondosidad del bosquecillo, se fueron desvaneciendo los ecos de las pisadas de caballos y camellos y el tintineo de los aceros de la tropa.
    Nadie volvió a tocar caramillos, panderetas y zambombas. Antes de que se hiciera el silencio entre los aldeanos alguien rezongó: “Mal empezamos…”
    Después solo se oía el llanto del Niño.
    Pero también este se fue extinguiendo y reinó el silencio.
    Cada vez más silencio.

    Ovidio

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  31. LLUVIA DE ESTRELLAS (CUENTO DE NAVIDAD)

    Noche oscura y fría. Una balsa en el mediterráneo. Castañetean los dientes. Padre, mira, la Estrella de Oriente. Parece que ha caído. ¿Será por la navidad? Lejos, un resplandor cegador.
    Noche oscura y fría. En la orilla del Rio Bravo, ante un muro. Castañetean los dientes. Padre, mira, la Estrella de Navidad. Parece que ha caído. ¿Serán los Reyes Magos? Lejos, un resplandor cegador.
    Noche oscura y fría. Una atestada barquichuela en el Golfo de Bengala. Castañetean los dientes. Madre, mira, una estrella fugaz. Parece que ha caído. ¿Qué habrá pasado? Lejos, un resplandor cegador.
    En los brillantes, seguros y aparentemente felices salones del opulento mundo “civilizado”, segundos antes, tintinean las bolitas y oropeles del Árbol de Navidad. Se estremecen las cuberterías y las vajillas. “Los hijos de puta han apretado el botón”. Luego llega el resplandor y la marejada térmica. No hay oraciones ni palabras de despedida. Todo desaparece.
    No hay ni Cordero. Ni siete sellos. Ni ningún ángel toca las trompetas. No hay Juicio Final.
    Solo millones y millones de seres que mueren y desaparecen.
    Lejos, en la distancia, a inconmensurables años luz, millones y millones de seres nacen a una nueva Navidad.
    Mientras, durante incontables días, sobre el planeta antes azul crepita una extraña lluvia fosforescente.
    Luego se va extinguiendo lentamente abriendo paso a la oscuridad y al silencio.
    Cada vez más oscuridad.
    Cada vez más silencio.

    Ovidio

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  32. Me gusta, hacéis fácil lo difícil, porque mira que me costó a mi terminar el relato con la frasecita... Y no quedo bien... Le faltaba algo.

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  33. LA ACERA DESHABITADA

    Las noches de los fines de semana en una de las zonas más céntricas de la ciudad resultaban muy agobiantes. Yo vivía en una de esas calles cuyas aceras a ambos lados casi no se distinguían de la calzada.

    El ruido bullicioso, las risas y conversaciones se mezclaban en un cóctel infumable. No obstante, el espectáculo visto desde un cuarto piso, y con optimismo tenía su encanto, era como una explosión volcánica.

    ¡¡¡¡Claro!!!! antes de llegar a este estadio de gracia, ya había sufrido el cabreado desasosiego de no poder dormir hasta altas horas de la madrugada, a pesar de intentarlo con ahínco.

    Asomada a la ventana contemplaba a los grupos, que se acomodaban como podían a lo largo de la acera, bebían, hablaban amigablemente en tonos que se sobrevolaban unos a otros vaciándose y disfrutando toda clase de emociones.

    La visión desde mi ventana era la de un parque de recreo de barrio, inundado de muñequitos animados que invadían conquistaban un territorio del que se apoderaban durante unas horas, abandonaban y permanecía solitario el resto de la semana.

    Yo paciente esperaba el amanecer para contemplar de nuevo la acera deshabitada desierta que me permitía ver la serenidad de un silencio conquistado.

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