CURSO PRIMAVERA 2018

Hola writers, los relatos que queramos compartir se pueden poner en el apartado de comentarios de esta entrada. Ánimo y a escribir mucho!!.

59 comentarios:

  1. Mi madre me presentó a un amigo que conocía a un marchante de obras de arte. Yo nunca había estado con un marchante, o un marchand, como dirían en París. Imaginaba un tipo con bombín, pipa y traje de cuadros. Y, por supuesto, con unos formidables conocimientos de arte. Cuando llegué a su casa, a las afueras de la ciudad, me encontré de bruces con la primera lección de mi futura vida laboral, esas que nunca te enseñan en la facultad: que detrás del mercado del arte solo hay dinero. El marchante en cuestión era un tipo frio, indocumentado y absolutamente vulgar. Era el dueño del motel que estaba en frente de su casa, de esos que uno no se atreve a entrar ni a pedir un vaso de agua. Vendía cuadros con el mismo entusiasmo que si vendiera repuestos de neumáticos. Pero en su favor diré que tampoco hacía nada para disimularlo.
    Yo tenía 20 años y estudiaba arte clásico en Madrid. Apenas sabía nada de arte contemporáneo. El marchante fue amable y me enseño todos los cuadros que tenía, repartidos en varias habitaciones. Estaban colgados ocupando las paredes desde el suelo hasta el techo, y de un lado al otro. Parecía que todos los cuadros habían sido encargados a medida solo para que encajaran unos con otros. Y entre toda aquella marea de colores y formas entremezclados lo vi. Me dio un escalofrío y luego sentí ganas de llorar. Todos los cuadros de alrededor se difuminaron y solo quedó en la pared aquella pequeña pintura de tonos grises. Me acerqué. Había unas formas muy esquematizadas, como si fueran prehistóricas: Una figura, un piedra enorme, una cabaña y unas montañas en el fondo. Nada más. Y todo iba camino de abstraerse entre una densa bruma grisácea. Era maravilloso. Me fijé en la firma pero era ilegible. ¿Te gusta Grandío? Me sobresaltó el marchante dueño del motel de enfrente. Sí, claro, por supuesto, ¿a quién no? Le respondí mientras grababa en mi mente aquel nombre que nunca antes había oído. Grandío, Grandío, Grandío. Aquella tarde fui a la biblioteca de mi barrio. Había varios libros que hablaban de aquel pintor que ya hacía años que había muerto. Pasé una tarde deliciosa. Dos días más tarde regresé a Madrid y continué con mi vida, pero nunca olvidé aquel cuadrito sin color que me había tocado el alma.
    Una mañana de julio cuando me afanaba en dejarlo todo listo para irme de vacaciones me llamaron por teléfono para ofrecerme unos cuadros. Era un particular que vendía una pequeña colección de su familia. Vaya, que fastidio, será lo de siempre, seguro que no hay nada que nos pueda interesar, pensé. Pero sería mejor zanjar el asunto antes de las vacaciones. Quedé con la familia al día siguiente en su casa. Lo ví nada más entrar. Allí estaba mi pequeño cuadro, mi figura prehistórica, mi cabaña y mi piedra, tal y como los recordaba desde hacía 23 años.
    Ahora, cuando siento que me desborda el trabajo, me gusta dejar todo lo que estoy haciendo y subir al museo solo para susurrarle cosas a la figura de Grandío, contemplar la sencillez de sus formas y dejarme envolver por la densidad de la bruma.
    Marta

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  2. Que bueno,Marta. No recordaba el nombre del pintor pero con tu relato volví a ver el cuadro.

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  3. Mi hija me decía ilusionada: “¡verás,mamá, verás cómo te gusta!”. Me senté para probar y adelanté el pie derecho intentando interpretar lo mejor posible mi papel de Cenicienta ante el paje real y el zapatito que le traería una nueva vida. De nuevo, el corazón me dio un vuelco, mi mente me engañaba una y otra vez queriendo ver lo que no había. Lo que hubo.
    No escuché lo que me decían, me lo repitieron de nuevo: “Camine hacia nosotros con toda naturalidad y ya le diremos cuando tiene que pararse”.
    Temblaba con los nervios. Estaba muy arrepentida de permitir que mi hija me acompañase, de utilizar sus sonrisas como escudo a mis miedos, pensé que así lo haría mejor pero ¿y si no salía bien? ¿y si la defraudaba? ¿y si me defraudaba a mí misma dándome cuenta de que sobrevaloro mi amor de madre y pesa más el amor propio?
    “¡Venga mamá, vas a caminar como un ángel de Victoria´s Secret!”
    La ironía me dio fuerza para ponerme en pie ¿dónde tienen la naturalidad esos ángeles?
    “Bien, camine despacio pero sin pararse. No se preocupe, estamos muy pendientes”
    Lo hice, caminé como Jesús sobre las aguas, con fe.
    “Muy bien, es suficiente. Parece que todo ha quedado perfecto”
    Todos sonreímos. Saldría de allí caminando con mi prótesis nueva.
    Ocho meses desde el accidente y caminaba sin apoyos.
    Ocho meses.
    Y mi mente ve mi pie.

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  4. “Camine hacia nosotros con toda naturalid y ya le diremos cuando tiene que pararse”.
    E xa non disparaban os flashes. A moza miraba a menciña que esvaraba gota a gota por aquel túnel translúcido. A brétema envolvía os soños mentres ela deixaba que esas verbas alleas tornasen de novo, coma un murmurio inacabado e lento:
    “camine hacia nosotros con toda naturalidad y ya le diremos cuando tiene que pararse”
    “camine hacia nosotros y….
    De novo, as prisas cara as máquinas, soedade no cuarto cheo de xentes. De novo, miradas perdidas. De novo, ese pesadelo que medra aló dentro, nas entrañas, e só asoma en forma de bágoas que baixan amodiño asolagando o corazón e as sabas frías do hospital.
    Así un día, e unha noite. Así outro día e outra noite.
    E, por fin, espertou. Puido ver o abrente dun día solleiro e deixou que esa luz inmaculada entrase na súa vida e quentase o corpo aínda feble.
    Recordou con claridade aquelas ordes:
    “camine hacia nosotros con toda naturalidad y ya le diremos cuando tiene que pararse”
    Con lentitude ergueuse e chegou ata o escritorio onde estaba o ordenador.
    Necisitaba enviar un e-mail con premura. Coma lóstregos que iluminaban esceas douradas, pasaron polo maxín portadas de revistas, papeis enrugados, comidas sen comer, básculas, luxos, conquistas e…sempre eses gramos que impedían acadar máis éxito. Sempre eses gramos como atranco para que se resistise ese andamio, disque de moda, ao que quería subir.
    Estaba segura. A súa vida ben merecía unha nova oportunadade. E, despois de saúdos correctos á compañía de modelos, rematou o seu escrito:
    ..e si, poido camiñar cara vostedes, con naturalidade, como me piden, pero sempre, sempre serei eu a que diga cando e onde teño que parar”.

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  6. HOGAR, DULCE HOGAR

    Se quedaban discutiendo dónde pondrían el sofá. Aquellos cretinos, sin enterarse, se quedaban allí discutiendo.
    Estaban muy ilusionados con “una nueva vida” y todo eso.
    Pero cuando los federales te persiguen por todo el país no hay lugar seguro.
    Cuando vi a la “pasma” desplegarse silenciosamente por el jardín, retrocedí hacia la puerta de la cocina.
    Al fin se habían puesto de acuerdo: pondrían el sofá ante el amplio ventanal.
    Lo último que oí, antes de salir pitando, fue el estruendo de los disparos y de los cristales hechos añicos.
    Seguro que los cadáveres de papá y mamá llenarían de antiestéticas manchas aquel bonito sofá.
    ¡Que pringaos!

    SIMBIOSIS

    Se quedaban discutiendo dónde pondrían el sofá. Imposible bajarlo al sótano o subirlo a los dormitorios. La visita de nuestros primos lejanos había alterado la paz doméstica. Anoche, se quedaron viendo la tele en el sofá. Por la mañana los encontramos desnudos, los cuerpos entrelazados en la vieja ceremonia del amor. “Que escándalo, ante los niños”. Ni las amenazas de nuestro padre ni las suplicas de nuestra madre surtieron efecto. Imposible separarlos. “Aquí hemos descubierto la felicidad y aquí nos quedamos”. Cuando, abochornados, nos fuimos para el colegio, nuestros padres continuaban sin saber dónde ocultar el sofá del que ya formaban parte inseparable nuestros primos.

    NO HAY AMORES FELICES

    Se quedaban discutiendo dónde pondrían el sofá. A veces los amores más sublimes se malogran por estas nimiedades. Él sabía que sería correspondido. Ella ansiaba caer en sus redes. Pero mientras discutían, la luna se ocultaba tras las nubes y comenzaba a llover. Los ruiseñores del Guadalquivir y los bardos que tocaban al pie del balcón se iban con sus trinos, sus laudes y sus hermosas melodías a otra parte. Hasta el comendador abandonaba su sempiterna vigilancia y se retiraba a dormir. No habría amor inmortal. Porque Don Juan y Doña Inés continuaban discutiendo sobre la ubicación del puñetero sofá.

    Ovidio

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  7. ENTREVISTA A BARRABÁS

    No ha sido fácil la gestión. Pero al final logramos la entrevista.
    A las puertas del purgatorio, atentamente custodiado por un ángel de espada flamígera, nos espera Barrabás. Sus ojillos astutos nos examinan con curiosidad. El ángel lo empuja suavemente por el hombro hacia nosotros diciendo: “Solo disponen de diez minutos”
    -¿En tiempo terrenal o en tiempo de la eternidad?- Le espeta sarcástico el proscrito. El ángel, con los ojos brillantes de cólera, aprieta la empuñadura de su espada. – Bueno…bueno… no te pongas así, solo era una broma…
    -Como veis, en estas esferas celestiales no andan sobrados de sentido del humor- nos dice el granuja- Hablando de tiempo, lo que no entiendo es como aún estoy sufriendo condena aquí y no me han transferido ya a la gloria de los justos. ¿Porque qué pecado he cometido yo? ¿Qué culpa tengo de que el pueblo me haya preferido al Nazareno? Tengo la sospecha de que mi situación penal es una represalia por ser el único hombre que ha ganado una especie de plebiscito al hijo de un Dios…
    -El evangelio de San Mateo habla de usted como de “Un preso famoso” pero ¿Cual fue la causa de su encarcelamiento?
    -No han hecho más que calumniarme a lo largo de los siglos diciendo que era un salteador de caminos, un bandido… cuando realmente era un patriota. Encabezaba la lucha armada contra la ocupación romana. ¿Sabéis? Desde la eternidad percibo lo injusta que es la Historia. George Washington, Simón Bolívar, los maquis de la Resistencia Francesa y muchos otros han sido ensalzados como héroes. Yo también debería serlo para el estado de Israel y sin embargo mi nombre es sinónimo de villanía y estrago. Todo por culpa de aquel gobernador que tuvo la ocurrencia de emparejarme a mí, un simple hombre de armas, con aquel pacifista fundador de una religión.
    -¿No se ha encontrado con Poncio Pilato en el Purgatorio?
    -No y no ha sido por falta de ganas. Le he buscado para decirle cuatro cosas, pero ha sido inútil ¿Sabéis los millones de almas que se acumulan en estos sitios a lo largo de los siglos? Aunque he oído que hay un lugar aun peor que este al que llaman Anferno…
    -“Infierno” querrá decir.
    -Bueno, eso. Decía que es probable que a ese cerdo lo hayan enviado allí. Aunque, pensándolo bien, él como yo, no fue más que un peón en aquel juego de dioses.
    Se nos acaba el tiempo. El ángel se impacienta.
    -¿Quiere que llevemos algún mensaje a la posteridad?
    -Ya lo he dicho. Que proclaméis mi inocencia. ¿Tenéis vosotros acceso al Emperador de los cristianos? ¿Podría él hacer algo para rehabilitarme?
    -¿El Emperador de los cristianos?
    -Si, aquel que vive en un gran palacio de Roma.
    -Ah ya… Ejem…Lo intentaremos, pero no queremos darle falsas esperanzas. El y sus cortesanos no son gente demasiado amiga de cambios.
    -Pero si es alguien infalible, tan sabio, tiene que comprender que yo…
    El ángel, sin dejarlo terminar ni despedirse, se lo lleva a través de la refulgente puerta.
    Nos vamos convencidos de que, en el fondo, el pobre Barrabás es un ingenuo.

    Ovidio

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  9. Xan:- Lola, por que estamos aquí? Vannos decubrir!
    Lola:- Ssssssssssh! E que quería que viras isto!
    E Lola sacou do peto un papel que despregou amodiño. Había trazos a lapis.
    Lola:- Mañá é o teu aniversario. Quería regalarche o cadro, pero non o podo coller. Por iso estou facendo o debuxo. Mírao ben e axúdame.
    Xan:- Este que está na parede? E quen o pintou.
    Lola:- Un señor moi alto. Díxonolo a mestra do museo cando viñemos coa escola.
    Xan:- A min gústame, pero non se ve ben. Está emborronado.
    Lola:- Disque que é brétema.
    Xan:- E non pode ser fume?
    Lola:- Pois a min paréceme brétema, non se ve o lume.
    Xan:- Que levará na cabeza o home?
    Lola:- Unha lousa! E debe pesar! Non da chegado á casa! Parece canso.
    Xan:- É unha maleta aplastada. E ten os agasallos para as xentes da casa nela.
    Lola:- Ao mellor quere dicir que lle pesan moito as preocupacións da vida! E leva na cabeza segredos.
    Xan:- Tamén pode ser morriña. Díxomo o viciño, que cando marcha traballar a Londres a morriña médralle dentro, e éntranlle gañas de voltar.
    Lola:- Será a súa casa?
    Xan:- Ao mellor é a casa dos avós.
    Adulto:- Lola, Xan! Levamos un anaco mirando por vós. É horas de marchar.
    Xan:- Oes, Lola, por que me dixeches que era un home alto quen o pintara?
    Lola:- Agarda. (E Lola volveu onda o cadro) Grande…Grandío! Tampouco me enganara tanto!
    E, xa de volta, no autobús murmuraban amodiño.
    Xan:- Non me remataches o debuxo!
    Lola:- Esta noite axúdasme. Por iso quixen que viñeras ao museo cos meus curmáns! Eu queríao volver a ver.
    Xan:- E se lle pintamos un paporrubio que ten cores fermosas e canta? Tamén lle podemos poñer un vagalume que alumee.
    Lola:- Non, os cadros non se cambian sen permiso do autor.
    Xan:- Pois preguntarémoslle ao señor alto, cando o vexamos…

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  11. FILOSOFOS

    Con los pies a remojo mientras pescaban, debatían amistosamente sobre el sentido de la vida.
    El tibio atardecer tropical invitaba a la charla.
    Mientras subía la marea, él citaba a Platón.
    Ella contraatacaba con Nietzsche.
    El agua les llegaba a las rodillas.
    Él recurría a los humanistas.
    Ella a los filósofos orientales.
    El agua los cubría hasta la cintura.
    Él con Aristóteles.
    Ella con Ortega.
    Cuando llegó el tiburón aún no se habían puesto de acuerdo.

    ARBOL GENEALOGICO

    Con los pies a remojo mientras pescaban al atardecer en la orilla del rio, Karl y Gretchen se besaron.
    Luego se casaron y tuvieron a Hildegard.
    Hildegard conoció a Hermann y se casaron. Tuvieron a Friedrich.
    Friedrich se enamoró de Johanna y se casaron. Tuvieron a Klara.
    Klara se enamoró de Alois y se casaron.
    Tuvieron a Adolf.
    Una mala tarde de pesca la tiene cualquiera.

    BEBESINSED

    Con los pies a remojo mientras pescaban vieron al monstruo del lago Ness.
    Al buque fantasma del Holandés Errante.
    A las sirenas de Ulises cantando.
    A La Atlántida elevándose sobre el horizonte.
    A Poseidón amonestándolos con gesto ceñudo.
    Luego la marea les trajo una botella. Nada que pudieran beber. Solo un mensaje. La devolvieron a las olas. Luego cogieron una de las cinco botellas vacías de whisky que se habían trasegado, pusieron dentro un mensaje: “SOS. Mas Whisky”, y la lanzaron tras la otra.
    Riendo, el capitán Haddock y su amigo la vieron alejarse con la resaca, tras la que contenía el plano de un tesoro.

    PESCA MILAGROSA

    Con los pies a remojo mientras pescaban tiraron del sedal y sacaron al dinosaurio. Luego un platillo volante. Después un elefante. ¡Vaya pesca! Luego sacaron el avión. Al avión le siguió un vikingo. ¡Vaya pesca! El encanto se rompió cuando mamá los pescó a ellos por las orejas y, tirando de la cadena del tapón del desagüe, se los llevó a la cama entre inútiles “Joooos” de protesta.
    En el fondo de la bañera quedaban una peonza, un yo-yo, una peluquería y media tribu de indios.

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  12. ¡¡CAMINE HACIA NOSOTROS CON TODA NATURALIDAD Y YA LE DIREMOS CUANDO TIENE QUE PARARSE!!

    Sobresaltada por “la voz” echó las manos a los auriculares, los sacó y volvió a colocarlos. ¿Qué pasaba, ella estaba escuchando los conciertos de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi? de quién era aquella voz?
    Se paró en seco sin hacer ningún movimiento ¡Alerta!
    Su corazón al galope y su mente concentrada en “la voz”, aquella voz que volvió a repetir; no, no repetía, ordenaba.
    Camine hacia nosotros con toda naturalidad y
    ya le diremos cuando tiene que pararse
    Reanudó el paso; lo de la naturalidad sonaba como una exigencia amenazante. Caminó erguida sin mirar a los lados, solo al frente. No tenia conciencia de sentir miedo, estaba fría como un tempano, fuera de su cuerpo, pero con la certeza de que cuando llegaba a ese punto álgido, la imagen de seguridad que proyectaba en sus adversarios jugaba a su favor. Con algo de suerte podría controlar sus emociones.
    Seguía mirando al frente, el malecón desierto, estaba sola, no se escuchaba nada, la dirección era única y se perdía en el horizonte.
    El Hotel en el que llevaba tres meses alojada, y en el cual le habían asegurado que no corría ningún peligro quedaba a sus espaldas. Sintió miedo miedo, ahora ya sabía lo que estaba ocurriendo. ¡Era un último intento de asedio! Y eso una buena señal. ¡¡¡Entre todos los habíamos conseguido!!!!
    ¡¡¡INCREIBLE, parecía INCREIBLE!!!!
    Giró rápida y resuelta sobre sus pasos, no tuvo en cuenta para nada la tercera advertencia.
    Camine hacia nosotros con toda…. blablablá!!!!!!!
    “Su voz”, la que ya había identificado, sonaba hueca.
    Entró en el Hotel Bahía, fuera en la calle dejó su frio, y lentamente recobró su cuerpo cogió las riendas de su corazón que ya caminaba al trote y volvía a ser suyo. Suspiró profundamente tratando de darse ánimos.
    ¡Mañana será otro día!,¡Un día prometedor!
    Y así fue. En todos los medios de comunicación se publicaba la noticia:
    ESCANDALOSO CASO DE ABUSOS SEXUALES A MENORES
    DENTRO DE LA CLASE POLITICA””.

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  13. RENACER
    Unha mañá. Unha viaxe programada. Terra, moita terra. Cores pardas que enchen todos os sentidos. Un camión e unha muller, sempre a muller, sempre esa muller. Ían quedando atrás sinais, pero que non eran indicativas de nada. A muller pensou que era pequeniña, minúscula, invisible nunha vida sen aloumiñar. Estaba sen fala. Estaba sen folgos, porque, quitándolle as verbas, roubábanlle todo. Na súa viaxe polo tempo fora soltando lastre, espallando ao vento sementeiras e pesadelos. Non se decataba do poder infinito do seu camión vermello. As beiras da estrada déronlle a solución: en cada poste ficaba a oportunidade máxica, nunca imaxinada. E así comezou a carreira, naquel seu vello camión, naquel escenario baleiro, con todo por facer, con nada que agardar. E, nun feitizo máxico, recolleu gaivotas e andoriñas.
    VIAXE 1: O seu camión chegaba a un peirao e subían a el dornas e bolboretas, mares que engolen homes e mulleres e que dan algas, e folgos, e peixes. Non quedaron baleas, nin golfiños, nin ollomoles, nin xardas, sen dar lustre ao seu cargamento.
    VIAXE2: De novo o camión nesa estrada solitaria, sen beirarrúas e con postes dos que pendurar ilusións. Non indicaban lugares, pero a muller amarrou gavelas de estrume e toxo, brétemas de morriña, mollos de palla, feixes de retranca e lendas e xugos de luz, de moita luz.
    A muller, esa muller, lingua viva e valente, fíxose eterna.
    Unha mañá, con raiolas quentando a vida e o maxín, a colleita chegaba ao seu destino: CORREDOR DAS PALABRAS SALVADAS. IES ANXEL CASAL

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  14. El cruce
    Yo siempre pensé que moriría atropellada por un camión. Ya sé que es una tontería, pero cada uno tiene sus propias tonterías. No obstante, cuando ya pasó a ser una obsesión que me imposibilitaba salir a la calle, busqué la ayuda de un profesional de la salud mental.
    La psicóloga de la Seguridad Social encontró, rápidamente, la raíz del problema: era un conflicto larvado desde mi infancia, causado por un padre autoritario y maltratador y una madre sin carácter. “Usted cree, realmente“- me dijo- “que en su vida va a ser atropellada por un hombre violento como fue atropellada su madre por su padre”, “metafóricamente hablando” me aclaró.

    Me reí en mi interior del típico análisis freudiano pero no le contesté. Al fin y al cabo la consulta era gratis. También me dijo que pusiera un gran poster con un camión enfrente de mi cama para ir quitándome poco a poco ese miedo. A esto sí le hice caso. Fui a una tienda de enmarcado de cuadros y encontré el poster que ahora decora mi habitación, con la imagen de un gran camión en la lejanía avanzando por una carretera recta e infinita hasta el horizonte en la llanura del estado de Chiapas, México.

    Es una foto convencional, nada artística. Copia de la típica de la autopista 66 de Estados Unidos pero sin Harleys Davidson, porque no hay ningún motorista en todo el trayecto.

    Confieso que la visión diaria al levantarme de la cama de aquel camión solitario y muy, muy lejano, y que yo convertía en mi imaginación en el caballo de un cowboy triste que mascaba tabaco, me fue calmando. Así pude salir a la calle, retomar mis relaciones sociales y hasta me eché un novio, Juan, que es adorable.

    Y todo eso hasta hoy, que estoy sin poder moverme de la cama, atenazada por el miedo, al darme cuenta de que cuando compré el poster el camión se veía muy lejano, en el fondo de la carretera, pasando al lado de una señal que anunciaba un cruce peligroso sin barrera a 2000 metros y hoy, en cambio, el camión, como si hubiera avanzado en la noche, se ve más grande y cercano, y el letrero del cruce peligroso marca solamente 800 metros.

    Hoy, precisamente hoy, cuando creo que Juan me va a proponer matrimonio.

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  16. Pena preventiva
    Hacía casi dos mil años que lo habían crucificado y todavía no se ha acabado el juicio.

    Evolución
    Hacía casi dos mil años que lo habían crucificado. Le sigo rezando. Solo ha cambiado el modelo de cruz. Mañana puedo ser yo.

    La ley del ladrón
    Hacía casi dos mil años que lo habían crucificado. El Buen Ladrón estaba a la derecha. El Mal Ladrón estaba a la izquierda. Dos mil años de ladrones en la derecha y en la izquierda. Sin adjetivos. Sin cruces. Y a Él lo juzgarían de nuevo. Los ladrones pueden hacer la ley y aplicarla. Fue un gran error querer salvarnos antes de tiempo. Ahora es buen momento para que vuelva, tiene garantías de que el verdugo no trabaja el sábado.


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  17. UN POCO RESENTIDO

    Hacía casi dos milenios que lo habían crucificado y aún seguía allí. Era un lugar en penumbra, ni frio ni cálido, ni bueno ni malo, quizá algo húmedo, pero en cualquier caso no respondía a las expectativas que le había creado su compañero de la izquierda. Le había dicho: “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Vaya paraíso, ni siquiera lo habían expuesto en una de las salas secundarias. “Ay Dimas, para que te fíes de las palabras de los mesías. De acuerdo en que no soy ni un Velázquez ni un Ribera, pero al menos podrían venir los restauradores a quitarme el moho”.


    UNA CENA EN LOS TROPICOS

    Hacía casi dos milenios que lo habían crucificado y creedme, traía un mensaje de fraternidad, paz y amor para todos los hombres. Yo solo soy un humilde mensajero que quiero transmitiros hoy su Palabra…
    Clavó sus ojos febriles en la concurrencia.
    Nadie le respondió. Silencio solo alterado por el murmullo del viento meciendo las palmas de los cocoteros.
    Se estremeció ante aquellas miradas codiciosas clavadas en él. Sus embobadas sonrisas mostraban unos incisivos cónicos modelados desde la infancia. Algunos se relamían descaradamente. Otros, más impacientes, levantándose encendieron la fogata.
    Con un gemido interrumpió el sermón.
    “Oh Señor, apiádate de mí. Estos desventurados solo piensan en su cena”.

    COLONIA PENITENCIARIA

    Hacía casi dos milenios que lo habían crucificado. Solo le quedaba un siglo para cumplir la condena de diez mil años y aquel alcaide chiflado, admirador de las bárbaras costumbres de aquel remoto imperio del planeta primigenio ya extinguido, por una insignificante falta que ya no recordamos, lo había hecho crucificar. Aún hoy, sus hijos, a través de las eras, lo recordamos expirando bajo la brillante luz de las siete lunas de este planeta de Andrómeda. Pronto cumpliremos también nuestra condena. Sí, creedlo, a pesar de los cambios en la biología y la genética, la pobreza y la marginación siguen siendo hereditarias. Pero hemos jurado vengarnos.




    ULTIMA OPORTUNIDAD

    Hacía casi dos milenios que lo habían crucificado y todo seguía mal.
    Hacía casi quince siglos que lo habían crucificado y todo seguía mal.
    Hacía casi diez siglos que lo habían crucificado y todo seguía mal.
    Hacía casi cinco siglos que lo habían crucificado y todo seguía mal.
    Antes de depositarlo en el quinto planeta, el Padre le advirtió: “Hijo, a ver si vas aprendiendo a hacer bien tu trabajo. Si no, tendré que mandar a otro”.


    LOVE POSITION

    Hacía casi dos milenios que lo habían crucificado, se inmoló para salvarnos, etcétera, etcétera…
    Ay Señor, tu Palabra no calaba entre estos escépticos salvajes.
    Ellos seguían a lo suyo: pescando en sus canoas, recolectando cocos y frutas y bailando desnudos alrededor de la hoguera en estas cálidas noches tropicales.
    Así que, Señor, perdóname por quitarme el hábito e integrarme con ellos y ellas.
    Es paradójico. Aunque me lo paso muy bien, a veces me siento mal por haberte fallado. Sobre todo porque intuyo que la historia no me recordará como un gran recolector de almas, sino solamente como el inventor de la postura del misionero.

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  18. OFF
    Hacía casi dos milenios que lo habían crucificado. Y se lo recordaban en un susurro cada instante. Cada instante de dos mil años, con sus miserias y penurias. Casi dos mil años convertidos en bruma densa y opaca que acallaban rumores inciertos y tardíos. Casi dos mil años intentando que las palabras rescataran del olvido y de la incomprensión aquellos atardeceres eternos e ilusos. Tres años sin deseo carnal. ¿Tres? ¡Que lento pasa el tiempo!

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  19. SEMPRE!
    Setembro. Xa eran días de canícula. Os froitos maduraran ao compás do corpo da moza. Un paso e outro paso e o vestido ondeaba con donaire naquela tardiña de festa. E xurdiu coma un lóstrego; foi unha mirada que non se truncou xamais. Fíxose eterna. Aquel home novo xa non puido afastar os sentimentos daquela cara, lembrando cabelos, aloumiños e suspiros de amor e desexo. E voaron xuntos, con todo sen facer e agardando todo, porque a plenitude do amor enchía os carreiros por andar e tamén as súas almas.
    Bailaron ao compás as súas vidas. As pequenas liortas e os enormes atrancos sempre foron acochados pola ledicia e o poder infinito de estar xuntos. Pasearon anos e países, lugares fermosos e recunchos ruíns. Pasearon e bailaron o vento da incomprensión moitas veces.
    E agora tocaban as lembranzas. Un paso e outro paso ao compás da música do tocadiscos. Aquel vello aparello tiña o poder de transformar o tempo e transportar, por un intre minúsculo, o maxín do home, que se movía ao son da música e da moza.
    Ai, a moza! Se puidera erguerse con el daquel sillón que a tiña amarrada!
    Mais, unha mirada,... e veu o sorriso da muller e un brillo especial nos ollos, e ... os beizos repetindo o nome do fiel compañeiro.
    Si, si! Aquela música da tarde de setembro rompía a barreira do tempo e do silencio.

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  20. SILICIO

    La electricidad estática afecta a los semiconductores. Las juntas de germanio y silicio de los circuitos integrados de estado sólido que constituyen el soporte de nuestra civilización resultan dañadas por sus descargas.
    Los nanotecnólogos más conservadores sostenían esta teoría.
    Otros atribuían el daño a la inestabilidad climática.
    Otros, al ahorro de costes en la fabricación de microchips.
    Los más aislacionistas y patriotas, partidarios acérrimos del presidente, a la externalización de su fabricación a los países asiáticos.
    Pero lo cierto era que el fenómeno era irreversible: Los microchips no obedecían al objetivo para el que habían sido diseñados. El álgebra de Boole, origen de los circuitos lógicos que gobernaban el flujo de los Bits y Bytes vitales para el buen funcionamiento de las redes, había perdido toda su vigencia. Las puertas SI se convertían en puertas NO, las AND en NAND, las OR en NOR.
    El comité de sabios constituido por físicos moleculares, informáticos, expertos en antivirus y hasta reputados hackers, reunidos durante días en Silicon Valley no salía de su asombro.
    Ungenio dejó caer su teoría: No era exactamente la “rebelión de las maquinas” tan vaticinada por los autores de ciencia-ficción. Era más bien como si las partículas subatómicas de los semiconductores hubieran adquirido iniciativa propia o, lo más aterrador, una especie de inteligencia selectiva que desafiaba todas las leyes de la física nuclear.
    El delegado ruso soltó un bufido: ¿Electrones, protones, neutrones inteligentes? No diga majaderías…
    El francés, algo cínico, apoyó a Ungenio: Efectivamente, se diría que es una rebelión de las partículas elementales. Tal vez las conexiones de los microchips se estén mostrando más inteligentes que las de nuestras neuronas.
    Era el caos. El mundo civilizado, privado de sus redes de comunicaciones parecía desmoronarse. Pasaron meses sin que aquellos popes de la microelectrónica encontraran ninguna solución a tan insólito problema.
    Algunos atrevidos filósofos atribuían esta rebelión de las juntas de silicio a su fatiga y hartazgo por convertirse en transmisores de tanta mediocridad, estupidez, odio y mal gusto.
    Los bancos tuvieron que volver a los viejos cajeros y contables. La industria, a los obreros manuales. La prensa a las viejas rotativas. Las redes sociales desaparecieron. La vieja, casi obsoleta cultura, experimentó un insólito Renacimiento. La gente volvió a los libros de papel, a las salas de conciertos, a los teatros, a las exposiciones pictóricas, a los cines con viejos proyectores de electrodos de carbón.
    Tras una infructuosa junta marcada por la frustración, en la que hasta se contempló la posibilidad de relegar a los irreductibles semiconductores al olvido, volviendo a las viejas válvulas de vacío o gas, Ungenio Tarconi salió a dar un paseo nocturno por la bahía. Necesitaba aire fresco.
    Atraído por la música de un cafetín portuario, entró. Pidió una copa de vino. La orquestina tocaba una melodía nostálgica, nocturna, simple. No había sintetizadores ni samplers ni ritmos sintéticos, era una melodía carnal, pegada a la tierra. No sabía si era la música o el local, pero olía a pescado rancio, a muelle, a derrota, a dolor sobrellevado honradamente. Pidió otra copa, esta vez de aguardiente y dejo pasar las horas subyugado por aquella armonía hipnótica.
    Cuando salió, un poco achispado, algo salado brillaba en su lagrimal. Hombre acostumbrado al pensamiento digital y a las conclusiones binarias, quiso atribuirlo a la brisa nocturna.
    Pero tampoco era un idiota y reflexiono: Este corazón nuestro, este tortuoso corazón nuestro siempre tendrá reacciones analógicas.
    Entonces lo vio claro: “Probablemente el silicio también se haya vuelto analógico, y cansado de tanta basura que le hemos hecho transmitir, se haya erigido en una especie de censor o déspota ilustrado. Naturalmente, esta teoría no podré exponerla entre mis colegas”.
    Decidió que jamás volvería al comité.
    Pero todas las noches volvía al cafetín del puerto. Y a la Música.

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  21. EL ORIGEN DE LOS ANGELES CAIDOS (1ª PARTE)

    “El príncipe de las tinieblas es un caballero”
    Shakespeare: El Rey Lear

    Existen muchas teorías sobre el origen de los ángeles caídos o demonios.
    Algunas, basadas en la biblia (Isaías, Jeremías, Apocalipsis) dicen que el mejor de ellos, Luzbel, ofuscado por la soberbia y atribuyéndose a si mismo los maravillosos dones que le había concedido el Creador, pronuncio el “Non Serviam” (No serviré) negándose a obedecer a su Dios. Un tercio de los Ángeles le secundaron. El resto, capitaneados por Miguel, ángel tan hermoso y dotado como el orgulloso Luzbel, tras una batalla que estremeció las esferas celestiales, derrotaron a los rebeldes, precipitándolos al abismo exterior. Desde entonces, Luzbel fue designado con el nombre arameo de Satán, “El Adversario”.
    Otras todavía mas disparatadas, apoyándose en el apócrifo libro de Enoc, aseguran que la escisión celestial se produjo cuando Dios, tras crear al hombre, decidió dotarlo de una compañera. Entonces la especie humana se multiplicó. Algunos ángeles, viendo y deseando a las mujeres que poblaban la tierra, se dijeron unos a otros: “Descendamos, escojamos entre las hijas de los hombres y engendremos hijos”. Anatematizados por su omnisciente Creador, fueron expulsados del reino celeste. Uniéndose a las mujeres de la tierra, procrearon una grotesca raza de gigantes antropófagos que sembraron la ruina y la desolación entre los hombres.
    La teoría más verosímil parece la expresada en el Reprobus Maleficarum. Se trata de un volumen del erudito musulmán Abu-Al-Suhaib vertido del árabe al latín en el siglo XIII por la Escuela de Traductores de Toledo. Según este ilustre filósofo la discordia en la corte celestial fue ocasionada por el más abstruso de sus dogmas: La Santísima Trinidad.
    Algunos ángeles, sobre todo los llamados Exterminadores, encabezados por Luzbel, se sentían íntimamente hastiados de servir a su colérico Creador. No comprendían como viviendo en el paraíso podían tener pesadillas. En efecto, soñaban con diluvios devastadores, niños inocentes achicharrados por el fuego celestial en Sodoma, centenares de primogénitos egipcios arrebatados del regazo materno por la muerte, millares de soldados cuyo único pecado era la fidelidad a su faraón, sepultados por las aguas en el paso del mar Rojo…

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  22. EL ORIGEN DE LOS ANGELES CAIDOS (2ª PARTE)

    Así, cuando les fue revelada la naturaleza indivisible de su Dios en tres Personas quedaron subyugados por la figura del Hijo.
    El Espíritu Santo era un concepto demasiado impenetrable, aun para sus prodigiosas inteligencias.
    Ellos mismos habían sido participes y ejecutores a lo largo de las edades de las indiscriminadas atrocidades perpetradas por el Padre sobre la raza humana.
    Pero el Hijo… El Hijo hablaba de Amor, de Perdón, de Humildad…
    Luzbel presentándose con sus seguidores ante el trono divino preguntó a Dios: “¿Cómo pueden convivir en una misma naturaleza un Padre tan repugnantemente cruel y vengativo con un Hijo tan misericordioso y lleno de amor?”
    Seguramente fue la voz del Padre la que le contesto: “Tu soberbia te perderá Luzbel”
    Al menos, Luzbel lo entendió así y respondió con una pregunta: “¿Es acaso soberbia aspirar a relegar al olvido tu eterna cólera y abrazar tan solo la hermosa doctrina de amor de tu Hijo?
    En la asamblea de ángeles comenzaron a oírse algunos gritos: “¡¡El Padre no!! ¡¡El Padre no!! ¡¡El poder y la gloria para el Hijo!!”
    Entonces el Arcángel Miguel salió en defensa de la unidad de su Dios increpando a Luzbel: “¡No cuestiones a tu Dios! ¿Cómo quieres ser tú como Dios?”
    Luzbel contesto, con una amarga sonrisa: “Tu, inmaculado y engreído cortesano, has dirigido los coros celestiales tocando trompetas y añafiles alabando a tu Señor. Mientras, nosotros, cumpliendo los caprichos de este malvado viejo nos manchábamos las manos de sangre descargando sobre los hombres toda clase de plagas y castigos. Así pues, toma tu partido que nosotros ya hemos tomado el nuestro: No serviremos a este Padre devastador”
    Este fue, según Abu-Al-Suhaib, el prólogo de la batalla que conmocionó los cielos durante siete días y siete noches. En el final de esta coinciden casi todos los textos: Luzbel y sus fieles fueron derrotados y arrojados a los infiernos.
    ¿Que papel que desempeñó el Hijo en esta contienda? ¿Tomó partido por el Padre o por los que reivindicaban Su doctrina? ¿Se mantuvo neutral?
    Lo cierto es que hasta hoy, ni los mas osados filósofos y teólogos se han atrevido a esbozar una respuesta a estas preguntas.


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  23. “Hoxe teño que felicitar a alguén polo seu importantísimo traballo”. E cun sorriso xa esqueceu días tristes. Xa non quería lembrar carreiras nin compromisos. Borráronse dos seus recordos aquelas camiños infinitos e sen alento para coller o autobús. Borráronse dos seus recordos humillacións, esforzos eternos cosendo corazóns e aloumiñando feridas sen complexos. Borráronse dos seus recordos miradas ferventes e esforzos sen dúbidas. ¡Que ben! Xa non volvería a usar o sorriso como tapadeira de decepcións e amarguras pasadas. Agora, por fin, chegara un recoñecemento ansiado e maldito por fugaz e inverosímil. Aparecera de súpeto, sen contar. Xamais imaxinara que aquel día podía chegar e solventar penurias pasadas ao son das ondas do poder. Desempeñou o seu traballo sendo máis eficaz. Unha comida familiar e descanso. Tarde de relax, paseos, cervexa ben fría.. e certa fachenda. A durmir, todo en orde. Felicidade.
    -Describiches moi ben o día de hoxe- dixo o terapeuta- Pero cóntame: Que fas cada día? Que fas os outros días?
    -Os demais días son muller.

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  24. SI SEGUIMOS ASÍ, VAMOS A LA RUINA TOTAL

    _Si seguimos así, vamos a la Ruina Total.
    _No es tan tarde. Yo no quiero cari, todos los sábados acabamos en la Ruina Total ¡Vamos a otro sitio! ¡Algo nuevo!
    _No, Placeres, ya hemos ido al cine a ver esa película tan larga porque has querido ¡un musical! creí que no se hacían ya. El grupo, por la hora que es, no tardará media hora en ir allí.
    _Cándido, no te quejes, has roncado lo que ha dado la gana.
    _Bueno, no había nadie en la sala. Tú has llorado todo el rato, te vi sacar los pañuelos antes de dormirme y por cómo tienes la cara… ¡pagar por venir a llorar! A quien se le cuente…
    _Prefiero llorar pagando que llorar gratis en casa ¡Llorar gratis!¡ ¿me entiendes? Ni te pago a ti, ni a mi jefe, ni a la tonta del bote del cuarto A. ¡Solo faltaba que me cobréis!
    _Venga, Placeres, no la líes. Vamos a la Ruina Total que es muy tarde y estarán todos.
    _Pero ¿no estás hartos de verlos? Los ves toda la semana en el trabajo.
    _Si, pero quiero saber lo que se cuece, lo que hablan, quiero saber a quién van a mandar a la chorrada esa de ARCO en Madrid.
    _ ¿A quién van a mandar? A Mónica, que le gusta el tema.
    _ La van a mandar porque la miran, a donde vaya, la miran y le hacen caso.
    _También, pero le hacen caso porque sabe de lo que habla ¡claro que la miran! Pero un ciego también le haría caso y tú no eres capaz de “ver” ese detalle. Estás celoso pero no empatizas con nada, no te molestas por enterarte de nada. Bueno, si, por comprar el Marca te desvives.
    _ ¡La vas a liar, Placeres! Vámonos a la Ruina.
    _No. Vamos a tu casa, te voy a contar en bajito porque me llamo Placeres…
    _Luego, ya habrá tiempo.
    La joven cedió. En el fondo se sintió humillada. En el fondo y en la superficie, si se arañaba la piel saldría la desilusión a chorro.
    Aquella noche, cuando saliese de la Ruina Total por la puerta del local, la cerraría fuerte, muy fuerte, para que se quedase dentro todo atisbo de desastre.


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  25. “Si seguimos así vamos a la ruina total”
    Pilar había escuchado una y mil veces esa frase. Sentía que formaba parte de su ADN y cada una de las células de su cuerpo habían vivido por y para ella. Cada vez que construía la idea de un nuevo proyecto, uno de esos grandes, alocados, que le acercaban a su sueño, su estómago se contraía, sentía un leve picor en la garganta y terminaba fracasando. En algunas ocasiones había conseguido llegar lejos, acercarse, oler el éxito pero por H o por B, todo se esfumaba. Y volvía a resonar la voz de su padre: “Si seguimos así vamos a la ruina total.”
    Ya no aguantaba más, esta vez estaba decidida a cambiar su suerte. “Así.-pensó. ¿Qué es así?”
    Había llenado esas tres letras de sus sueños, sus ideas alocadas, las aventuras no esperadas y todo aquello que se salía de la norma. Un “así” conectado a una ruina que no deseaba y siempre terminaba llegando.
    Respiró y entendió de golpe que lo que no tenía sentido era arruinarse a ella misma. Esa era la verdadera ruina.
    Entonces sonrió, cogió su mochila, cerró la puerta de casa y se dijo: “Pues si, seguimos así.”

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  26. OLGA MOURE
    Foto; Marruecos. 4 de Abril 2018.
    Cae la tarde en esta parte del mundo.
    Es uno de esos lugares donde la vida discurre de forma diferente; el tiempo, la edad, los oficios, el lugar que ocupa cada persona, las estaciones, los alimentos......todo es distinto y desconocido para un occidental, o eso pone en el folleto de viajes.
    Mario comenzaba así su especial periplo. Se había propuesto darse un tiempo, dedicándose, al menos unos meses, a descubrir otros horizontes y de paso, encontrarse a sí mismo.
    El día había sido agotador; el grupo se había levantado muy temprano porque, según su guía, había que aprovechar todas las horas de luz.
    Caminaron por senderos polvorientos, escalaron y superaron cumbres, sin un alma a la vista, sólo alguna vegetación en forma de arbolillos, aquí y allá, y por encima de ellos el inmenso cielo azul y aquel silencio que lo conquistaba todo.
    " Cae la tarde y la jornada esta a punto de terminar" comenta Mario en su pequeño diario " hoy hemos encontrado vida humana" relata con sorpresa " hemos visto, a lo lejos, a dos personas sentadas, posiblemente descansando sus cuerpos molidos por duras jornadas de trabajo extenuantes o, simplemente, pasando el rato, sentadas con las piernas cruzadas hablando de esto
    y de lo otro. Cubren sus cabezas y sus rostros con pañuelos, con sus propias manos. Alguna nos mira de reojo, apartando un poco los dedos de su cara, se cree que no la vemos. En principio nos parece gracioso pero instantes después no puedes dejar de pensar que tal vez se crean invisibles, ahí, mimetizadas con el paisaje, como dos serpientes, alguna incluso, parece tener su mismo dibujo en la piel.

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  27. Olga Moure. 10 de Abril 2018.
    Canción y Danza No.6. Federico Mompou.
    AMERICA
    Ramón inició una larga travesía en barco que lo llevaría hasta "La Argentina" como se refería él a este país.
    Tan sólo con dieciocho años, cogió la pequeña maleta de cartón y la llenó con su única camisa limpia y algo de comida que Rosario, su tía, le había preparado con esmero, entre recelos y lágrimas,
    " Ramón, hijo, te vas tan lejos.....!!!", le repetía una y otra vez mientras terminaba de apañar los bocadillos.
    Rosario no era su madre pero se sentía como tal. Lo crió lo mejor que supo, ocupando el lugar de la madre muerta.
    El chaval se esforzaba por explicarle los motivos de su decisión pero Rosario no los oía.
    Llegó el momento de la partida y desde el barco Ramón pudo ver, por última vez, la cara de Rosario que, desde el muelle, le decía adiós con la mano levantada y el corazón hundido.
    Fue una travesía larga e incómoda pero llena de expectativas, de ilusiones, de sueños mil veces imaginados. Una travesía que le llevó buena parte de su vida; unas veces con el viento a favor, otras con verdaderas tempestades en contra, todas más o menos superadas.
    Rosario, cada cierto tiempo, recibía cartas de su sobrino . En éstas, Ramón le describía, al detalle, todo lo que sus ojos veían " Tía, ni te imaginas como es La Pampa, con esas inmensas llanuras donde no puedes distinguir,
    a lo lejos, el cielo de la tierra porque se confunden.....!!!!
    Rosario esperaba con ansia cada carta como si de un gran acontecimiento se tratara. Terminaba la faena del día y a media tarde, se sentaba junto al fuego y las repasaba, despacio, con deleite. En silencio, las agradecía, porque con las alas de sus cartas, pudo atravesar, desde su sillón, todos los cielos de América.

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  29. Titulo: LA SOMBRA
    A Teresa la habían encargado, desde su editorial, una segunda novela. La primera había sido un éxito de ventas y la editorial quería aprovechar " el tirón".
    Teresa, que había terminado la promoción de su primer trabajo hacia apenas un mes, se encontraba agotada,seca de ideas y con ganas de descansar de todo y de todos. Necesitaba anclarse a su rutina, volver a la normalidad.
    - " Pero los compromisos son los compromisos" se decía, convenciéndose, mientras pensaba en organizarse y recomponerse de nuevo.

    Frente al portátil comenzó a escribir los primeros borradores, borradores que terminaban todos en la papelera de reciclaje.
    Se sentía un poco perpleja, desconcertada; a diferencia de su primera novela en la que las ideas fluían con una facilidad asombrosa, en este trabajo no estaba ocurriendo lo mismo; sentía como si por el camino, le estuviesen poniendo constantemente "palos en las ruedas".

    Entonces lo vio todo claro.

    El villano también apodado " la sombra" no le dejaba avanzar, le provocaba problemas y crisis de las que salía con mucha dificultad.
    - " Eso era! - exclamó Teresa
    - " Por fin te conozco - decía sorprendida.
    - " Por fin sé cómo actúas"!

    A partir de ese momento se unió a su enemigo siguiendo una máxima muy antigua y sacó adelante un trabajo muy diferente al primero.

    " La mejor novela de género negro de los últimos tiempos" dirían los críticos más especializados.

    Su editor, al terminar de leer el borrador definitivo, la miró a los ojos y estalló de júbilo;
    - " Buen trabajo Teresa!!! Sólo falta que le pongas un título".
    Teresa ya había pensado en eso. La llamaría " El Villano" en honor a su mayor enemigo, a su mayor "espoleador".

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  30. 15 Mayo 2018. Canción; Venti quatro mila baci. (Adriano Celentano).

    Titulo; ENSUEÑO

    Desde hace unos días, en el pueblo de Positano no se veía más que trasiego; todos sus habitantes se encontraban ocupadisimos organizando el día de su Fiesta Mayor en honor a alguna figura religiosa, no recuerdo muy bien cuál....
    Se colgaban farolillos de colores en la Plaza del Ayuntamiento, se acomodaban numerosas sillas para poder ver bien los espectáculos que se celebrarían encima de aquel impresionante escenario, sonaban por sus altavoces canciones alegres, apasionadas y las callejuelas se engalanaban con miles de bombillas.

    Yo, un turista despistado, había llegado casi por casualidad a este pequeño pueblo pero recuerdo, con nitidez, que lo que más me llamó la atención fueron sus casas con bóvedas de colores y su cercanía al mar. Recuerdo que sentía un vértigo inmenso al ver que las hermosas viviendas se construían al borde mismo del acantilado, de las colinas, rozando casi el cielo con sus cúpulas.

    Era una fiesta para los sentidos caminar a media tarde, con parsimonia, entre sus callejuelas. Se convertía en una maravillosa experiencia; multitud de olores que venían directamente de las cocinas de las casas, salían a tu paso y te envolvían, preparándote para lo que seria una auténtica celebración de la vida.

    Ahora, después de sesenta años, sigo manteniendo en mi vieja memoria aquel lugar de ensueño que no parece real mientras estás allí, pero que se hace real en la nostalgia, cuando ya te has ido.

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  31. ESCALERA DE CARACOL

    La soñé.
    Me vi pequeña.
    La soñé abierta, alta, sugerente.
    La soñé perfecta.
    Desperté. No supe cuándo.
    Desperté para levantarla.
    Lento. Rápido.
    Peldaños rodeando un eje: ¡el alma!
    Y al sumarlos la formaba.
    Subí alegre, triste,
    subí sola, acompañada,
    subí peldaños que no quería.
    Subí la escalera y me vi más alta.
    La miré,
    arriba futuro, abajo pasado.
    Me pareció ver el fin: ¡una luz!
    Una pesadilla.
    Miedo. Sudo.
    Mi alma es menos escalera
    y yo soy más caracol.
    Pipipipí…pipipipí…pipipipí

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  32. LA ESCALERA DE CARACOL ( Los cuadros magníficos)

    -"Mamá"- preguntaba Anton con los ojos muy abiertos. - " Qué son estos cuadrados con colores dentro?"- Sara, que se encontraba absorta contemplándolos, no había escuchado la pregunta que le hacía su hijo de seis años.
    - " MAMA!!!!"- gritó Anton para llamar la atención de su madre. Sara despertó de su ensimismamiento y el niño volvió a preguntarle con insistencia - "Qué son esos cuadrados con colores dentro?

    Sara, por un instante, no supo que responder pero Anton, que ya tenía cara de enfurruñado, no le iba a permitir a su madre más " viajes introspectivos".

    "-No son cuadrados Anton"- le respondió Sara. "-Son cuadros"- " Cuatro cuadros".

    Sara volvió de nuevo su mirada hacia éstos y vio el conjunto, el todo. Ya las partes habían quedado indefinidas. Veía la fuerza, el simbolismo, como si se tratara de una única pieza, compacta, entera, acabada.

    - "Mamá"- preguntó de nuevo Anton con una vocecita que rayaba ya en el histerismo"- " Por qué son cuatro?"- Sara volvió a despertar y miró a su hijo que esperaba impaciente una explicación convincente.

    "-Cuatro?"- le preguntó su madre como si su hijo tuviese la clave, el significado final.

    "-Si mamá"- respondió Anton que fue señalando, uno a uno, con su dedito cada uno de los cuadros - "-UNO; el gorro de Santa Claus que olvidó en el suelo, DOS; las carreteras peligrosas, una más que otra, TRES y CUATRO; forman una seta que es la casita de los duendes.

    Sara recordó, con media sonrisa, aquella célebre frase de un excepcional poeta español (*) " En la infancia vivimos y, después, sobrevivimos".


    (*) Leopoldo Maria Panero (Madrid 1948-Las Palmas de Gran Canaria 2014).

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  33. A miña “escaleira de caracol” está baseada na obra da rapaza coa que traballou a pintora, coas súas características peculiares. A ela vai dedicado o texto e en especial á autora por achegar o seu mundo ao doutras xentes que non teñen doado o seu paso pola vida. Tamén é unha pequena homenaxe ás persoas que traballan nos museos, facendo posible que nos acheguemos ao arte e poidamos desfrutar cos nenos e coas nenas de moitas visitas e interpretacións.

    ESCALEIRA DE CARACOL
    Chegou de mañanciña. Os primeiros raios do albor quentaban os carreiros polos que transcorrería a súa vida, Un berro, un choro, un laio, unha vitoria de ilusión temerosa.
    E comezou a súa andaina.
    Dende sempre, a luz, radiante, guiou os seus pasos. Luz que se expandía e asolagaba de ledicia os soños dos seus.
    Pero un camiño de vida nunca é doado, e ela loitaba por facerse ver.
    Agora a súa obra estaba no museo, pero non decorando impasible calquera estancia. Penduraba do branco e cotizado espazo da parede principal, a da entrada. Mais... había algo que diferenciaba esta exposición: os cadros sucedíanse no tempo e marcaban unha traxectoria de vivencias, loitas e superación. Unha tela opaca tapaba os cadros. Descóbrese o primeiro e obsérvase. Logo o segundo...ata chegar ao cuarto.
    -Que será o primeiro cadro?
    -Será unha festa! Semellan serpentinas colgando dun teito.
    -Non... son raias no chan para xogar e pasear os coches. Iso é: son as pistas de rally para facer carreiras.
    -Xa o teño! Son serpes arrastrándose.
    María e Pedro, sentados no chan do museo, cavilaban no cadro e o seu maxín ía dando forma a diversas historias.
    -María, xa sei o que significa: a autora vai por un camiño acompañada de seus pais. Podemos inventar unha historia do paseo.
    -Pedro.. e se é a autora a que quere ir a algún sitio, e non da chegado e volve a intentalo de novo?
    -Pois si, o último camiño xa parece máis lixeiro. As curvas están máis abertas.
    Este intre foi aproveitado por Marta, a mestra do museo:
    -Pois xa estamos preparados para pasar ao seguinte cadro.
    E María e Pedro abrían os ollos e as entendedeiras:
    -Hai un sol!
    -E máis cores.
    E os camiños fanse máis curtos.
    É unha festa de aniversario!
    -Invitou aos amigos e ás amigas.
    -Son diferentes. Distintas formas e distintas cores.
    -Ao mellor hai quen non corre.
    -Pois igual non, pero fan da festa verdadeira ledicia de vida.
    E Marta abriu un chisco máis a cortina. O terceiro cadro era diferente.
    -A autora ten un pesadelo grande.
    -Non, oh, é ela que busca diferentes saídas.
    -E pode ir por moitos carreiros.
    -E non hai barreiras nin silveiras que atranquen o paso.
    E así, chegou o último cadro.
    -Si, si a vitoria!- dixo María.
    -Está claro: é un ser fantástico que pode con todo.
    -Marta, ti coñeces a autora?
    -Pois claro...
    E, abrindo unha porta, fundíronse nun abrazo e nun bico eterno, entendendo o título da obra: “ESCALEIRA DE CARACOL”, que sube cara as estrelas nunha viaxe pola vida.



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  35. (Sobre una pintura de Berta Caccamo)

    EL FINAL DE LA ESCALERA

    Los colores no son materiales, tangibles.
    Pero las cosas materiales, cotidianas, adoptan colores.
    La tierra y las heces adoptan el llamado marrón.
    Nuestra sangre, nuestras vísceras adoptan el rojo.
    Nos enseñaron, más bien nos contaron, que hay algo intangible, instalado en lo más ignoto de nuestros innumerables rojos, que nos empuja, abandonando los mezquinos marrones a penetrar el blanco del inconcebible Absoluto.
    Y llenos de alegría asaltamos la escalera porque en su final, muy allá arriba, creemos adivinar ese blanco, suma de todos los colores.
    Pero, oh, sus policromos peldaños son parecidos a la tierra.
    Predomina el detestable marrón y tropezamos con otros rojos, ilusos compañeros de viaje.
    Solo algunos amarillos, esos inescrutables amarillos de los que nos revestimos suplantando al inexistente verde de la esperanza, nos empujan a continuar la fatigosa ascensión.
    Subimos, subimos, subimos…
    Pero cuando creemos llegar, al levantar la vista, el blanco ha desaparecido.
    Solo hay un nuevo e inesperado invitado: El negro, esa ausencia de colores, que se ensancha hacia el infinito.
    Y exhaustos, al fin nos deslizamos por él hacia la Nada.
    Una vez aniquilado el rojo, tal vez la confortable insensibilidad del negro resulte preferible al abominable marrón.

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  37. Berta Cáccamo
    Escalera de caracol, 1996


    Nunca supe quién había colocado allí aquella escalera. Yo todos los días hacía el mismo recorrido, todos los días pasaba por ese camino, todos los días a la misma hora, y las únicas diferencias entre unos días y otros no las marcaba yo sino las estaciones. Pero un día apareció aquella escalera, como un caracol gigante en medio del campo.

    Los peldaños no tenían barandilla para agarrarse, ni tampoco había un eje central sobre el que pudieran apoyarse. Los peldaños simplemente subían en una espiral continua.

    Y comencé a subirla.

    Desde el primer tramo de las escaleras vi la primavera en el momento en que una flor blanca y roja, con forma de globos casi transparentes, se había soltado de su ramo y volaba hacía el cielo, como si se estuviera fugando.

    Luego subí otro tramo de la espiral y vi el verano tapizado de rayas, como surcos en la tierra, sin comienzo ni fin.

    Ya estaba cansada pero seguí subiendo buscando el otoño. Y lo encontré, más hermoso que nunca. Todo el campo estaba amarillo. Solo distinguí una burbuja, tan roja que parecía hinchada de pasión.

    Cuando llegué al último tramo de las escaleras un viento huracanado empezó a oscurecer el campo y luego el aire. Y antes de darme cuenta me llevó volando, no sé a donde. El viento era de color verde, muy oscuro, el color del mar en invierno, el mar de Coruxo.

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  38. Humilde homenaje a Berta Cáncamo y su Escalera de caracol, 1996.

    Desde pequeña tuve fascinación por esos animalillos que se arrastran, que reptan con su casa a cuestas. Viajeros en su propia cadencia, ni lento, ni rápido, aislados de los ritmos ajenos. Transitan tierras ocres, rojas, al fin caminos de tierra. Sus juegos de escondite, abrazando el amarillo del sol, descubriendo el negro de su cueva. Estoy, no estoy, luz y sombra.

    Desde pequeña los observaba y me observaba. Salir y entrar, subir y bajar, jugar al escondite, a mi propio ritmo, con mi casa a cuestas.

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  39. ESCALERA DE CARACOL ( Berta Cáccamo)

    Cuando llegó al puerto de Vigo casi de madrugada acompañado de sus padres, los tres se quedaron silenciosos contemplando el enorme “bulkcarrier” el Castillo de Quermensó, cuyo estado era lamentable.

    Nadie lo estaba esperando, dio un largo paseo por el muelle buscando a alguien a quién poder preguntar y lo primero que apareció fue un perro correteando a lo largo de toda la cubierta del carguero y un marinero llamando –¡¡Lola, Lola!! – . La madre suspiró silenciosa quería estar serena contenida, no aumentar con su emoción la inquietud del momento. Miró el cielo que dejaba ver todavía una luna adornada con una graciosa nube pompón, sonrosada.

    Cuando Pedro tuvo al marinero a una distancia asequible elevó la voz y se presentó – soy el alumno en prácticas, ya me dirás por dónde puedo subir –. El marinero dijo – yo soy Pepe y ella Lola. Llegaste temprano, pero puedes subir cuando quieras allí tienes la escalerilla, todavía puedes estar un rato con tus padres, ¿por qué son tus padres no? – Si, me despido y ya subo. – Pega un grito si necesitas ayuda, Lola nos avisará y te echamos una mano con los bártulos–.

    Había llegado el momento de la despedida y la madre miró aquella cubierta sembrada de contenedores de muchos colores, que no significaban nada para ella, volvió su mirada al cielo, todo él cambiara de color, estaba ya de un amarillo ocre anaranjado y el sol se asomaba con un rojo rabioso ansioso de amanecer.

    Los tres sonreían la despedida fue tranquila intima, como pactada. Pedro subió por la escalera que no era de caracol y que pasaba totalmente desapercibida, desapareciendo de su vista lentamente. Cogidos de la mano esperaron y cuando el barco zarpó en el horizonte solo quedaba una enorme chimenea humeando espirales de escalera de caracol, que simulaban un castillo partido en cuatro cuadriláteros que parecían un cuadro con destino a Bangladesh.

    El 30 de Enero de 2002 el buque “Castillo de Quermensó” que lució la popa del Urquiola quedó varado en la orilla del desguace en Chittagong.

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  40. “”E L C A M I O N R O J O “”

    El transporte no era el más adecuado pero si quizá el más decorativo. Nunca se había planteado conducir un camión de cuatro ejes y para más “inri” rojo, rojo pichón. Parecía un dandi vanidoso paseando por el jardín de los deseos su colorida cola de pavo real, pero sin público.

    La carretera árida solitaria y miedosa pero muy bien señalizada con buen firme parecía una autopista en el desierto. Todo eso la favorecía teniendo en cuenta que con el carnet de 1ª Especial pero sin ninguna experiencia lanzarse por aquella solitaria estepa no era lo más sensato.

    Lo más arriesgado del trayecto era sin duda la velocidad interior de su conductora, la huida suicida que le estaba imponiendo a su familia.

    Era una mala gestora del amor y peor del desamor.

    Detuvo sus pensamientos. Fijo su mirada en el chivato de la gasolina y oteo las señales que iban surgiendo en su rápida conducción, respiró: a 8 km se anunciaba un área de Auto Servicio completo: gasolinera, restaurante, área de esparcimiento. Podía echar una cabezada lo tenía todo a mano. Pararía a repostar, a comer algo y quizás con suerte lograría refrenar el ímpetu de su carrera y meditara en lo que dejaba atrás y lo que tenía por delante.

    ¿Qué pensaría su hijita, como llevaría su ausencia en el colegio cuando empezaran a preguntar que le pasó a la cuidadora del comedor, estará enferma? Su niña se encogerá de hombros desconcertada y dirá, no lo sé; se le habrá hecho tarde, llegará pronto. Ella, Sabela, será la primera en notar su ausencia.

    Su hijo Ricardo ya un adolescente con algo más que pelusilla en su labio superior se daría cuenta de su desaparición cuando ella no respondiera a su timbrazo en la puerta del portal al medio día.

    A su niña aún se le podía contar una milonga a su hijo no. Ricardo pasados los primeros momentos tendría conciencia de que algo serio les estaba pasando a los tres. Su madre pasaba por un mal trago, algo raro él no entendía nada, pero las alarmas habían saltado.

    Toda esta película la contempló en el restaurante sentada al fondo cerca del único teléfono del salón y sintió que las lagrimas y la impotencia la asfixiaban. Estaba pillada, encadenada, secuestrada por el amor, ella no les podía fallar.

    Pagó y salió del restaurante con paso resuelto. Ya en la calle recobro su valentía a la fuga retomo su mirada perdida desdibujada y se subió al monstruo rojo, rojo pichón; giró lentamente haciendo una maniobra medida y se dirigió rumbo a su vida, quería llegar a la hora del postre y sobre todo, a la hora de abrir la puerta del portal de su casa.

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  41. (Sobre “La escalera de caracol”, una pintura de Berta Cáccamo)

    UN MAGO EN EL MUSEO

    El cuadro se titulaba “Escalera de caracol”.
    Compuse la consabida pose crítica, tomando la barbilla entre el índice y el pulgar, entornando los ojos y tomando la distancia adecuada. Pero he de confesar que no veía ninguna escalera ni ningún caracol. A lo sumo unos peldaños coloreados.
    Entre divertido y escéptico, de mis labios se escapó algo parecido a un discreto “Pffffff…”
    Entonces estalló la magia: Merlín puso la mano en mi hombro y me dijo: “Sube”
    Y obedecí.
    No intentéis explicaros nada, ni que pintaba Merlín en un museo de Arte Contemporáneo ni mucho menos su relación con el genoma. Pero lo cierto es que ante aquella indescifrable lona, comencé a ascender las espirales de mi ADN.
    Los genetistas representan la sucesión de bases nitrogenadas que lo componen como peldaños policromados que unen dos espirales. Adenina, Guanina, Citosina, Timina, cada una tiene su color.
    Imaginaos el vértigo de la ascensión: cada peldaño consta de dos segmentos, cada uno de un color, componiendo una sucesión ascendente e inextricable… o no. Porque, bañado en un sudor frio, comprendí que desde el primero - ¿Merlín, que me has hecho? - mi cerebro iba registrando minuciosamente, en riguroso orden, cada uno de los pasos.
    Ignoro el tiempo invertido en subir y bajar aquella innumerable escalera.
    Solo sé que al descender del último peldaño volví a sentir una mano en mi hombro. Esta vez no era la de Merlín. Tan solo era la de una empleada del museo que amablemente me indicaba que era la hora de cerrar.
    Abrumado por el peso de aquel aluvión de información regrese a casa. Me metí en la cama, dando a mi asombrada mujer la peregrina excusa de una jaqueca. Pase la noche en una especie de duermevela analizando la incontable sucesión ascendente y descendente de los peldaños. No eran secuencias desordenadas ni caprichosas. Cotejando ambas trayectorias estas coincidían incontestablemente.
    Desde entonces pasaba las horas muertas en el museo ante el cuadro esperando una explicación a tan extraño fenómeno. Esperando a Merlín. Pero la única mano que se apoyaba en mi hombro era la de la paciente empleada que a la hora del cierre me echaba todos los días.
    Cuando, con el paso del tiempo comenzaba a desesperar, con la mirada clavada en la parte del cuadro que representa una mancha roja sobre la superficie amarilla, supe, si, supe que aquellas formas, todas las que constituían el cuadro, las había visto reproducidas en otro lugar…
    ¡¡¡Oh cielos!!! ¡¡¡Estaban una por una, con sus colores y formas exactas, entremezcladas con los símbolos astrológicos y cabalísticos que aderezaban la raída túnica que vestía el mago en su fugaz visita!!!

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  42. Continuación de UN MAGO EN EL MUSEO

    Mis especulaciones sobre si Merlín era plagiario de la autora del cuadro o viceversa se tornaron ociosas ante una nueva revelación aún más inquietante, producto de mis frecuentes duermevelas: Una noche supe que también podía descifrar el código genético.
    Y descubrí que mi genoma se correspondía, punto por punto, base por base, con el de un psicópata asesino.
    Ahora que los tres términos de la revelación de Merlín se han completado, mis duermevelas han pasado de especulativas a medrosas. Siempre fui un tipo tranquilo y apacible, pero ahora temo por la vida de mi mujer, mis hijos y allegados, y hasta por los afables empleados del museo.
    El tiempo en el museo es cada vez más reducido, porque paso muchas horas en casa, encerrado en mi despacho, efectuando exhaustivas mediciones de mi cráneo y mis rasgos fisiognómicos, buscando algún atisbo de criminalidad en mí que confirme el implacable dictamen del código genético. He leído minuciosamente los trabajos de innumerables estudiosos de la morfología humana en relación con la conducta y el crimen, desde el obsoleto Lombroso, pasando por el atroz Doctor Mengele, hasta los más actuales y no he sido capaz de encontrar ningún rasgo que me acuse.
    Pero el maldito genoma…
    Ese nefasto factor solo se manifiesta en el museo. A veces experimento un irrefrenable instinto asesino, una tormenta de cólera en las sienes, una oleada de furor ante el cuadro.
    Es cuando imagino al taimado Merlín, con su risilla sardónica mofándose de mí, mientras asciende la escalera de caracol de su torre en el ignoto Camelot.

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  43. LA ESCALERA DE CARACOL
    BERTA CÁCCAMO

    Los cristales nacarados con algún reflejo amarillo del atardecer fue lo que más nos llamó la atención cuando vimos la casa desde lejos.
    Al llegar confirmamos la singularidad del edificio.
    La puerta de entrada era cuadrada, de madera, sin ningún tipo de moldura, sólo un pomo redondo y rojo que no giraba. La puerta se abrió cuando lo presionamos.
    Entramos en una estancia llena de escaleras horizontales. Sí, horizontales. Unas escaleras que ni subían ni bajaban. Unas escaleras blandas con peldaños de colores. Cada vez que pisábamos un peldaño con intención de subir, este se aplanaba. Avanzábamos en horizontal pero nunca en altura.
    Así llegamos a una estancia con paredes pintadas de amarillo. En el centro, una mesa roja con forma de óvalo irregular.
    Continuamos pisando peldaños con la curiosidad de ver otras peculiaridades de la casa hasta llegar al final del pasillo. En la última habitación, una pizarra negra sobre un caballete. Por detrás, una frase escrita.
    ¡Años llevo tratando de evocar aquella frase que entonces me pareció tan redonda e importante!

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  45. Berta Cáccamo
    Escalera de caracol, 1996

    Cuando salió del vientre de su madre, el pequeño Brais no lloró, no protestó por salir de aquella cuna de agua que lo mecía despacio, sin pausas. Nadie, ni siquiera el médico, lograba explicar cómo había logrado llevar a término ese viaje de nueve meses. Pero así fue. Y cambió su cuna de agua por otra llena de amor y ternura, porque así eran los brazos que lo cogieron al nacer: los de su madre. Su vida fue discurriendo lentamente, más lentamente que la de otros niños. Pero eso no parecía importarle porque ella había buscado para él formas inagotables de subsistencia, caminos cortos, alegres, llenos de diversos colores que lo estimulaban intentado despertar su cerebro casi dormido. Cuando salía al jardín se quedaba quieto durante unos minutos buscando la caricia cálida del sol y el abrazo de la brisa que se colaba entre los árboles Era entonces cuando sonreía y cuando su madre, contemplándolo, era más feliz. Pero ahora ya no había sol, ni brisa, ni abrazos. Ahora había paredes que se tornaban oscuras al acabar el día. Y un pequeño patio sin árboles al que Brais únicamente podía salir unas pocas horas al día y donde su madre ya no podía contemplarlo.

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  46. EL CAUDILLO

    Dentro del oscuro y solitario féretro yacía el Caudillo. Nunca había podido conciliar del todo el llamado sueño eterno. Demasiados muertos. No se podía hacer una tortilla sin cascar huevos ni se podía salvar una nación sin traumas, se justificaba sin demasiada convicción. Pero eran demasiados muertos. Su propia memoria, no sabía si histórica, objetiva o subjetiva, lo atormentaba. Y más ahora, cuando a su oscuro e incierto reposo llegaban voces, proyectos exhumatorios que pretendían importunarle. A él y a los suyos… ¿Cómo se atrevía aquella caterva de masones, rojos y judíos a turbar sus pesadillas?
    Ah, pero la memoria también tenía sus cosas gratificantes. Y reía. Sus aduladores siempre le habían regalado los oídos alabándolo como un gran estratega y ahora recordaba su última jugarreta y reía.
    Su última batalla no la había librado entre el fragor de cañonazos, fusilería, lamentos de heridos y proclamas patrióticas, sino en el siniestro escenario de una sala de cuidados intensivos, entre jadeos de respiradores, bip-bips de monitores, borboteos de oxígeno y sueros. Allí, con su débil vocecilla, había convocado a su exiguo estado mayor: su ya inmediata viuda y su hija. Le acercaron el brazo incorrupto de la santa. “No, tontas” musitó irritado apartándolo y, con un hilo de voz, dio sus últimas órdenes. No sabía si estratégicas o meramente sentimentales pero él siempre se había dejado llevar por la intuición.
    ¡Que sorpresa se llevarían cuando, tras levantar la pesada losa de granito del monumento en la sierra, vieran que el ataúd estaba vacío!
    Aun mayor sería la sorpresa que se llevarían cuando tras tomar posesión el “Pueblo” -¿Qué era eso del Pueblo?- encontraran oculto en lo más recóndito del Pazo que había sido de Doña Emilia y luego suyo un féretro idéntico, este sí habitado por su condecorada momia.
    Porque, que carallo, él siempre había querido descansar en su tierra.

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  47. Muy bueno Ovidio!
    Jajaja, no me extraña que pasaran de publicarlo!

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  48. VIDAS

    Era inverno. Facía frío, moito frío. Había auga. Moita auga. Só recorda que saíu só, daquel acubillo nos fondos do barco, e quixo conquistar a liberdade naquel peirao. Non veu as xentes. Non se decatou de que todos o miraban. Só corría consumindo o último alento. Só corría sen ir a ningún sitio. Foron intres eternos no seu maxín de neno. Pero tamén tiña medo. Moito medo. Medo a estar só. Medo a morrer de fame. Medo ao descoñecido. Fora unha viaxe programada pola súa nai. Ela levouno ata a barca de goma que lle daría a oportunidade de achegarse ao gran mercante. Ela despediuno moi leda, cun enorme sorriso na súa cara de moza. Pero o neno sabía que as bágoas esvaraban pola pel escura e fermosa nas últimas noites na cabana. Había miseria. Moita fame. Pouca saúde e menos posibilidades de vida. E ela renunciou ao fillo. Foi quen de desprenderse do neno agardando para el un mundo mellor. E el seguía a correr polo peirao esgotado, agardando chegar á salvación.
    Co tempo soubera que, na realidade, só percorreu media ducia de metros antes de caer ao chan desmaiado. A súa vida non fora doada. Xentes de distinta cor. Obrigado a vestir teas tesas que tapaban o seu corpo. Miradas dos nenos e nenas inquisidoras. Adultos que arrastraban con forza as mans dalgún cativo que quería xogar con el no parque.
    Pero fora afortunado. Sentíase libre. Era forte. Agora estaba no peirao e agardaba. Lembraba as andainas do seu vivir. Lembraba as orixes e o renacer na cidade de acollida. Estaba agradecido. Estáballe agradecido a ela, á cidade á que chegara por erro. Cando naquel luscofusco dou un chimpo para acadar o chan do peirao, pensou que estaba nunha cidade do norte de Francia, ese era o seu destino. Alí non tería tantos atrancos co falar, alí todo sería máis doado. Pero non. Cando se meteu no barco grande, entre a brétema e as primeiras luces do albor, trabucouse de cargueiro. Agora pensaba que fora marabillosa a equivocación. Estudara moito naquel centro de acollida. E tiña un traballo axeitado. Explicáronlle na escola que Marineda era un nome ficticio, froito da imaxinación e do bo escribir da pluma dunha escritora. Pero a el gustoulle tanto que, agora, Marineda, a súa pequena filla, alborotaba e tiraba da súa man sinalando ás xentes que baixaban do transatlántico. E alí estaba ela, ergueita, co enorme sorriso que lembraba. A cidade como testemuña do enorme abrazo e das bágoas, agora de emoción, que mollaban a pel negra da nai e avoa.

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  49. LATIDOS ETERNOS


    Y, con aquella melodía en la vieja radio, Virtudes lo miró:
    - ¡Vamos, Pepe, es nuestra música! La bailamos en Santa Margarita la primera vez. ¿Lo recuerdas?
    Con aquella canción de fondo danzaron los recuerdos y las imágenes de antaño. Se habían conocido un atardecer, cuando las jóvenes paseaban su donaire y sus risas por la Calle Real. Ellos estaban al fondo, esperando la oportunidad de conquista. Habían aparcado su uniforme militar y aparecían, caballerosos, con su impecable traje de domingo. Sus miradas se cruzaron. Sus ojos rieron marcando un camino de vida y de amor. Pasearon años, ciudades y países. Cada poco regresaban a su casa. Por unos días vivían sus orígenes bebiendo los olores, embriagándose de los sonidos, desde cualquier pensión de la ciudad. Ellos, los dos, volvían a casa sin tener más hogar que la ciudad misma. No necesitaban propiedades, decían, absorbían cada rincón, cada piedra, cada ola y cada marea enriqueciendo su historia más y más.
    La primera vez que salieron solos, sin testigos, sin importarles ya las miradas inquisidoras de aquellas tías guardianas, fueron a la fiesta de Santa Margarita. Se extendían las meriendas en el campo, así, naturalmente, como si hubieran brotado cestas y manteles de cuadros de la tierra. Conservaba fotos en las que aparecían riendo, tumbados en el campo, en blanco y negro. Así era su lugar. Y bailaron el pasodoble, saboreando los primeros contactos de su piel ansiosa y juvenil.
    Ahora, sentados en la comodidad de su casa andaluza, en la vieja y soñadora Granada, volaban los olores a sal y a luz de aquellos atardeceres plenos en su vida.
    ¡Ay, aquella música que seguía sonando tenía el poder mágico de transportar en el tiempo y en el espacio dos corazones lentos, agotados, que consumían su ritmo siempre sonriendo!
    - No. Tú no eres. Allí, en aquel baile, estaba otra mujer. Una joven guapísima con la que me casé un mediodía de septiembre. En el lugar ideal, a las puertas de la Iglesia del Carmen, aguardé a mi compañera. Tú no eres. Tú eres vieja. Tú tienes arrugas.

    Y Virtudes lo miraba, comprendiendo a medias, intentando explicar, mientras, ante sus ojos, recorrían cada una de las plazas y paseos. Ocurrió en el Parrote, mirando al mar. Detrás estaban los jardines más hermosos. Delante el futuro, que, como las olas, danzarían juntos e inseparables. Habían decidido gastar cada amanecer y cada ocaso mirándose a los ojos. Sólo la ciudad, sólo la ciudad entera y el mar fueron testigos de su compromiso.
    Y Pepe, en su ensoñadora y consumida juventud, seguía reviviendo:
    -Yo estaba delante de la iglesia, contento, serio, digno, con mi traje del mejor sastre, confeccionado con esmero para el evento. Mi madre me acompañaba nerviosa, inquieta, con su gracia andaluza enfundada en aquel vestido negro. Las jóvenes casaderas pasaban por allí. Se reían. Nerviosas y tímidas, un tanto avergonzadas, se acercaban y me tiraban de la chaqueta. Era costumbre de la época: si tiraban de la chaqueta del novio, se casarían ese mismo año. Se alejaban riendo. Fueron minutos eternos hasta que apareció ella. Con su vestido de novia blanco. Era la joven más guapa que había conocido. Y me iba a casar con ella. Fue muy buena. Ya no está.

    - Pepe, soy yo, tu Virtudes. Tu novia morena. Yo soy la joven y la vieja arrugada. Tu compañera, tu amada.


    El pasodoble seguía sonando interminable. Él entonces la vio. Reconoció sus ojos y su sonrisa. Se puso de pie tembloroso y juntos danzaron al viento hasta Marineda, su vieja y mágica ciudad.
    Devoraron instantes con ansia y consumieron sus últimos suspiros viviendo cada piedra de su trayectoria.
    Marineda, testigo de su amor.

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  50. LA HERENCIA PARTE I
    “Blanca se sentía pesada en aquella tarde de tormenta, su avanzada gestación apenas se disimulaba con su mejor ropa de faena.
    El cansancio de varios días de preparativos, nervios y cambios previos al convite nupcial de la hija de sus señores, un calor exagerado y el efecto del vino en los comensales parecían marearla a ella. Con la cafetera en la mano notó sorprendida como se le endurecía el vientre, de la impresión derramó el líquido, más cargado de lo habitual, en la mejor mantelería de hilo de la Casa de Penedo. La señora y su consuegra con gritos y humillaciones le afearon la mancha del tejido y la de su vida: ser madre soltera.
    El primer trueno distrajo a las arpías, se le aflojó el cuerpo y Blanca tomó decidida el camino a su casa, tampoco encontraría compresión pero el reproche consistía en el silencio. La segunda contracción y el miedo trajeron el llanto. El plomizo cielo también derramó sus lágrimas.”
    Un fogonazo de luz entró por las ventanas del salón para iluminarlo por completo, interrumpió la noche y mi texto para pasar en un segundo a la oscuridad más absoluta y a un estruendo fantasmal, inusualmente largo. Ni se recuperó la pantalla de mi ordenador ni la cadencia rítmica de luz de la Torre de Hércules que cada veinte segundos acompañaba mi insomnio. Sorteé mis muebles de memoria para asomarme a la ventana, Monte Alto se había ido a negro y una alarma antirrobos anunciaba su engaño con una sirena apremiantemente inútil. Arreciaba la lluvia y cerré las ventanas, a tientas busqué el sofá pensando en si Blanca podría parir aquella noche. Confié en que sí y mientras decidía el futuro de la muchacha, sentido del oído alerta, el inconfundible sonido de los bomberos me tranquilizó y milagrosamente me dormí.
    Me vi en una iglesia tan desconocida como humilde, unas pocas velas votivas a los pies de la Virgen del Carmen, un olor auténtico a cera me trajo un sentimiento familiar quizá de una infancia que no recuerdo. Una joven se confesaba a un sacerdote anciano y yo no podía evitar oír lo que el sigilo sacramental obligaba a silenciar para siempre, también a mí según Derecho Canónico. No pecaré pues, repitiendo la conversación que tras la absolución se produjo: “¿Hija, me pides que mienta sobre tu virtud?” “¿No acabo de reconciliarme con Dios, Don José? ¿O miente Usted? Necesito que me haga esa carta de credenciales para que me acepten en alguna casa a servir, me iré a Coruña, ahora también puedo colocarme como ama de cría en alguna buena casa si es que existe la generosidad y aceptan a mi pequeña. Hágalo por mis hermanas pequeñas y por mis padres, tal vez alejándome de este pueblo, aliviaré su vergüenza. No le pido que ponga que soy soltera ni soy viuda, solo que diga que soy trabajadora y honrada”.

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  51. LA HERENCIA PARTEII
    La televisión recuperó un volumen exagerado y unos tertulianos debatían desatendiendo el orden que requerían sus corbatas. Desperté sobresaltada, a la vez que fui consciente de que soñaba me di cuenta de la consecuencia del apagón, corrí a mi ordenador, reinicié y comprobé que no había guardado nada del texto que escribía, el rayo certero que había apagado al imponente faro romano había borrado mi humilde desahogo literario. Las recomendaciones de mi vecino informático de instalar un congelador de disco duro para no acumular la basura que deja la navegación por la red lo hicieron irrecuperable. Es más, lo había borrado de mi memoria, quise reescribirlo y no pude ni repetir el nombre de la protagonista. Eran las cuatro de la madrugada, quedaban largas horas de noche. Debía iniciar otro cuento.
    “Doña Amalia había dispuesto la compra de una gallina vieja para hacer un buen caldo. La señora Juana, persona de su total confianza se encargaría, no era compra para cualquier criada novata. Recorridos todos los tinglados y casetas del mercado de San Agustín sin encontrar pieza merecedora de la calidad requerida para reconfortar a la recién parida hija de la Condesa, con desgana caminaría hasta Santa Catalina. Una joven la seguía, la señora Juana instintivamente se llevó la mano a las monedas que guardaba en su refajo y la encaró: ¿Qué buscas, niña? ¡A que lo encuentras!” “¡Busco trabajo! ¡No es lo que parece! Tengo una carta de recomendación del párroco de mi pueblo. He visto que busca una gallina…, habrá alguna señora que haya tenido una criatura en su casa. Puedo, además de servir, alimentar…”. La señora Juana sintió unos pinchazos de memoria que le descolocaron el aplomo; tomó la carta bruscamente: “¿Qué dice? ¿Sabes leer?” La muchacha no sabía, pidió al cielo que su fe en las personas no le fallara una vez más. “Ya veremos, de momento guárdate el pecho para tu criatura que la hija Doña Amalia tiene capricho de amamantar ella misma para disgusto de todos. Ha venido a este mundo a hacer lo que le dé la gana”.
    A cada barrida de luz de la Torre se me van los ojos al retrato que me dieron las monjas cuando me fui de la inclusa, hace ya una vida. Es una antigüedad, una foto de Doña Emilia Pardo Bazán con una dedicatoria: “Querida Juana, alguien, algún día, desvelará el secreto y escribirá tu historia”. Es toda mi herencia.

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  52. SEN LATIDO

    N 43ₒ 22´ 16.86´´ 08ₒ 23´ 45.6´´
    Marineda, 2056

    Ás cinco do serán acendíase a pantalla de comunicacións o segundo e cuarto día de cada semán.
    Só o afervoamento dun crío pequeno podía romper o fastío dunha vida programada ao minuto:
    _ Avoa! Hoxe vin volvoretas no simulador de realidade do colexio! Ti acórdalas?
    Sonreín paciente cara o ollo da cámara tragando a rabia e a pena.
    _ Claro que si, meu neno!
    _ E a choiva? Sabes o que era? Mañán ímolo ver!
    _ Que ben! Alégrome moito meu neno, vaiche encantar! Xa verás!
    _ Cando vas operar os ollos avoa? Sabes que cas túas gafas non che deixan entrar nos simuladores de realidade ¡Quero que as vexas avoa! Son sorprendentes as volvoretas!
    _ Si, meu corazón, si que o eran…
    O rapaz seguio pormenorizando con alegría como eran de caprichosas as formas das as, os seus debuxos, as cores, os tamaños…
    _ Prométeme avoa que quitarás as gafas!
    Ás cinco e dezaoito cortábase a trasmisión, elaborados algoritmos decidían que eran innecesarias conversas mais longas, había que evitar no posible sensacións negativas de pérdidas de interés ou aburrimento.
    Foi un alivio non ter que disimular mais o espanto que me producía esta vida “morta” donde xa os insecticidas non matan porque non lles quedou o qué.
    Non quero quitar as gafas, nunca as quitarei, non preciso simuladores.
    Fai meses que deixei de tomar as “pastillas da lonxevidade”. Necesito irme ainda que non mo perdoen.
    Como se simulan os abrazos que non se dan?
    Seis anos ten ese pequeño que quere contaxiarme a súa ilusión y non sei que é telo ó colo.
    Sete anos fai que non me visitan nesta cúpula que lle din miña, o osíxeno extra que nos proporcionan ós que xa amontonamos décadas non compensa.
    Oito comunicacións ao mes non son abondo para quen acorda con paixón adolescente as volvoretas que me revolucionaban as entrañas cando, paseando baixo a chuvia, apurábamos para chegar ós soportales do pazo municipal e aquel mozo me abrazaba e me decía ó oído “quita esas gafas molladas, amor, que non me deixan verche os ollos e perdo o rumbo”.


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  53. ULISES EN MARINEDA (PARTE I)

    Los dioses, caprichosos y arbitrarios, habían confundido nuestro rumbo llevándonos a este mar incógnito, tan distinto del nuestro.
    Esperábamos en las tinieblas de una bahía desconocida. Las horas transcurrían lentas, medrosas, hasta que el sol silueteó unas extrañas construcciones que jamás habíamos visto. Poco después quedamos deslumbrados por sus temblorosos destellos en unas lujuriantes e innumerables cristaleras.
    Abrazado al mástil, exclamé un prolongado “Ooohhh”.
    “Es algo mágico” -murmuraban pasmados los hombres- “Huyamos de aquí”
    Desde el pequeño puerto algunas barcas se acercaron atraídas por el aspecto de nuestro navío, tan distinto de los fondeados allí.
    Los pescadores -en sus redes aún brillaban algunos peces de plata- nos contemplaban intimidados a prudente distancia.
    Liberándome del hechizo de aquellos incontables soles en las vidrieras, compuse mi encantadora sonrisa, que tantas veces había salvado mi vida y la de mis hombres, y amigablemente hice señas a las barcas más cercanas para que se aproximasen. La del más joven y decidido se acercó lentamente.
    Mientras, mi piloto murmuraba: “¿Dónde estamos? Necesitamos un oráculo…”
    Extendiendo la mano sobre la borda invité al joven pescador a subir. Sonrió amistosamente sin decidirse. Comprendí su temor ante una embarcación tan extraña. Le ofrecí mi fíbula de oro y le pregunté si en aquellas tierras había un oráculo.
    Perplejo, contestó: “¿Un oráculo…qué es?”
    “Alguien que lo sabe todo” respondí.
    Pareció reflexionar. Un brillo de inteligencia iluminó sus ojos. Luego nos señaló un lugar en el cercano puerto.
    Escoltados por aquella flotilla, maniobramos y desembarcamos rodeados de asombrados pero amistosos pobladores.
    El joven pescador, con mi fíbula prendida en su desteñida camisa, nos condujo, a través de estrechas calles, a una casa en la ciudad con un escudo de piedra en el dintel.
    Señaló la escalera. “No sé si lo sabe todo, pero sabe mucho” dijo sonriendo.
    Ordené a mis hombres, que ya confraternizaban con el gentío que nos seguía, que esperasen mi vuelta.
    “Extraño oráculo. Que te sea favorable” me deseó el piloto.
    Subí. Allí había una mujer.
    CONTINUARA…

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  55. ULISES EN MARINEDA (PARTE II)

    No tenía el porte oscuro de la Sibila ni la delicada figura de Circe. Pero en sus ojos brillaba tal inteligencia y discernimiento que sentí que me conocía en lo más profundo y había estado esperándome desde siempre. Le hablé de mis orígenes, mi lucha por la supervivencia, mi patria… y parecía conocerlo todo. Le hablé de nuestros dioses y me dijo que allí también tenían uno tan veleidoso y despiadado como los nuestros. Habituado a un mundo de jactanciosos hombres y divinidades, jamás había tenido yo una conversación tan sabia y reconfortante como aquella.
    Conversamos de lo divino y lo humano. Aunque su preferencia parecía ser lo humano. ¿Y que hay más humano que el amor? También acerca de eso tenía un conocimiento profundo, del espiritual y del carnal. Pasamos días hablando de ello. Y caímos en sus redes.(1)
    Cuando salí de aquella casa ya mis hombres se habían desperdigado por las tabernas de la ciudad. Encontré al piloto y le dije que el oráculo había anunciado que deberíamos quedarnos.
    *******
    Ha pasado mucho tiempo y ahora estoy tomándome un café, extraña bebida que al fin he aprendido a saborear, bajo los pórticos de este pequeño mar vertical de cristales refulgentes.
    Atrás, muy lejos queda Troya, los lotófagos, Polifemo, las sirenas, Circe, Ítaca y Penélope.
    Más nítidamente la recuerdo a ella, mi oráculo de sabiduría y amor, que se me ha ido hace casi cien años, un cercanísimo ayer para mí, porque los dioses han querido obsequiarme -o castigarme- con el don de la inmortalidad que negaron al noble y hermoso Aquiles.
    Sé que esto no es lo que cuenta el viejo Homero ni la historia local, pero os aseguro que fue así.
    Cuando me acecha la nostalgia me embarco en mi modesto velero de la dársena y desde la lejanía, ante el fulgor de las galerías de Marineda, abrazado de nuevo al mástil, escucho ese nombre en los labios perdidos de mi Sirena.

    TELÉMACO

    (1) En la versión no autocensurada ponía “Y noches practicándolo”

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  56. MARCIAL DAFONTE ESTEFANIDA

    Ben pegado ao muro, aínda áxil de pernas, enfilou o quilómetro do dique. Ao final, deixou a vella bici e rubiu pola rompente. Sentado baixo o faro, púxose a ler a sobada novela. Un pequeno pesqueiro pasou pretiño, perseguido por cobizosas gaivotas. O vaqueiro alto de Abilene axustaba contas ao “sheriff” corrupto que asoballaba aos honrados cidadáns. Final feliz. Logo pasou brincando as ondas un veleiro. Máis alá, douradas praias. Sorriu satisfeito.
    Outro día, deixou a bici baixo a frondosa arboreda que domina o nobre edificio da Capitanía Xeral. Recostado baixo unha árbore venerable abriu a novela. Arriba, coa brisa, murmuraban as follas dos freixos. O home alto de Wichita liberaba á moza e aos habitantes da rexión do tiránico gandeiro e os seus pistoleiros a soldo. Final feliz. Abaixo, o burbullar da fonte. No alto, o chío dos estorniños. Sorriu satisfeito.
    Na pequena e recolllida praza conventual da Cidade Vella tocaba un cuarteto de corda. Mozart. Non sabería dicir si o “andante” arrolaba as follas das acacias ou eran estas as que arrolaban ao “andante”. Despois do tiroteo, no “Saloon” de Tombstone fíxose o silencio e o cauto pianista saíu do seu refuxio tralo instrumento sabendo que xa Doc limpara á cidade da banda de pistoleiros que a tiña aterrorizada. Final feliz. Cos últimos compáses do “allegro assai” unha pinga da última choiva nocturna, atesourada polas acacias, caeu como unha perla sobre a última páxina da vella novela. Sorriu satisfeito.
    Lía á sombra da Torre. Un barco distante fumeaba no horizonte carrexando Deus sabía que vidas. O xinete alto de Denver acababa coa banda de facinorosos que pululaban pola serra e os ríos roubándo o ouro dos coitados gambusinos de peneira, e conquistaba á fermosa moza loura. Final feliz. A brisa da atardecida acariñaballe as meixelas. De lonxe, cara ao Prioriño comezaban a brillar algunhas luces. Cantas outras vidas, talvez semellantes á súa, latexarían por alá. Sorriu satisfeito.
    Tomaba unha copa de viño baixo os porches. Xuraría que oía sobre a súa cabeza música, acaso sería o fulgor do sol da mañá cantando sobre as incontables vidreiras das galerías. ¿Ou sería o viño? O garrido mozo de Laredo salvaba aos pobres campesiños mexicanos dos foraxidos que, cruzando o río, perpetraban toda clase de malfeitorías ante a pasividade dos Federales, e quedabase coa belida Rosita. Final feliz. Pertiño da terraza pasou un neno brincando diante da sua nai, balbucindo deliciosas incoherencias. Ao fondo, os mastros da dársena balanceabanse indolentes na molicie da brisa. Sorriu satisfeito.
    Así transcorrían os seus días: entre as novelas de Estefanida e a cidade.
    Os fillos recriminábanlle as súas lecturas tan pouco ilustradas. Recomendaban cousas máis serias, profundas, literarias: “Iso non e literatura, papá. Le libros mellores, home”
    ¡Que saberían aqueles paiolos de literatura! Ignoraban que aquelas ilusorias visitas ao Far-West eran tan só unha escusa para gozar da verdadeira literatura viva que lle ofrecía todos os días a sua cidade. Si lía algo mais “profundo” como decían eles, distraeriase do esencial.
    Así que el seguiría ao seu con Estefanida. Ademais, que diaños, unha vez lera con avidez un exemplar titulado “Contos de Marineda” que caera nas súas mans e non necesitaba máis boa literatura que aquela.
    Dende entón, antes de cambiar as xa baqueteadas novelas na libraría de vello, el as baqueteaba un pouco máis, subliñando na portada co seu boligrafo algunhas letras do nome do autor, Marcial Dafonte Estefanida: “As tres primeiras: MAR. Aquí está o I, logo o N, aquí teño un E. Finalmente as dúas últimas: DA”.
    Logo, cheo de ledicia as devolvía enriquecidas coa mellor das literaturas: o nome da cidade que entrando a traves de todos os seus sentidos ialle deixando un xubiloso pouso na alma.
    Non podía concebir literatura mais perfecta que aquela que latexaba en Marineda.
    Final feliz. Sorriu satisfeito.

    DOC HOLLIDAY-BRUGUERA

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  57. "TE LLAMARE MARINEDA"


    Desde la noche de los tiempos, los habitantes de la ciudad sabían que cuando la celebración de la noche de San Juan te cogía en los terrenos que rodeaban al faro romano más antiguo del mundo, cualquier cosa podía suceder. Exponerse era tentador, incluso para los más escépticos. Otros, intentaban buscar una explicación con cierto rigor científico, tratando así de justificar semejante afirmación argumentando que " podría ser que la conducta atávica lograra sus metas a través del imaginario colectivo" y bla, bla, bla....
    Lo cierto es que esta leyenda, que ocurría en el mundo real y sólo en la noche más mágica del año, cogió la fuerza y la belleza de un mito, convirtiéndose en un icono de la historia de la ciudad.
    Los elegidos o elegidas, así los llamaban, definían sus experiencias como increíbles, inverosímiles, apasionadas y vivas, muy vivas. Todos coincidían en decir que sólo afectaba a las cosas del alma y también a las del corazón. La razón, por lo tanto, quedaba completamente anulada. Aquella noche, los sentimientos y las emociones lo determinaban todo. Pero...y las consecuencias?... Ay las consecuencias!. Éstas corrían a cargo del afectado o afectada y algunas formaban parte de su vida para siempre.

    En eso pensaba Xurxo, en una de tantas noches de San Juan, mirando fijamente las llamas que desprendía la gran hoguera que su pandilla había encendido en la Playa das Lapas, cuando alzando su mirada se cruzó, de repente, con los ojos negros de Ella que, con mucha gracia, se había remangado las faldas y saltaba efusivamente las olas, así hasta nueve.
    "- Te llamaré Marineda.....". Casi de inmediato, la atracción fue tan evidente que era imposible ocultarla, disfrazarla. Dos almas gemelas destinadas a encontrarse en una noche como aquella no era una casualidad.
    Ella, alta, rubia, pobre, con la piel de terciopelo. El, elegante, moreno, rico, con piel de cordero.
    Cuando la luz del amanecer los encontró a los pies de la Torre de Hércules, entrelazados, formando un único cuerpo, la magia se desvaneció y la razón volvió a ocupar su lugar y con ella llegaron las diferencias que el corazón no había tenido en cuenta.

    Se vieron una vez más, por casualidad, paseando por La Marina en una tarde de primavera. El, hermoso, moreno, elegante. Con rescoldos en los ojos, quiso llamarla....Marineda!, pero se lo impedía la razón y la que iba de su brazo en aquella soleada tarde.
    Ella, alta, rubia, con la piel de terciopelo, no tenía ojos para nadie que no fuese aquel niño moreno que llevaba entre sus brazos; mi padre.

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  58. Ana y Amparo

    “Habían pasado ya varias semanas desde que la noticia del escándalo hubiera corrido tan rápido por la ciudad de Marineda como las mareas vivas que, de cuando en vez, llegando desde el faro de Gerión, anegaban su travesía del Puerto.
    Ana Ozores, “la Regenta”, iba pensando en ello mientras paseaba por el Páramo de Solares. Por encima se extendía un cielo gris cubierto de nubes negras, tormentosas, parecidas a telarañas.
    En un momento de su paseo, Ana Ozores se detuvo y aspiró profundamente aquel aire frío y húmedo, tan distinto del seco aire, cargado y opresivo de la Vetusta de la que huyó humillada por sus traiciones y mentiras; y a su pensamiento volvió la cigarrera que, a su llegada a Marineda, había sido su sirvienta y, con el tiempo, dada su viveza y noble corazón, su íntima amiga.
    A ella, a Amparo -que tal era el nombre de la cigarrera-, confió todas sus desventuras en Vetusta y lo triste del desenlace. Amparo no tardó en verse reflejada en todo lo oído con los amores que mantenía con el capitán Baltasar Sobrado, de familia pudiente de la que sabía que ella no era bien vista. Así, a pesar de que sus palabras decían, con la elocuencia que le había hecho ganarse el apodo de “la Tribuna”-la Tribuna del pueblo- por sus compañeras cigarreras de la Fábrica de Tabacos, que “la instrucción iguala a las clases” y “más ahora, cuando llega la federal” - como llamaban a la República-, en su interior bullía la idea de lo imposible de esa unión.
    Un día, entre lectura y lectura en voz alta de los periódicos a sus compañeras en la Fábrica, Amparo se detuvo en medio de un discurso de Castelar y confesó, entre ahogados sollozos, su decisión de abandonar a Baltasar Sobrado: “No seré yo presa fácil de señoritos -dijo Amparo- que solo buscan reírse de las pobres desgraciadas que somos todas nosotras”.
    El desprecio público de la cigarrera llegó aína a oídos de los adinerados del Barrio de Arriba y ocasionó un gran sentimiento de vergüenza y humillación en el taimado y violento capitán Sobrado. Este juró, ante todo aquél que lo quiso oír, que se vengaría de quién sabía que era muñidora de aquellas ideas en Amparo.
    Seguía Ana en esas cavilaciones, cuando, de repente, una sombra salió del zaguán de una casa y el capitán Sobrado - pues de él era la sombra- de alevosa cuchillada segó su vida. Ana Ozores solo tuvo tiempo, mientras caía muerta al suelo, de entrever un cielo que quería acogerla con la clemencia que merecen las almas puras.
    Meses después, en el Campo da Forca, fue ajusticiado por garrote vil el capitán Sobrado. Mientras esto sucedía, en las afueras de la cárcel, las cigarreras, las pescantinas, las criadas, las encajeras y bordadoras..., todas las mujeres de Marineda que se sentían oprimidas por los pudientes, acompañaban a Amparo en un triste silencio que resonó entre los graznidos de las gaviotas al levantar el vuelo”.
    (continúa ya sin cursivas)

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  59. continuación, ya sin cursivas:
    La escritora plegó los folios del relato escrito a plumilla y con delicada letra, los depositó en un cajón del escritorio de castaño artísticamente labrado y se asomó a los grandes ventanales, absorta ante la luz del atardecer tamizada por el fucsia de las buganvillas que trepaban arracimadas por los muros del Pazo de Meirás.
    La escritora respondía así, con una suerte de justicia poética, a Clarín por sus severas críticas: ennobleciendo el triste destino de Anita Ozores - la mujer engañada que solo recibía el asqueroso beso de un sapo, ¡de un sapo!, al final de su novela “La Regenta”- al salvar del abuso de los poderosos, a costa de su sacrificio, a Amparo, la joven cigarrera de Marineda.
    La escritora, finalmente, cerró el ordenador en el que había creado el texto; se quitó, acabada ya la jornada laboral, su uniforme de guía cultural con el que acompañaba diariamente a los visitantes del nuevo “Pazo-Museo Emilia Pardo Bazán”, y con aquel uniforme se desvaneció el espíritu de Doña Emilia, que se iba apoderando, poco a poco, de ella.

    Guardiana

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