CURSO OUTONO 2018

Hola writers, los relatos que queramos compartir se pueden poner en el apartado de comentarios de esta entrada. Ánimo y a escribir mucho!!.

46 comentarios:

  1. Ejercicio: Utilizar el "binomio fantástico " con las palabras Cajita de té - Vaca suiza.

    " INFUSIONES TERAPÉUTICAS "

    Lo cierto es que a Amelie las infusiones y los tés nunca le habían gustado demasiado pero ya que había llegado a aquel pueblo "de postal" hacía apenas dos semanas, no se atrevía a rechazar la invitación que " El Club de Viudas Alegres " le había enviado con el propósito de darle la bienvenida; ella sería la maestra encargada de formar a las nuevas, casi incipientes generaciones de este hermoso pueblo perdido en los Alpes Franceses.

    Cuando llegó al evento, se encontró con un gran salón decorado con gusto exquisito: buenas cretonas tapizaban pequeñas butacas, finas cortinas de seda salvaje vestían con elegancia las enormes galerías y en el suelo se podían apreciar excelentes alfombras de importación. En las estanterías, colocadas simétricamente, se encontraban dispuestas cientos de cajitas de té, cada una con su nombre que, con sólo pronunciarlo, invitaba a degustar cada uno de sus ingredientes.

    Amelie se sentía abrumada, un tanto mareada pero contenta incluso algo relajada. Cuando terminó su roibos con esencia de fruta de la pasión, apoyo su taza encima de la balda de la gran chimenea de alabastro que dominaba la estancia pero, la mala fortuna, quiso que tropezara con una de las figuras más emblemáticas que la dueña de la casa exhibía siempre con orgullo; una cajita de té en forma de vaca suiza. Ésta, al caer, produjo un ruido estrepitoso y todas las mujeres se giraron, horrorizadas, al mismo tiempo. De repente, cientos de bolsitas quedaron esparcidas por el suelo desprendiendo un olor peculiar......orégano, quizás? pensó Amelie.
    No, el olor era más intenso, dulzón, característico...... marihuana!!! dedujo inmediatamente. Vaya con la presidenta del " Club de las Viudas Alegres "!! pensó Amelie mientras recogía, una a una, aquellas bolsitas tan singulares ante la mirada atónita de tan insignes damas.
    " - Con razón su denominación es totalmente acertada - " pensaba mientras le entraba una risita tonta que, a duras penas, podía contener.

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    1. Muy bonito, quizá hasta con un poquito de suspense.
      Loa adjetivos muy apropiados y oportunos
      Y un final inesperado, casi rayando lo cómico.
      En fin. Un bonito relato. ¡ENHORABUENA!

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  2. 23 de Octubre 2018
    L A M I R A D A (El proceso, dibujo de Kafka)
    La noche y ella, tenían una alianza en común que ya cultivaban desde su adolescencia. Era ave nocturna y el insomnio su mayor aliado, solo discutían brevemente, cuando sonaba la alarma del móvil y su lento despertar la obligaba a sujetarse con ambas manos a las paredes del corto pasillo que la separaba del baño. Desayunando recordó que la tarde anterior la llamaran por teléfono de una agencia de transporte y le comunicaran que tenían una entrega a nombre de Josefina Rey querían saber que hora era la más adecuada para su entrega, si el edificio tenía ascensor y le advirtieron que se trataba de un bulto grande. Quedó sorprendida pero no obstante pregunto por el remitente y solo le dijeron que el envío procedía de Tarragona.
    A las seis quedó con la agencia. El resto del día ya lo tenía ocupado y a pesar de la curiosidad y la procedencia del objeto no se volvió a acordar para nada del paquete.
    La agencia muy puntual depositó en el interior de su piso el bulto que parecía un cuadro por las dimensiones y el embalaje. Buscó en el etiquetado alguna pista de su remitente y allí no se veía nada.
    Se dirigió al salón espacioso y poco decorado, así le gustaba a ella, y pensó en cuál de las paredes lo apoyaría de momento. Contempló de nuevo el tremendo fardo y lamentó tener que salir a dar su última clase de piano. Tenía que dejar el desembalaje para la noche.
    La tarea no resulto fácil, venía empaquetado con una delicadeza que la obligaba a ir despacio como si se tratase de un regalo de compromiso y el descubrimiento del contenido exigiese la lentitud del alago y una exclamación de asombro.
    Era un cuadro., era un cuadro de Víctor.
    Se sentó en la alfombra a cierta distancia y contempló una vez más aquel lienzo tan querido. Era el compendio de unas vidas sostenidas por dos brazos altos sujetos al suelo con forja de los que colgaba un gran espejo en el que mirabas y no veías nada, estaba sin estrenar, esperando solo la figura del vaivén de un bailarín flotando sobre pinceladas de admiración que se situaba al margen del espejo para que la figura de maestro no ocupara el despertar de un grupo artístico prometedor e irrepetible.
    Caía la noche, Víctor la acompañaba, sentía la presencia de un insomnio distinto gratificante como cuando compartían música y danza. Durante muchos años añoró poseer algo insignificante de su legado, quizás hasta este momento no estuviera preparada.
    Apago la luz y en la penumbra regresó al presente, el espejo le devolvió la mirada

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  3. ITALIANOS EN ABISINIA (PORCA MISERIA)

    Ruggero Cognazzi, el elegante ideólogo y estratega de cabecera del Duce expone en una lámina los planes para la invasión de Abisinia.
    Galeazzo Ciano, yernisimo del Duce, se mira las uñas y murmura entre dientes “Ma que cosa dice questo cretino” “Pero si esa lámina está en blanco”
    Barracu, capitoste del Fascio, fuma sus cigarrillos turcos adormilado y no dice nada.
    El Duce repantigado en su butaca se frota la entrepierna y piensa. ”Ya que no puedo conquistar Las Galias como Julio Cesar, al menos conquistare Abisinia”. Finalmente sentencia: “Va bene, Va bene…”
    El estratega respira satisfecho ante su lámina en blanco. El Duce ha aceptado sus planes.
    Barracu se despierta y aplaude.
    El Duce repite “Va bene, va bene, e quando la cosa va bene…”
    -“… avanti con el pene!!!” corea aquella pandilla de aduladores uno de los chistes favoritos del jefe.
    Se ordena el comienzo de las operaciones.
    “Porca miseria” murmura para sí el escéptico Ciano.

    **********************************

    La ofensiva es un éxito. El glorioso ejército imperial valiéndose de artillería pesada y algo de gas mostaza derrota en unos días a las tribus etíopes fastuosamente armadas de carabinas del siglo XIX y lanzas. El emperador Haile Selassie - futuro Dios de rastafaris - pone pies en polvorosa.
    Los victoriosos soldados imperiales, campesinos arrancados de la Apulia o los Abruzzos, cubiertos de gloria, piojos y Dios sabe qué clase de malignos parásitos africanos, cantan nostálgicas canciones populares del terruño perdido en las tórridas noches de la meseta etíope. A veces, sin que los oigan los oficiales porque el derrotismo se castiga con fusilamiento, se preguntan: “Ma que cosa facciamo noi qui?”
    Otros, los de la cascara más amarga, murmuran “Porca miseria”

    ***********************************

    Pronto volvieron -los que volvieron- porque los británicos -que sí utilizaban láminas estratégicas de verdad- los echaron con cajas destempladas.
    Poco después murió el Duce. No murió como Julio Cesar, apuñalado por nobles patricios a las puertas del senado. La turba colgó boca abajo su cuerpo destrozado en el pórtico de una vieja gasolinera.
    “Porca miseria”.

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  4. Don Diego y el Sr. Franz.
    -Discúlpeme Vuesa Merced pero creo que no sabe toda la historia de ese cuadro.
    -Pues cuéntemela, tenemos tiempo.
    -Yo quería pintarme a mí mismo pero no tenía medios. No sabe Vuesa Merced lo caras que son, por ejemplo, las pinturas, aunque yo no vista de colores llamativos, ya ve que mis atuendos son oscuros. Pero no se imagina la cantidad de matices que puede sacarse al negro.
    -Eso no lo pongo en duda, yo no soy pintor pero, si tan caras son, ¿por qué pintar tanta niña malcriada?
    -Déjeme explicarle y no se adelante a mi relato, relájese que en esta obra yo soy el verdadero protagonista. Los óleos no son lo único caro, imagínese el precio del lienzo. Porque ya estaba cansado de pequeños autorretratos, ¡yo quería pintarme a mí mismo haciendo aquello en lo que soy el mejor! Pero carecía de medios, por lo que tuve que agudizar mi ingenio. Nada mejor que adular a un rey, a un mismísimo rey, para poder hacerlo. Y tuve una gran idea, ¿quiere conocerla?
    -Ya que estamos...
    -Le dije que un monarca de su poder tenía que reflejarlo para la posteridad con algo más que retratos de su semblante o incluso de sus dotes ecuestres. Si realmente quería demostrar su riqueza y su poder, debía mostrar al mundo entero, qué digo, ¡a toda la eternidad!, que todo en su vida era a lo grande, lo que incluía tener a su disposición, a un pintor de mi categoría, con su estudio, pintando a su hija con sus sirvientas. Por supuesto, su retoño saldría enormemente favorecida, no solo por su belleza natural si no porque las camareras serían pintadas poco agraciadas, sin faltar a la realidad y sin robar belleza al cuadro. El rey se entusiasmó tanto que hasta tuve que pintar a su perro favorito, un viejo saco de pulgas que no quería más que mearme el lienzo. Como favor personal a sus súbditos, tuve que meter a un par de niñatas quienes no supieron apreciar el gran honor de ser pintadas por mí. Y a aquel patán que andaba siempre fisgoneándolo todo. Vea la gran labor que tuve que hacer para poder pintarme de cuerpo entero. Y aún así, tuve que taparme parcialmente por una de las niñas.
    -No aprecio tanto trabajo.
    -¿Cómo osa decir eso? ¡Casi muero en el proceso!
    -Usted pintó una realidad. Vio un lugar real, unas personas reales, un perro real, cuadros y lienzos con los que llevaba toda su vida trabajando y lo reflejó. En cambio, yo tenía que inventarme historias. Y la realidad no me servía de modelo. Yo tenía que escribir algo distinto, algo que la gente no hubiera vivido nunca, algo que no hubiese pasado. Y encima, en alemán. ¿Sabe Usted lo difícil que es eso?
    -¡No debe ser tan difícil cuando Vuesa Merced no ha dejado de escribir mientras hablábamos!
    -No escribía, hacía su deseado autorretrato.

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  5. Tomo conciencia de la realidad.
    Estoy en medio de un mar de aguas arrastrada por la corriente.
    Las olas me salpican la cara pero puedo respirar.
    Tomo conciencia de que su fuerza me lleva a su voluntad.
    Mis intentos de nadar contracorriente fueron en vano.
    Me dejo llevar.
    Me hundo y vuelvo a salir a flote al antojo de las olas.
    No quiero luchar contra ellas.
    No quiero que me arrastren sin más.
    Acepto que la corriente me arrastra pero decido cómo lo va a hacer.
    Estudio su cadencia y sé cuándo debo coger aire, cuándo debo sumergirme para que no me golpeen.
    Observo que en una zona, las aguas parecen más tranquilas.
    Y le veo a él.
    Siempre ha estado a mi lado y yo ni lo había visto, preocupada como estaba con mi lucha con la corriente.
    Me mira.
    En su mirada no hay reproches, solo un ya estás aquí.
    Nuestras manos están juntas, siempre lo han estado.
    Comprendo que nadando los dos juntos, es más fácil.
    No hay reproches.
    Nos coordinamos.
    Cuando uno coge aire, el otro ya se está enfrentando a la ola.
    Cuando el otro se sumerge, el uno lo ayuda a subir desde la superficie.
    Coordinados.
    Bailando una coreografía de guerra.
    Hay olas que nos separan.
    No.
    Nuestras manos siguen juntas y uno ayuda al otro a seguir.
    El agua sigue arrastrándonos.
    Creemos oír otra voz, sentir otra mano.
    No.
    Son nuestros sueños, nuestro deseo se hace tan grande que vemos cosas que aún no son.
    Él y yo solos, luchando contra todo.
    Iremos a donde nos lleve la corriente pero nosotros elegimos cómo.

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  6. – Apres un Reve - Chelo y piano (Después de un sueño)
    *Gabriel Faurné

    El verano tan esperado y soñado languidecía con mirada de despedida y como toda despedida exigía una sonrisa en los labios y sorpresa en los ojos ante lo efímero de su paso.
    La playa había recobrado su estado natural, estaba tranquila, solo la acompañaba sus asiduos caminantes que retornaban a su lugar de origen y ponían un toque de orden saludable a lo cotidiano del día.
    El lago profundo e inmenso lentamente iba perdiendo luminosidad y recobraba sus colores más naturales grises y azulados sombríos la vegetación crecía a ritmo pausado y a la vez sin freno, se convertía en algo nostálgico tenebroso, el lago se quedaba solo, abandonado.
    A unos cuantos kilómetros el río era el que mejor llevaba el ocaso del estío, renovaba su frondoso verdor y su cauce resucitaba. Perdía un grupo reducido de bañistas y recuperaba a sus files pescadores.
    El signo de Eva era el agua, un potencial visible y casi siempre determinante. Por eso los lugares elegidos para el verano tenían este componente, agua por todas partes, amenizada por sonidos a veces muy próximos o lejanos de un piano haciendo dúo con un chelo, que piano piano la envolvían en papel de caramelo., y la embobaban en una especie de melancolía bulliciosa que se convertía en añoranza musicada.
    Así de armoniosos habían sido en antaño sus veranos.
    Hoy desde la terraza, sentada en su mecedora de madera caoba y tejido de rejilla trenzado en ochos dorados, añoraba el recuerdo del paisaje de su vida. De frente a lo lejos veía aproximarse lentamente las luces de las embarcaciones de pesca del cerco y al compás del ritmo envolvente de la que había sido su melodía preferida. Siguió oteando, muy a la izquierda estaba el lago en penumbra destilando niebla densa de grises tiznados, ya no se percibían la tonalidad de azules. Solitario, iluminado de lejos por ráfagas de luz intermitente del faro de la bahía, seguía abandonado como antaño, sus aguas permanecían estáticas.
    El tiempo que lo marchita todo y en paralelo lo reedita embelleciendo, acicalando, adornando y hermoseando los recueros del pasado, le daba la alternativa. El lago, estaba parado allí, ilusionado paciente, llevaba esperándola muchos veranos para sorprenderla con un paisaje inédito que ella nunca fue capad de descubrir. La belleza de la entrega suave de la madurez que sigue soñando y entonando la canción única del pájaro espino.
    Cerró los ojos, ¿para qué seguir buceando más en el mundo de las ensoñaciones? Estaba cansada, se levantó lenta pero ligera de equipaje, cerró los grandes ventanales de la terraza, puso la combinación a sus maletas y regó las plantas del salón tatareando piano, piano la suavidad de una letra cargada de emociones que no tenían por qué ser nostálgicas.

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  7. DELIRIO (Dibujo de F.Kafka).

    Es la hora. Comienzo a trazar con mi lápiz un esbozo de lo que podría ocurrirme si no soy capaz de quitarme de encima esta sensación de no saber que hacer con mi vida.

    Dibujo dos cruces parecidas al dos postes de teléfono y cuelgo entre ellas una ventana imaginaria. Ni muy grande ni muy pequeña, pero lo suficientemente amplia para saltar si la situación lo requiere. "- ¿Saltar al dónde? -" se preguntarán ustedes, pues a donde va a ser.......¡ a la
    NADA!.

    Me atrae tanto la idea que me pinto a mi mismo, así , sin definirme demasiado, no vaya a ser que alguien me reconozca y me obligue a retroceder. Por ejemplo, que alguien de ustedes me diga "- ¡Por favor, fulano, reconsidere su idea!-" Y yo , que lo tengo todo tan claro, me pinto de espaldas a ustedes, ¡si!, ¡ de espaldas! con el firme pero improbable propósito de ignorarlos. A continuación me apoyo en una de las cruces que parece un poste de teléfono; "-¡Hagan el favor, señores!-", observen mi postura relajada y mi despreocupada actitud.

    Se acaba el tiempo.....¿ en serio no hay nadie que me reconozca? ¿ Qué me llame por mi nombre?

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  9. INSOMNIO ( Música Gabriel Faure ." After the dreams").

    No puedo dormir. Me levanto de la cama y bajo a la cocina y caliento un vaso de leche. Podría coger una de las pastillas de Gabriela pero decido no hacerlo, por ahora.

    Gabriela duerme profundamente. Ella no sabe que llevo una temporada sin poder pegar ojo, en realidad, últimamente no repara mucho en mí.

    Estoy agotado. Me gustaría subir al dormitorio, meterme en la cama, a su lado, notar el dulce calor entre las sábanas y dormir. Pero es imposible.

    Miro por la ventana del salón. Fuera todo permanece oscuro, en silencio. Sólo hay una luz encendida en una vivienda del edificio de enfrente. Podría ser alguien que acaba de regresar a casa después de cumplir con su turno tal vez en algún hospital. Quizá sea una empleada del servicio de limpieza, o tal vez se trate de alguien que, como yo, no puede conciliar el sueño. Me pongo a pensar en esta última palabra; conciliar, ¡que precioso verbo!; suena a equilibrio, a armonía, a arreglo, a pacto, a acuerdo, a compromiso,.....a conformidad.

    Continúo sentado en el sillón que hay en el salón, al lado de la ventana y creo que, quizá, sea eso lo que falla.....quizá no me esté conformando y sea mi cuerpo el primero en avisarme, en decirme, "-mira, ésto no puede seguir así -" y quizá mi cabeza no quiera aceptar la idea de que todo se terminó, de que Gabriela duerme profundamente pero en la casa de otro, en la cama de otro.

    Se apagó la luz de la habitación del edificio de enfrente. Voy notando como mi cuerpo se relaja, mi cabeza se conforma y ¡por fin! el deseado "fundido a negro".



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  10. Acordou, de súpeto, do desmaio.
    A auga está fría, moi fría, e lambía os seus pés mouros e tremerosos.
    Acordou do seu desmaio e viu achegarse a soidade infinita a aquela area estraña, de chan novo, de chan alleo.
    E lembrou a travesía.
    Lembrou aquela barca de papel, bailando o son do mar bravo, danzando na tempestade.
    E só podía ver a auga anegando os seus pulmóns e os seus miolos.
    E agora alí, na soidade absoluta, sen saber dos seus.
    Acordou, de súpeto, do desmaio e quixo volver ás ondas que o adormentaban.
    Acordou, de súpeto, do desmaio, e xa non lembrou que era neno.

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  11. DESATANDO VIDAS

    Acordou, de súpeto, do desmaio.
    Así, de súpeto, abriu os ollos e as entendedeiras. Así, de súpeto, viu alonxarse esa bruma espesa qu e lle impedía ver con claridade, esa bruma que portaba as amarras, fíos invisibles que teimaban, unha e outra vez, por coserlle a lingua e as pálpebras.
    Esas cordas embaucadoras en forma de aloumiños e beizos envelenados que atrancaban a súa viaxe, a súa viaxe de vida, tornábanse cores do arco da vella aló moi lonxe, desaparecendo no confín dos mares.
    E así, de súpeto, pousáronse nos seus miolos as luces do albor.
    De súpeto, acordou do seu desmaio e tivo folgos para berrar.
    Sentiuse viva.
    O seu corpo magoado non podía contaxiar de impotencia a realidade do seu camiñar.
    Así, de súpeto, acordou dona de si, e só ela andaría os carreiros escollidos en liberdade.
    Esvaraba a menciña paseniño, cara as súas veas torturadas, e ela, na soidade desa cama de hospital, pechou de novo os ollos, alongando, con tranquilidade, ese intre de meigallo feiticeiro, ese intre de poder absoluto.
    Nunca máis consentiría que os remorsos daquel outro, con forma de garridos enmeigados, agasallos convincentes, asolagasen o seu corazón.
    Así, de súpeto, acordou do seu desmaio, desatando lingua e pálpebras, co poder infinito de estar viva.

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  12. SIN TÍTULO

    Volvió bruscamente del desmayo. La nada se quedó atrás y la paz entró en combate con las sensaciones que iba recuperando y reconociendo.
    Agua. El silencio se llenó de mar. No opuso resistencia, notó los oídos llenos de agua de zambullirse para luego emerger. Se dejó ir, serían segundos. Intuyó la luz sobre ella. El mar la devolvería al sol y entonces abriría los ojos.
    Voces. Voces masculinas. Hablaban resueltos, solucionando. Sus oídos, llenos de mar y voces convocaron a las alarmas que cierran compuertas y la paz se quedó fuera. Algo malo había sucedido, quizá un naufragio.
    Metal. Sonidos metálicos, burbujeos, voces. Se fue alterando, la respiración respondió al miedo apurando la demanda de oxígeno.
    Corazón. Golpes al candente hierro en la forja, caracolas en tempestad, voces que ya casi reconoce, percusión de latidos. Un mar de sonidos tocan a rebato.
    Un brillo blanco la atrajo hasta filtrarse por sus párpados y con una confusa sensación de impacto en la cara, abrió los ojos a la realidad. Un techo inesperado, una camilla, un médico, su marido. “Estoy a salvo” pensó.
    _ ¿Cómo está? Se ha desmayado sentada en la silla, ha sido una suerte al menos no se ha lastimado al caer ¿lo recuerda?
    Aún estaba un poco confundida, recordaba que se sentó cuando los oídos le empezaron a pitar, reconocía esos cantos de sirenas que la llevaban a submundos de la consciencia.
    _ Estoy empapada, tengo frio, parece que me haya caído al mar.
    _ No se preocupe, también conocida como diaforesis, la sudoración fría es, en realidad, producto de la respuesta de lucha o huida de nuestro cuerpo, existe para protegernos en situaciones de peligro. Ha tenido una lipotimia seguramente por la impresión, no es nada pero seguro que a su familia se le ha hecho larga.
    _ Y a mí…
    Una niña de seis años la mira, en braguitas, descalza en un suelo que siempre a la madre se le antoja frio, la mira con ojos sorprendidos.
    _ Mamá, ¿tú estás bien? ¡Yo ya estoy mejor!
    Impulso. La náufraga devino en madre. Instintos primitivos disfrazaron sus miedos y debilidades, recompuso disimulos y corazas, se rehízo en apariencia protectora y eficiente que sabe ser en todo momento ejemplo para aquellos ojos infantiles. Se engañó una vez más a si misma prorrogando el tiempo que le haría falta a la niña para darse cuenta que ella no era cómo se vendía.
    Mentiras.


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  13. Volvió bruscamente del desmayo. El viejo truco de las sales marinas seguía funcionando. Y solo conocía a una persona que lo utilizara: Sebastián.
    Le habían dicho que su barco se había hundido, que cuando los demás barcos habían llegado a la zona, ya no habían visto más que restos de madera, que no habían encontrado a nadie. Años más tarde contaban que había aparecido un remo con el nombre del maldito navío. Pero nunca se supo más.
    Al principio no dejaba que nadie hablase de él en pasado, les reñía y les aseguraba que cualquier día volvería, más delgado y moreno pero gastando las bromas de siempre. Los domingos y fiestas de guardar, cocinaba su comida favorita, ponía su plato en la mesa y desencorchaba una botella de su vino favorito. Con desgana, fue cediendo a la presión de amigos y familiares. Los platos no volvieron a la cabecera, su ropa fue guardada en el fondo del armario antes de ser dada a la beneficiencia, sus zapatos, regalados a familiares lejanos. Luego fue cambiando los muebles, ya no podía dormir en aquella cama donde tanto se habían amado. El viejo sillón orejero no tenía cabida en el nuevo salón. Y no necesitaba ollas tan grandes. Lo había cambiado todo menos la cerradura así que, cuando oyó la puerta, pensó que era su sobrina, que venía a merendar como cada jueves. Con voz cantarina le dijo “Estoy en la cocina, ahora llevo las cosas al salón. Has venido muy pronto, ¿había poco tráfico?” “Preciosa, ¿eres tú? ¿Qué pasa que no me contestas?” Cargada con la bandeja, el café, la leche, las magdalenas, el azucar, las tazas con sus platos, las cucharillas y las servilletas, salíó al pasillo y lo vio, más delgado y moreno, como siempre había dicho. “Menos mal que dijiste preciosa, si no, iba a pensar que me habías dejado por otro” le dijo con una amplia sonrisa y los ojos llorosos por la emoción. “Habrá que hacer más café si esperas visita pero las magdalenas son todas para mí”. Sus ojos, esos ojos que tanto había echado de menos, le confirmaban que había vuelto. Cuando recobró la conciencia, vio el estropicio que había a su alrededor pero no le importó, él había vuelto y nunca más dejaría de sonreír.
    Minutos más tarde su sobrina abrió la puerta. La encontró en el suelo, el café derramado, las tazas rotas, el azucarero volcado y las magdalenas esparcidas por el pasillo. Entre lágrimas le buscó el pulso y mientras llamaba a emergencias, le acarició la cara pidiéndole que no se fuese. Entonces se fijó en su sonrisa. Estaba tan guapa como cuando era joven. Supo que ya no estaba con ellos. Allá donde fuese, estaba con él.

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  14. ¡¡¡ VOLVIÓ BRUSCAMENTE DEl DESMAYO !!!

    ¿Había sido realmente un desmayo?
    Estaba aturdida, sudorosa, sentía mucho frio, temblaba y el cansancio la anulaba. No podía y tampoco se atrevía a abrir los ojos, oía como un bullicio tenue de gente moviéndose a su alrededor, la estaban atendiendo, le hablaban, y seguramente esperaban una respuesta por su parte que los tranquilizara
    ¿Había sufrido un accidente en la calle? No sabía, su ropa la sentía ligera y el ambiente le parecía templado, se podía decir que lo percibía cálido, acogedor a pesar de la tiritona. Decidió seguir inmóvil, darse un tiempo antes de abrir los ojos y pasar a la realidad de la luz, necesitaba primero centrarse, recuperar su espacio.
    A cámara muy lenta, recordaba una figura femenina diciendo con una entonación decidida, cómplice y sonriente:
    << siguiente, Sira Mingote, por aquí>> indicó, mostrándole un pasillo largo que daba paso a una sala sobria y esterilizada. Dentro, un grupo de personas parecía estar esperándola. Caminó hacia ellos, medio inició una sonrisa, y se quedó de pie con cierto recelo. Mostró su pecho sin perfume, ni fina lencería, era pequeño, hermoso, terso y de mujer joven; pero herido.
    Sintió, en su corazón fuerte, un brinco rumoroso de dolor feo, floreciente y esperó. Alguien le dijo: ¡¡Sira, tranquila!!, tiéndase.
    Cerró los ojos y se abandonó…
    Se asomó a cielos lúcidos de estrellas embriagadas, soles opacos y a un vergel de ríos color verde musgo; paseados por una solapada dama negruzca, silenciosa, alargada y desoladora, que irrumpe en aquel paisaje con paso resuelto, no vacila, lo tiene que intentar y sigue su camino; lento a veces, dando un suspiro, un descanso, un alivio, pero siempre acechando. En este paseo, ocultaba su rostro por completo, disimulando, pasó de largo, y ella cuando la vio desaparecer se estremeció, y sintió que lloraba.


    ¡¡Había regresado!!, ¡¡Ya no había tiempo para el llanto!!
    Se encontraba en el trance dulce, y manso despertar de la anestesia, con un deseo soñoliento, intentando abrir los ojos perezosos, los vio a ellos, . Estaban inclinados a cierta distancia sobre su rostro, tiernos e indefensos y sobre todo perdidos. Intentó con un gesto invisible sonreír, levantar los brazos y tranquilizarlos. Ellos la miraban con ansiedad y solo querían adivinar en el fondo de sus melódicos ojos, lo qué a partir de ese momento, les deparaba el futuro.





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  15. Ejercicio Oulipo; escribir un texto sin la "a".

    Titulo: "Punto y Seguido"

    Los niños, corriendo como locos, se disponen en grupos de dos en dos. Podemos verlos tiesos, firmes como si fuesen pequeños guerreros. El objetivo es subirse en el primer tren de regreso después de divertirse en el Zoo de Vigo.

    Mercedes los dirige sutilmente. Es su docente pero hoy, de este modo, se despide de ellos y de su profesión: fin de curso y excursión.

    Seis lustros de compromiso. Seis lustros de ilusión por ofrecerles lo mejor de su ser, siendo testigo diligente del proceso de construcción de estos pequeños y ruidosos guerreros hoy, en nobles e íntegros individuos en un futuro muy próximo. Éste es siempre su deseo.

    En su interior, se despide con lentitud de su escritorio, de sus flores, de los pupitres del colegio, de sus niños, sintiendo el deleite que ofrece el cometido perfecto, bien resuelto.

    Punto y seguido. Concluye un ciclo, ¿ se intuye otro mejor......No, sólo distinto, propio, diferente.

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    1. Maravillosa demostración del dominio del lenguaje, para escribir una cortita y emotiva historia sin emplear la letra quizás más utilizada

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  16. El crepúsculo.

    No hubo sosiego. Todo se puso oscuro de repente. Los truenos hicieron crujir el cielo y el ruído fue estremecedor. Pero no pudo moverse del sitio. Los senderos se convirtieron en regueros de lodo. Imposible huír del infierno que se originó en un momento. Buscó cobijo y encontró un hueco en el precipicio. Dentro, se encontró mejor. Debió de ser refugio de otro ingenuo como él porque encontró restos de un fuego. Empleó sus exiguos conocimientos y consiguió encender el suyo propio. Secó sus posesiones. En el exterior siguió el tormento. Esperó. Buscó en su zurrón un refrigerio y encontró unos trozos de queso, lo que le reconfortó. Pero sus miedos volvieron con el sopor. Un viejo espejo surgió en el techo. No quiso ver su reflejo pero no se pudo contener. Un ser grotesco con los ojos rojos le miró. Su rostro, lleno de corpúsculos pustulosos, le provocó vómitos. Sus miembros retorcidos en nudos imposibles le hicieron revivir todos los embustes que contó con el único fin de su regocijo. El ser se rió con estruendo, lo que le provocó unos lloros incontenibles. El ruido exterior se mezcló con los internos y comprendió que siempre fue el mismo único estruendo: lloro, trueno y riso. Se vio muerto, solo y hundido en su dolor. Comprendió que no les molestó que se fuese sin despedirse, no vieron los huecos en los enseres de su dormitorio. De noche, entre el frío y el silencio roto por los ruidos del bosque, vio todos los errores que le condujeron por el sendero del terror. Decidió ceder. Con el tiempo, se encontró su cuerpo inerte. No hubo quien sintiese su muerte.

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  17. “LIPOGRAMA” “Sin ( ) se puede vivir”


    Pedro, contempló como su pequeño mundo y sus contornos, estrechos, mediocres y oscuros, lo engulló. Suspiró sin crédito y rezó con fervor por otros destinos dignos.

    Siempre fue muy juguetón y con buen humor. De su cofre de hierro fundido, brotó un torrente de perfume enloquecido, que lo inundó todo y pudo elegir, “ilusión”

    Lo primero de su juego preferido:
    sonreír, y envolver recuerdos, vestir desnudeces, esconder virtudes, coser prieto, emociones con sentimientos. De segundo, retrospección y concierto en sus íntimos secretos:

    *Libros, con títulos inéditos, no leídos.
    *Escritos, con insultos de guiños y flecos de cilicios.
    *Fotos de excursiones, por el limbo de los muñecos rotos.
    *Bidones tristes, sin vino, secos de olores.
    *Bicis en peligro, sin timbre ni freno.
    *Y mucho polvo con serrín de ficción en el suelo.

    Entró en el túnel de los sentimientos, con viento enloquecido. El vértigo, selló el portón de su musculo bello, con un potente freno. Esperó un momento en reposo, convencido. Por fin, disfrutó de un sopor tonto, ledo y logró huir. Con los frutos obtenidos; ¡¡cumplido su objetivo!! ser un individuo con rostro desconocido, insípido.
    ¿Un buen comienzo?, se preguntó Poder ir de incognito, elegir senderos y ropero chip, vestir de colores, verde, gris o negro. Decidir lo qué exhibir, cómo vivir: ser un seductor exquisito, un hechicero sibilino, un pendenciero rugoso, chulón, flojo, o un peregrino ofrecido, fervoroso y redimido.
    No muy convencido del vericueto perseguido dejó correr el tiempo, y con él, se desbocó el preferido, se derritió el viento, y se encontró de bruces sobre el serrín hueco.
    ¿¿Lo mejor de todo??, el lúcido reencuentro, que sonríe, y luego ríe, recoge envoltorios, cose prieto y luce crecido pelo rococó. Ese, ese conocido que vuelve … ¡¡¡¡ es Pedro !!!!

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  18. Ejercicio Oulipo: escribir un texto con predominio del sonido "j".

    Título : El Girasol

    "Jamás un viaje a Jaén había resultado tan genial",pensaba Julia mientras giraba a la derecha en la última rotonda, aparcando su Jaguar justo al lado de la Joyería de Juan.

    Julia vivía en Jerez pero su padre, jubilado de " Bodegas Riojanas S.A ", jienense por los cuatros costados, había alquilado un gigantesco ático con terraza donde pasaba las jornadas enteras debajo del influjo del astro rey, cambiando de posición como lo hacía un girasol.

    Su hija Julia lo visitaba generalmente los jueves, siempre que no le coincidiese con algún juicio. Abogada de profesión, procuraba disponer de algún tiempo para pasarlo juntos sin mirar continuamente el reloj.

    Julia tenía una hermana gemela, Josefina, pero a ésta le jorobaban los comentarios joviales que hacía su padre sobre los gitanos y al final, juraba una y otra vez, que no volvería a visitarlo jamás, pero al atardecer aparecía de nuevo en el ático con una joya de jamón de Jabugo que, generosamente, colocaba en la bandeja con tres copas de vino de Jerez. En realidad " jamás " no era " nunca ", era " hasta después " y así, al cabo de un rato, su padre soltaba aquello de que " este jamón no se lo salta un gitano" y vuelta a empezar - ¡Joder con papá !- que mi Juan, a parte de ser joyero es gitano de Ecija, sevillano tal cual" se quejaba así Josefina, gimoteando como una niña, jurando de nuevo que no volvería jamás. Julia, acostumbrada a éstos jaleos, se servía una ginebra con jugo de naranja y pensaba, a juzgar por lo jocoso de la situación, si no era más un problema genético que de generación y, a continuación, antes de viajar, le recordaba a su padre la necesidad de tomar el jarabe y de ponerse, al anochecer, el jersey que en su día, su hija Josefina, había tejido para él.

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  19. JUGAR, y jugar, con el sonido: ¡¡¡¡ JA, JE GE, JI GI, JO,JU !!!!

    El objetivo de Juana, era conjugar día y hora para juntar a sus hijos, de juventud callejera con trinos de jilguero y mañanas con jaqueca. ¿Motivo? Homenaje, fiesta regia, y de jolgorio algodonado, a su progenitor, el mejor juez, jaleado por su ética y mejillas de jaguar resabiado.

    Gema y Ángela, Julia, Jorge y Eugenio, se rejuntaron al festejo. ajustaron horarios, brujuleando o deshojando, generosidad, sin gimoteo, jugando a viejos gigantes ligeros.

    Justino, jardinero empedernido, enjoyó el hall, con geranios rojos, jacintos jaraneros y jazmines san José.

    Josefina, manejaba entresijos de cocina, con desparpajo ingenuo y brujo. Gilberto, jerezano, bandeja en mano, jovial y dicharachero, callejeaba el jardín con pinchos pijos, y vino de Jumilla. Con este conjunto, de lujo. Juana podía desmadejarse, y echar cerrojo a su marujeo.

    Ojeó la llegada, y dijo: ¡¡ ajustada !!

    Jorge y Eugenio, gemelos, fueron los primeros. Jorge el más joven sufría faringitis y agitaba un jarabe de miel de abeja y jengibre que introdujo en una jeringa. Mientras, Eugenio carcajeaba lo exagerado del paisaje.

    Gema, de gira gitana, eligió llegar la víspera y relajada, dormía ajena al trajín.
    Ángela apoyada en la verja del garaje con los brazos en jarra, esperaba a Julia.

    Julia ajustó el paso ojeando de reojo el reloj del Juzgado. El último, ¡¡juro o prometo!! resultó enojoso, de jalar jamón y jorobar.

    Justino, gritó jocoso, ¡¡ JEFA!! lleno general.


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  20. XERMOLOS DE XACULATORIA

    Latexo axeonllado.
    Xemidos anoxados, sen son.
    Buxainas no maxín
    xirando,
    Xirando sen xeito
    madeixas de incomprensión.
    Xanelas enreixadas,
    encaixadas.
    Axóuxeres axustando anxos.
    Axóuxeres axexando.
    Axóuxeres lonxe,
    máis lonxe
    unxindo xugos e bruxos
    xunguindo a paixón.

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  21. PAISAJES ENOJADOS
    Pasajes de pájaros ajetreados sin jolgorios, sin majestuosos vuelos.
    Pájaros enjutos que gimen en sus trinos.
    Enjutos pajes ejerciendo de jueces en el juicio de vida, ejecutando magias miserables.
    Paisajes sin pájaros.
    Pajes justicieros, jadeantes, gentes joviales fingiendo, emparejando vida y muerte, enjuiciando en el nuevo paraje.

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  22. ELEGÍA
    El jinete jadeante bajó de la enjuta jaca, observó a un joven tras la verja de lo que se le antojaba un alojamiento lujoso acorde a su linaje.
    El mozo, tras la reja, semeja estar aquejado de un mal embrujo. Jorobado, pierna corta y cojo pero ágil cual pajarillo ligero, ensortijado pelo rojizo, con un solo ojo útil vio acercarse a un andrajoso viejo y su jumento.
    _ Soy Alonso Quijano, hijo de los Quijada, por mis gestas tengo prestigio y Don Quijote he elegido como nombre en la contingencia. Lucho contra gigantes. Malcuento la jornadas de viaje ¿en Jaen me hallo? Veo mucha gente.
    El jorobado lo corrigió con gesto afligido.
    _ Jerez ¿tal vez?
    El ojo del jorobado le dijo que no el diligente ejercicio y con jocoso gracejo hizo una genuflexión de acogida para fingir el privilegio que supone aceger a un viajero de prestigio, tan enajenado de razón y tan lejos de su embajada.
    _Jardinero, ¡exijo refugio y manjares para mí y mi jamelgo! ¡Abra la verja y avise a su Señor!
    Quasimodo ojeó con su solitario ojo el jumento andrajoso que no era jamelgo ni jaca, A Don Alonso Quijano que no regía un carajo, a la verja del jardín sin jardinero que era jaula o calabozo donde su gitana amada conoció salvajes injusticias.
    Atrás dejaba ajustadas las cuentas, a empujones arrojó al judas desde la torre; juró protegerlo y mintió, juró proteger a la gitana de los otros gitanos cuando solo quería ultrajarla, la acusó de brujería y dejó que la ejecutaran en la horca. Su maligno corazón festejaba con júbilo aquella tragedia en un acto. Frollo no oyó crujir sus huesos fragmentándose en el rígido adoquinado.
    El giboso hizo un gesto a Don Quijote, lo ayudó a despojarse de la armadura, ofreció un jergón ajado, un brebaje caliente y forraje fresco para el falso rocín manejando su enajenación con ternura. Acompañó sus jaculatorias y su breve vigilia, el gentilhombre se aflojó al sueño. Don Juan, Hamlet, San José o simple monje jesuita amanecería mañana.
    El ingenuo majareta era otro marginado más, divergencias del humano que el azar elige para hacer perfecto al homogéneo e imperfecto al disparejo.
    Nostálgico de amores resurgió el ansia de juntarse con su gitana amada. Eligió destino y dirigió su energía hacia du deseo: compartir su mortaja, su muerte y su agujero en la tierra. Dejar de ser personaje para ser por fin leyenda.

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  23. Pero, ¿qué pasa? ¿Y esta juerga? ¡Parecéis una jauría de perros! No, no os voy a meter en una jaula, ganas no me faltan. Dije jauría de perros por no decir piara de jabalies. Que no, Julio, deja el bocadillo que no es hora de merendar. Joaquín, deja de tirarle de las coletas a Jael. A ver, por favor, juntaos todos. ¡Giménez, deja la pelota! Julieta, no acoses a Juan, que solo es tu pareja de pupitre, no tu novio. Venga Jesús, ven aquí. Jaime, ponte a la fila. Gerardo, ¿quieres parar? Ay, Gerardo. A ver, los gemelos, Jose y Jorge, ya sé que os gusta mucho jugar al ajedrez pero juntad todas las piezas y metedlas en la caja de una vez. Jimena está llorando, ya lo sé, Jacobo, a ver, Jimena, ¿qué te pasa? ¿¡Otra vez Heidi!? ¡Quién fuese la señorita Rottenmeyer! ¡No, tampoco vamos a poner a Peppa Pig! Estoy de su abuelo y de su tren Gestrudis...
    Ay, Jacobo, cuanto más grande, más... ¡Alejandro, deja de hacer eso! ¡Julio, ni tu bocadillo ni el de Gema! ¡Giménez! Más paciencia que el santo Job. La única que se porta bien es Genoveba, ya podíais ser como ella. Cojos no, por dios, obedientes. Ángel, deja de jugar con las tijeras y haz honor a tu nombre de una vez. Jesús bendito, ¡qué jauría! Sí, voy a hacer una jaula enorme y os voy a meter a todos como pajaritos. Julián, no, tú no serás un águila ratonera.
    En mi sano juicio vuelvo a organizar semejante lío. A ver, Jesús, Juán, dejad de tirar guijarros a la pobre Ginebra. Jaime, deja en paz a Alejandra. ¡Giménez, deja de joder con la pelota!





    El jinete cojo cogió su jubón y se puso a viajar.
    Como era cojo, viajó la mitad.
    A medio viaje, quiso girar.
    Por su pata coja gemía sin cesar.
    Su jamelgo, jocoso, se carcajeaba sin parar.
    No te rías, le dijo, que no puedo más.
    ¿No ves que así cojo, no te puedo montar?
    Bájate, le dijo, para que me pueda aupar.
    Cojea, cojea, le dijo el animal.
    Si bajo, me canso, y voy viejo ya.
    Ay jamelgo, al jefe, de ti, me voy a quejar.
    Y cuando te jubilen, al matadero viajarás.
    Bajose el jamelgo una vez más.
    Subiose el jinete sin cojear.
    Gemidos y carcajadas sonaron a la par.

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  24. Ejercicio: Trabajar con una foto que contiene una historia.

    Título : "Los Arces del Japón"

    Había pasado mucho tiempo. Casi no se acordaba de como era aquello y antes de dejar su pequeña bolsa de viaje en el hotel, impaciente, se puso a caminar y pronto recordó que hacía mil años que había abandonado aquel lugar para vivir en otro más grande, apocalíptico, arrasado y gris desde su mirada infantil.

    Su padre le explico que era para prosperar, que no había marcha atrás, que allá se encontraba el futuro, que parará de llorar. Pero, con siete años, no lo entendió. Su mundo era físico a esa edad; lo formaban los paisajes, los olores y los sabores, los sonidos y el tacto de las cosas, en sus pequeñas manos, al jugar.

    Mientras caminaba, recordó algo que decían los poetas; "la patria es la infancia de uno" y se preguntó cuánto habría de verdad en esta afirmación. Y decidió buscar la suya y por instinto, la encontró; estaba en el olor de las viejas aulas, en el sabor de los palotes de pan recién horneados que su madre le compraba en los días de mercado, en el murmullo de las olas del mar cuando, en verano, el agua estaba tibia y se podía nadar y en la luz de las mañanas de otoño que veía reflejada, de camino a la escuela, en el boulevard del Parque Central, flanqueado por altos y viejos Arces del Japón, todos en fila, sin romper la formación. Teñian el paseo de púrpura, de bronce, de amarillo dorado, de verde y de marrón.

    Tocaba recorrerlo ahora, como adulto, por el centro, erguido, cabeza firme, paso ligero y sonriendo confirmó que los poetas tenían razón, que la memoria lo había devuelto, por un momento, al origen, al inicio, a su patria, a la primera infancia donde jugó.

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  25. ¡¡¡ OTOÑO, PREMIADO !!!

    En casa de Teresa, el otoño se vestía de pasarela Cibeles, venía cargado de cumpleaños con festejos; regalos elaborados y elegidos con cuidado, tartas de dudosos confiteros, velas que soplas, resoplas y se resisten, si no a los deseos, si, a perder el protagonismo junto con el brillo chispeante de oro. ¡Todo sonaba siempre a arrebato, a gloria!

    El broche que ponía intermedio y punto final en las celebraciones, perduraba en el tiempo: ver fotos en familia y a continuación la clausura jubilosa, despedidas, gracias por todo, besos sonoros, y abrazos cuerpo a cuerpo, sentidos. Y siempre, un, ¡¡nos vemos mañana!!

    Ya sola, tranquila, colocando los últimos detalles en su sitio, su mirada quedó prendida en la fotografía, que había hecho ampliar, y estaba colgada en un rincón discreto del salón, justo enfrente de su sillón.

    Era una foto bellísima, una luminaria, de ¡¡ premio!!

    Premiada, única, imposible de olvidar por lo que escondía, lo que mostraba, lo que se adivinaba, y perseguía a través del tiempo.

    La protagonista, una silueta femenina, caminaba sola mirando al frente con paso decidido, como queriendo acabar pronto el recorrido. Iba solo acompañada de un bolso, lleno de muchas cosas, y protegida del frio evidente, por un abrigo ligero, fino. No necesitaba fijarse en nada, todo le era conocido, era como suyo. El mobiliario del parque, las parejas sentadas, y acurrucadas en los bancos de forja, pintados de verde botella. Las sombras de gente paseando aburridas, deprimidas que preferían estar solas, hablar solas, pasar desapercibidas. Una chica madura, ya de retirada, empujaba una silla de ruedas con esfuerzo, cansada, la esperaba una casa llena de ausencias. El sol muy presente, limpio, brilloso con un calorcillo suave, se aproximaba con disimulo, pero no calentaba. El contenido de este paisaje tan próximo, tan íntimamente ligado a ella; lo ignoraba.

    Se acomodó en el sillón, necesitaba un respiro, la otra parte de la foto, la atrapaba, era como una corbata de diseño fino, bien anudada.

    Contempló el follaje del suelo, precioso, convertido en alfombra que simulaba abanicos desdibujados, unos cobrizos, amarilleados, otros burdeos que con el tiempo se convertían en jaspeados, y también verdosos desvaídos, aceitunados. Así de variadas eran las hojas del parque. Todo dependía de como entrara el sol a través de lo más hermoso de la alameda, su arboleda bohemia, rojiza, pelirroja y pasajera. El artífice de aquella visión era el “astro soleado”, que recogía lo más sublime de un mediodía otoñal.

    La mujer se acercaba al final de su recorrido y una cadena de gruesos eslabones, pintados de rojo y blanco cortaba el paso autorizado, dejando a los lados, dos salidas estrechas, clandestinas y sesgadas.

    Detuvo el paso; se volvió lentamente y miro hacia atrás ………
    ¡¡ Sorprendida vio al fotógrafo!!

    En su recorrido visual y emocional a la fotografía, siempre recordaba, matices, luces y sombras, que le demostraban lo lúcida que conservaba la memoria. Solo respiraba, una dudosa gotita de rocío, ¿cuándo se detuvo y miró hacia atrás, ese instante, como fue, corto o largo?
    …… ¡¡¡¡ Nunca, quiso saber, en qué momento tomó la foto !!!!

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  26. Aquella bolsa pesaba más que el mundo pensaba Mario.
    El otoño quería distraer a Mario con una sonora alfombra de color avellana y café que crepitaba con sus pasos para acompañar sus prisas. Mario no oyó el otoño.
    El sol intentaba molestar a Mario con ágiles cambio de luz mientras caminaba bajo los árboles para acentuar su ritmo apurado pero sus pupilas no obedecieron al sol.
    La brisa fresca de la primera semana de diciembre acarició su rostro con afán de hacerse notar, de ser apreciada, correspondida pero Mario no agradeció el mimo de la vida consciente de su soberbia.
    Cruzar el parque era un atajo imprescindible porque ganaba al menos doce minutos; no doce minutos de olor a verde que el aire no viciado, en eterna lucha con el progreso, regalaba. El parque de la ciudad era un gueto donde se amontonaron los árboles cuando triunfaron las plantaciones de otros troncos verdes y luminosos, el tráfico demandaba un nuevo orden y paisaje. Doce minutos para Mario eran una fracción de una hora, él compraba y vendía su tiempo sin acordarse de respirar.
    Aquella bolsa pesaba hoy más que el mundo y como un Átlas rendido añoró un amigo para compartir su carga, pero Mario nunca quiso querer.
    Al llegar a casa comprobó la hora, ocho minutos más tarde de la hora prevista. Cada tarde, a la misma hora, defendía su fortaleza de los ataques en oleadas de los muertos vivientes. Luchaba para mantenerse vivo en el mundo Fortnite, la competencia entre luchadores era dura y la partida había comenzado ya.
    Sonó su móvil, Mario maldijo, estuvo a punto de no atender pero no pudo evitar mirar el número, era un teléfono fijo que conocía muy bien.
    _ ¿Dr. Mendoza? Sí, tenemos que hablar urgentemente con usted, no son buenas noticias, han llegado los resultados de sus pruebas. Mañana a primera hora el Dr. Ortega le explicará con detalle los protocolos en estos casos, los tratamientos, las expectativas y todas las dudas que se le planteen. Es una lucha dura, no se desanime, cada día será una batalla ganada.
    Mario colgó. Mentalmente se repitió cada una de las palabras, recordó cuantas veces las había pronunciado él mismo en los últimos veinticinco años.
    Encendió su consola una vez más para canalizar su amargura, luchó con tanta rabia y lucidez como si cada zombie eliminado fuese un cáncer menos, un enfermo menos, un superviviente más. Pasó así la que seguramente sería su última noche en casa por mucho tiempo, agotándose en la lucha, protegiéndose de la realidad.
    A las siete de la mañana se duchó y recuperó el placer del agua caliente sin apremio, la complaciente toalla seca. Salió a la calle para atravesar de nuevo el parque caminando lento, dejando que la brisa lo acariciara, para que el sol del invierno próximo le hiciese daño en los ojos, para escuchar sus pasos pisando las hojas y respirar profundo el verde. Recibió sus regalos poniendo el alma en apreciarlos y prometiendo volver a por más. Tiró el reloj a una papelera antes de entrar al hospital.
    Mario era un soldado con armas nuevas.




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  27. Parte 1.
    Les voy a contar el día más triste de mi vida aunque, en realidad, se desarrolló en dos separados en el tiempo.
    Yo estaba felizmente casado, o eso creía, con Clara. Conocí a mi compañera de viaje y madre de mis hijos en el instituto. Por azares alfabéticos, nos sentábamos juntos en varias asignaturas. El silencio incómodo del principio se transformó en ansia por las clases juntos hasta que un día no nos separamos. Por consenso, decidimos estudiar empresariales. Todos los días cruzábamos el mismo parque de vuelta a casa y, en la verja, nos dábamos un beso digno de la censura de Cinema Paradiso. Veíamos las hojas cambiar de color, las plantas florecer y marchitase y, cuando veíamos una pareja de ancianos, nos imaginábamos sus largas y felices vidas juntos. Allí, en un banco, le prometí que si se casaba conmigo, nosotros seríamos los protagonistas. Poco a poco fuimos haciendo nuestros sueños realidad: la boda familiar y sencilla, la luna de miel, el piso de tres dormitorios... Con los hijos, nuestra vida en común pareció llegar a su culmen. O eso creía yo porque Clara tuvo que dejar el trabajo y su humor se fue agriando. La empecé a ver con otros ojos, ya no era aquella chica menuda que me comía a besos en el parque. El parque. ¿Por qué no íbamos con los niños como habíamos soñado? Empecé a ir yo solo y me fijé en la cantidad de ancianos que lo atravesaban cargados con las bolsas de la compra, con la mirada vacía como la mía.
    Una tarde me senté en nuestro banco, intentando comprender cómo se habían torcido nuestras vidas. Belén, así supe después cómo se llamaba, se sentó a mi lado. Me dijo un escueto hola que me sacó de mi ensimismamiento. Era increíble lo que se parecía a la joven Clara, su piel nívea en contraste con su pelo negro. Su pequeña nariz hacía que sus ojos, del más bello color verde, resaltasen más. Su boca era un poco mayor, con labios más carnosos. Me quedé sin palabras, creía estar en un dejavú, un sueño de mal gusto del que no quería despertar. Belén estaba preocupada por mí, me vio al borde de las lágrimas y quería asegurarse de que estaba bien. Nos pusimos a hablar, yo, nerviosio por haber captado la atención de aquel alma tan pura, ella con el sonrojo de parecer imprudente. Me dijo que llevaba varias tardes viéndome pasear solo por el parque y me pudo el egoísmo: balbuceando, sin saber cómo mentirle, le dije que acababa de quedarme viudo. Empezamos así a vernos todos los días sin nunca citarnos pero sin faltar a nuestro encuentro. Ella volvía a su ciudad los fines de semana mientras yo, cada vez más desganado, me refugiada en los partidos de fútbol para no tratar con mi familia. Comprendí que aquella situación era insostenible y decidí contarle la verdad. Sentados en el mismo banco, le confesé mis mentiras, mi mísera vida y mi auténtico amor por ella. No dijo nada. Se levantó, me miró por última vez y se fue. Yo volví al día siguiente esperando su perdón. Volví todos los días aquel banco hasta que comprendí que la había perdido para siempre, que nunca la había tenido porque nuestra historia se basaba en una mentira.

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  28. Parte 2.
    Decidí reponerme y recuperar a mi familia. Comprendí que le había dejado a Clara todo la carga de la familia alegando inacabables jornadas de trabajo. Clara, con su enorme corazón, me acogió en su seno como antaño, feliz de haberme recuperado. Pero, como ya dije, el peor día de mi vida tenía dos partes y la segunda llegó una tarde de primavera. Llegué a casa feliz, creyendo haber superado todos los problemas del pasado y con Belén como un sueño. Clara estaba esperándome en el salón, con los ojos hinchados de llorar y el semblante firme de quien lo ha perdido todo menos su orgullo. Encima de la mesa había un papel. Me indicó con gesto funesto que lo mirase. Era una postal de nuestro parque. Miré a nuestro banco y allí estaba yo, destrozado mientras Belén me dejaba. Era fácil atar cabos, fue cuando caí en la depresión de la que Clara creía haberme salvado. Quise explicarme pero ella no me dejó, levantó su mano para mandarme callar y me dijo un frío vete. Recogí mis cosas con el estoicismo de quien se sabe rompedor por dos veces del corazón de su alma gemela. Dejé la postal para que Clara pudiera romperla y liberar así su rabia hacia mí. Yo compré otra y la colgué en el espejo del oscuro apartamento donde ahora vivo para no olvidarme nunca de ninguna de las dos.

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  29. UN DÍA MÁS

    Seis en punto de la tarde.
    Un día más, Ernesto recoge de manera perfecta y con cuidada meticulosidad la mesa de su despacho, se viste su inseparable gabardina gris y se despide amablemente de Gladys, la recepcionista.
    Un día más desciende en ascensor los 12 pisos que lo separan de la salida, se dirige a la pesada puerta de cristal y como una exhalación sus hojas giratorias lo empujan a la calle.
    Un día más, cruza la bulliciosa avenida y se adentra en el silencio del parque. Los árboles se desnudan y tiñen el suelo de otoño. Las parejas se sonríen y entre los bancos se susurran los sueños de fin de semana.
    Pero no, no es un día más. Con paso lento, Ernesto deja a sus espaldas la bulliciosa avenida, la pesada puerta giratoria, el piso 12 de la Torre París, su despacho perfecta y meticulosamente ordenado. Adiós a Gladys y a las muchas horas de apuntes contables. Y tan solo unos cuantos recuerdos guardados en bolsas de papel e impregnados en su gabardina gris.
    No es un día más, atrás va quedando el silencio de la alameda, delante se intuye el bullicio de una nueva avenida.

    aïnhoa mallo

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  30. Con paso firme, volvía cada tardiña do seu traballo. Era un home alto, de pelo curto e negro. Observándoo polas costas podiamos imaxinar un viaxante de libros, un representante de cosméticos, ata un vendedor de lencería.
    Hoxe levaba gabardina. Unha gabardina corrente de cor... de cor das gabardinas.
    As cores ocres e vermellas avisaban do outono, mais as raiolas de sol , naquela tardiña, teimaban por amornar a vida e ata os miolos, das xentes da cidade.
    E o noso home, decidido, deixaba atrás ese paseo, indiferente ás miradas dos adolescentes que, curiosos, vivían o tempo enmeigado dos primeiros amores.
    Ao fondo estaba a realidade, con coches e barullo. A realidade que el coñecía e desfrutaba, facéndoa mellor en cada alento.
    E, o noso home, volvía ao fogar. Collería o autobús, despois o metro e... agardábao un abrazo quentiño dos seus, que apagaba a brétema e o desacougo.
    O noso home, hoxe, paseaba eses momentos especiais, consumindo con dozura o pracer de imaxinar, de soñar e debuxar en cores de fantasía as caras das irmáns e dos pais, abrindo os agasallos que carrexaba nas bolsas de papel. Hoxe vencería o mundo da ilusión. Hoxe, co seu primeiro soldo como recepcionista do castelo, mercaría un feixe de posibilidades.
    O noso home era especial porque todos somos especiais. Nin ese síndrome que disque que tiña, nin a lentitude ou rapidez dos seus actos, apagarían o novo mundo no que vivía e no que soñaba.
    O noso home era un home normal, con agasallos para os seus, en bolsas de papel.
    O noso home era un home normal, cunha gabardina corrente.

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  31. Binomio fantástico: Molinillo- Cepillo uñas
    Hace dos años y medio que no uso despertador. Todos los días a las siete y veinte de la mañana me despierta el molinillo de café de la vecina de enfrente, Carmencita, que desde que se quedó viuda apenas habla con nadie y se comporta como un autómata. Las paredes de nuestra casa son como papel de fumar, así que voy siguiendo con el oído todos sus quehaceres: cuando muele el café, cuando se ducha, cuando va al mercado o cuando enciende la tele después de comer. Hasta para tirar de la cisterna es metódica. Lo hace todo a las mismas horas, siempre, todos los días. Al caer la tarde, también oigo como limpia con un cepillo de uñas las cacas que han dejado los pájaros en el alfeizar de su ventana. Al principio, esa rutina enfermiza me hacía gracia, eran como relojes auditivos. -Ea, ahí está Carmencita saliendo a la compra, así que son las diez y media. -Mira, ya son las tres, que Carmencita encendió la tele. -Andá, la cisterna de Carmencita antes de irse a la cama, como se me ha pasado el tiempo.
    Pero pasaron los meses y sus reglados horarios empezaron a calar en mi mente. Empecé a adelantarme a ellos: -Son las diez y veinte, dentro de diez minutos Carmencita irá a la compra. -En unos segundos Carmencita abrirá las ventanas para ventilar la casa. Y así todos los días. Después, no sé cómo, aquella situación pasó de entretenerme a obsesionarme. Dejé de estar pendiente de sus horarios para volverme dependiente de ellos, como si Carmencita, sin saberlo, hubiera secuestrado mi vida.
    Una mañana fría de primavera el molinillo no sonó a su hora. Yo ya estaba despierta desde hacía unos minutos, esperando ese sonido automático que diera comienzo al día. Pero no se oyó nada y supe que algo había ocurrido. Tampoco escuché la cisterna, ni la aspiradora, ni el teléfono, ni siquiera la puerta de la calle. Esperé todo el día, pero solo se oyó el canto de los pájaros que se acercaban a su ventana. Me asomé para ver si estaba abierta pero solo pude ver, apoyado en su brillante alfeizar, un viejo cepillo de uñas.

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  32. RELATO SOBRE UN DIBUJO DE KAFKA -Parte1-
    ¡Harta, harta, estoy harta! Me voy de casa a las 8 de la mañana y no regreso hasta las 9 de la noche: muerta, molida, sola, sin ganas ni de calentarme una pizza en el micro. Todo el día resolviendo problemas en el bufete, peleándome con los clientes, presiones que me vienen por todas partes. Mi vida se ha reducido al cumplimiento de unos objetivos al final de año. Eso es todo. Esa es mi triste realidad.
    Tardé unos segundos en ser consciente de que esa musiquilla metálica no estaba integrada en mi sueño, sino que era el sonido insistente de mi teléfono. ¡Era sábado y eran las 11, por dios! Descolgué y antes de darme tiempo a emitir ningún gruñido mis amigas entonaron el cumpleaños feliz al tiempo que me apremiaban para abrirles la puerta: estaban en el portal. En ese momento las odié y las amé al mismo tiempo, como tantas veces. Mis amigas de la infancia, mis tesoros más preciados, mis chicas, mis madres, mis hermanas, esas eran las tres locas que estaban entrando por la puerta como gallinas descabezadas. ¡Sorpreeeesaaaa! Venga, Elenita, espabílate, que te tenemos un regalo muy especial, que no te va a gustar nada, ya te avisamos, pero no nos importa, te lo vas a tener que tragar igual. Entre risitas me sentaron en el sofá y con teatral ceremonia me colocaron delante un ordenador encendido.
    En la pantalla aparecía un hombre guapo, moreno, alto, con un gorro y unas sugerentes rastas, tipo Bob Marley. Estaba en una playa de aguas azules, las ramas de los cocoteros caían a su espalda, al fondo de la foto casas paradisíacas. El sonreía a la cámara dejando al descubierto unos dientes blancos y perfectos.
    Al pie de foto se leía:
    Jimmy, 42 años. Me gusta viajar, el deporte, leer y la fiesta. Soy músico. Estoy divorciado y no tengo hijos.
    En otra casilla de color azul se leía:
    Hola Elena, recuerda que hemos quedado esta noche para cenar en el Cisne Rojo, a las nueve y media. Estoy un poco nervioso. Espero no defraudarte. Adiós.
    Tardé unos minutos en asimilar el despropósito de regalo de cumpleaños que acababan de hacerme a mis amigas. Me negué, me enfadé, las eché de casa, las insulté. Pero ellas contraatacaban diciéndome que no volverían a hablarme, que me quedaría sola toda la vida, que lo hiciera por ellas, que lo intentara, que no perdía nada, que solo esa vez. Me lo rogaron, me besaron, se pusieron de rodillas. Y no tuve otra alternativa: cedí. A lo largo del día hice un esfuerzo sobrehumano por ser positiva: que al fin y al cabo el chico no estaba mal, que estos rastafaris suelen ser simpáticos, que si sería jamaicano, que qué exótico, que si hablaría español, que si estaría en un grupo de reggae…
    Y llegaron las nueve.

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  33. DIBUJO DE KAFKA _Parte 2-

    Entré en el Cisne Rojo turbada y desconcertada. La mayoría de las mesas estaban ocupadas por parejas o por ruidosos grupos de amigos. Sonaba una canción de reguetón. Me fui a la barra y pedí una cerveza. Al rato entró un chico que fue a incorporarse a la mesa del grupo del fondo. Luego entró una pareja y más tarde un señor. Enseguida sentí que buscaba mi mirada, se acercó: -Hola Elena, soy Jimmy, bueno Jaime. Y me dio dos besos. Me fije en sus ojos caídos, en su incipiente calvicie, en su baja estatura y en una vieja cicatriz que nacía en la oreja y moría en la barbilla. No supe que decir, pero no hacía falta, ya lo decía todo él, que hablaba como una cotorra. _Ya te imaginarías que la foto del perfil era un disfraz, no? Y sacó de su cartera la foto en un gesto que evidenciaba haberlo repetido muchas veces. -Mira, ¿a que parece de verdad? nos la hicimos un amigo y yo el verano pasado en Villajoyosa, en una fiesta de disfraces. Te ponías delante de un panel sujeto con dos postes de madera, que representaba la imagen de una playa jamaicana, luego te colocaban el gorrito con las rastas y listo. Yo me subí a una banqueta porque el panel me quedaba alto. Bueno, la verdad es que ya teníamos unas copas encima, nunca me reí tanto. ¿Conoces Villajoyosa? Es divertidísimo, te lo recomiendo, el mejor sitio para viajar. Y soltó una gran carcajada. Reconocí los dientes blancos y perfectos de la foto. Era lo único reconocible, como cuando la gente se desfigura en los accidentes y solo se las puede identificar por la dentadura. Tuve la misma sensación. Cogí la foto y donde había una formidable playa caribeña solo vi un espacio en blanco, un panel vacío. Y ante él, un hombre sin rostro con las manos también vacías.
    Y entonces recordé una frase de Kafka que decía que en la vida tenemos dos posibilidades: hacerse infinitamente pequeño o serlo.

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  34. Volvió bruscamente del desmayo
    Volvió bruscamente del desmayo y ninguno supimos lo que teníamos que hacer. Era un desaparecido y su regreso repentino puso nuestras vidas de revés. Mi padre llevaba desmayado 18 años. Así nos referíamos a él mis abuelos y yo, como si fuera un diminutivo familiar cariñoso: en vez de decir que estaba en coma, decíamos que estaba desmayado. Yo tenía dos años cuando se desmayó.
    Con el tiempo supe que mi padre había querido vivir la vida a toda velocidad, tanto metafóricamente como en la realidad. Cuando su moto se salió de la carretera y fue a chocar contra un olmo viejo iba a 180 kilómetros por hora. Nadie se explica que sobreviviera, porque ni el olmo no pudo soportar el impacto y murió unos meses después.
    18 años llevaba durmiendo en una cama, como un vegetal suspendido en el tiempo.
    Después de diez meses en el hospital, mis abuelos lo trajeron a casa, Adaptaron todas las habitaciones y en el salón colocaron una cama donde antes había un sofá de flores verdes y blancas. Y después aprendieron a vivir de nuevo sobre un suelo que ya jamás volvió a ser firme, sino blando como arenas movedizas.
    Yo solo había conocido a mi padre desmayado, así que esa circunstancia no me producía dolor. Mi suelo siempre había sido sólido, hasta ese día, cuando se despertó bruscamente. Fue a la hora de la cena, no puedo reconstruir bien los detalles, solo recuerdo girar distraídamente la cabeza y verle con los ojos abiertos mirándonos.
    Mi padre puso fin a su desmayo de la misma manera que lo había iniciado: a toda velocidad. Volvió a la vida después de 18 años como si tan solo viniera de un sueño largo. El barrio había cambiado, las pesetas ahora se llamaban euros, la gente hablaba sola por la calle, como si fueran locos, con unos pequeños artilugios móviles. Se asombraba de lo que habían envejecido sus vecinos y de que los amigos en vez de hablar en los bares, lo hicieran a través de aparatos electrónicos. A todo eso se acostumbró rápidamente mi padre, que le contaba su hazaña a cualquiera que quisiera escucharle. Mis abuelos encontraron en la parroquia la explicación a algo que ningún médico podía comprender. Todos renacieron. Todos menos yo, que un día me senté a comer sin padre y antes de que llegara el postre me había convertido en la hija de un extraño. Aquel día el suelo se hizo blando y del cielo cayeron arenas movedizas.

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  35. Texto sin la a
    Vengo con intención de referiros un triste cuento. Poned bien el oído, porque lo que confieso es de contenido serio.
    Surgí en este mundo siendo solo un símbolo, o un signo, como se desee decir.
    Somos cinco primos. Yo soy el que llegó primero. Después vinieron ellos. Oíd, que os los presento: el que me sigue tiene por nombre e, que es el serio; luego viene i, el del sombrero; después o, que es gordito; y por último, u, el escurridizo. Mi nombre no lo quiero decir, pero podéis suponerlo.
    Los signos somos elementos muy simples. Puede uno creer que somos inexpresivos y tristes pero lo cierto es que solo porque nosotros existimos vosotros podéis disponer de un rico léxico. Y con el léxico podéis escribir todo lo que sentís, por medio de un cuento o de bellos versos compuestos.
    El mundo no es un sitio benévolo con los seres pequeños. Mis primos y yo bien lo percibimos. Qué triste que solo se estime lo que es ostentoso. Pero yo os digo que lo mejor del mundo reside en lo pequeño, en signos como nosotros, que sostenemos el universo siempre que nos introducimos en el espíritu de los escritores con el fin de permitirles componer versos eternos.

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  36. Relato sobre una foto: parque en otoño
    Jamás había imaginado que un día llegaría a casa y escucharía la fatídica frase: “Tenemos que hablar”. Ni tampoco había considerado que un día sería abandonado. Realmente nunca me había parado a pensar en los giros involuntarios que la vida te puede poner delante. Hasta que me di de bruces con ellos: giros azules o grises; sordos o ruidosos; insípidos o salados. Aquel día el mío fue de color verde.
    No lo vi llegar, absorto como estaba en mi trabajo, en mis viajes, en mi espacio y mi tiempo. El desamor entró un día por la ventana y comenzó a deslizarse entre la ropa, las alfombras, las lámparas y las sábanas. Ni siquiera lo percibí cuando ya lo había invadido todo.
    Asumí, entonces, plantarle cara al fracaso, pero antes de marcharme para siempre abrí su armario para tocar su vestido verde, aquel que guardaba recuerdos inmortales. Quise olerlo por última vez. Aquel vestido de tacto aterciopelado y cintura entallada que tantas veces le había desabrochado dejando al descubierto su piel tostada llena de pequeños lunares como constelaciones sin orden.
    Me fui. Crucé por el sendero del parque, camino hacia no sé dónde. Solo me llevé una bolsa vieja donde poder meter mi insoportable tristeza.
    Aquella tarde el otoño trajo unos rayos de sol que iluminaron mi paso entre los árboles. Vi que las hojas se despojaban de los ropajes verdes que habían lucido durante la primavera y el verano, dejando al descubierto, ellas también, sus pieles amarillas, rojas y tostadas.
    Las hojas desnudas y moribundas cubrían el sendero. Y al pisarlas crujían y susurraban entre ellas que la vida no tenía sentido sin el calor de un vestido verde.

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  37. (PINK FLOYD) 1ª PARTE

    Cogí mi bandeja del desayuno y me senté en la última mesa del comedor. Había llegado hacía una semana pero aún no había hablado con nadie. NI me interesaba, ni me apetecía.
    Un tipo bajito de grandes patillas y ojos verdes que arrastraba una leve cojera se sentó a mi lado y comenzó a hablar sin que yo le hubiera preguntado nada. Contó que tenía una condena de 4 años por el atraco a una pequeña sucursal en la Caja Rural de un pueblo de Segovia, en el que la mala suerte había dejado un policía herido. Lo contaba mirando fijamente hacia adelante, como si no hablara conmigo sino con alguien invisible sentado frente a nosotros. Luego se quedó en silencio esperando sin decirl, a que le contara yo también el motivo de mi condena. - ¿Alguna vez se ha preguntado si un artista puede falsificarse a si mismo? , le pregunté. El atracador de bancos detuvo la cuchara de cereales que estaba a punto de meterse en la boca y por primera vez se giró para mirarme.
    Yo tenía 20 años cuando monté la primera exposición, 22 cuando me fichó una galería de gran prestigio y 25 cuando hice mi primera retrospectiva en un museo nacional. Una carrera meteórica. Empecé a pintar antes que a hablar. La pintura era para mi el único medio posible para expresarme. Leía, viajaba y estudiaba solo para adquirir más conocimientos, para aprender a transmitirlo todo a través de los colores.
    Mis obras comenzaron a venderse rápidamente. Fui el primer artista vivo cuyas obras entraron en el mercado de las subastas. Me invitaban a actos oficiales y mi rostro aparecía en las mejores publicaciones de arte, en los noticieros y en los rankings de los artistas más cotizados. Pero a mi toda aquella parafernalia me importaba bien poco. Mis agentes y galeristas se ocupaban de toda esa farsa. Yo seguía pintando cada vez más convulsivamente, me atormentaba buscar y no encontrar. Fumaba, bebía y pintaba hasta altas horas de la noche, cuando ya el cuerpo pedía socorro y me tiraba en el viejo sofá, sucio y sin patas, que resistía arrinconado en una esquina del taller.

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  38. PINK FLOYD 2º PARTE

    Mi agente me apremiaba para terminar las nuevas obras que conformarían la esperada exposición de otoño en la Academia Nacional de Arte. A medida que se aproximaba el día los medios de comunicación iban generando una expectación que se expandía entre los circuitos artísticos, los selectros coleccionistas y los críticos más pestigiosos.. Llevaba casi un año encerrado en el estudio sin permitir que nadie viera mi nueva obra. Todos esperaban que mi estilo y mi lenguaje visual hubiera evolucionado hacía lo que ya conocían, hacía donde marcaba el mercado y los gustos institucionales.
    El fracaso fue rotundo. Durante aquel año de silencio, y en una búsqueda enloquecida por seguir encontrándome a mi mismo, había experimentado con otros lenguajes expresivos en los que no había ni rastro de mi anterior etapa.
    El mundo es así, amigo, una montaña rusa. Un día estás arriba a abajo en unas décimas de segundo. Todos los que me habían idolatrado se dieron la vuelta para buscar otro producto para colocarlo de nuevo a la cima del arte y adorarlo, y también, de paso, hacerse millonarios. Mi luz entonces se apagó e inicié una caída libre y amarga hacía el vacío, deslizándome por un túnel sombrío de alcohol que ahogaba la frustración de aquella indiferencia hacía mi obra.
    Luego pasó el tiempo. En una ocasión pasaba por delante de una prestigiosa galería cuando el mundo se me cayó encima como una losa de cemento: una antigua obra mía lucía en un gran caballete del escaparate, sobre una tela de terciopelo que caía por los lados como si la pintura fuera un frágil tesoro. No lo pensé y entré. Una señorita de impecable traje chaqueta azul marino se levantó para atenderme. Me miró desconcertada e inquieta, pero no podía conocerme, no solo por mis 115 kilos de peso, mi cabeza rapada, mi mirada perdida y mi ajada indumentaria, que obviamente no encajaba con aquel lujoso salón revestido de damasco, sino porque probablemente cuando yo había firmado aquella obra ella ni siquiera habría nacido. Me explicó que el autor llevaba años apartado del mundo pero que en los últimos años las obras de su primera época se habían revalorizado mucho y eran muy buscadas entre los mejores coleccionistas, muy al contrario que sus obras posteriores, que solo eran un puñado de telillas mediocres. Aquellas palabras, que en los primeros segundos reavivaron la herida abierta de la incomprensión y constataban, una vez más, la voracidad de la maquinaria industrial del arte, me llevaron a esbozar la primera sonrisa desde hacía muchos años.
    Esa misma noche empecé a pintar. Con la obstinación de antaño, y empleando similares materiales y estilos, pinté medio centenar de lienzos con aquellos temas emblemáticos que un día me habían llevado al pódium del arte y que ahora, sin yo saberlo siquiera, se vendían a precio de oro. Los firmé con mi propio nombre, empleando mi antigua e inconfundible caligrafía y al lado escribí la fecha. Pero no la real, no, sino la de los años mágicos: un pequeño error de 45 años. Colocarlas después en el mercado fue muy fácil, y en menos de un año y medio había ganado una pequeña fortuna. Pero mi verdadero objetivo no era el dinero, sino reírme de todos aquellos charlatanes que en su día no habían entendido nada de mi obra. ..
    Mi amigo el atracador de bancos no dijo nada. Hacía rato que había terminado su desayuno. Ni siquiera sé si me estaba escuchando. Yo también miraba al frente, a nuestro invisible compañero sentado al otro lado de la mesa.

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  39. La recta de Villalba.

    Giro a la izquierda y ya está, ya estoy en ella. Una casa a la derecha, un prado y la gasolinera. No, hoy no tengo que parar, hoy puedo recorrerla entera con tranquilidad. Hay pocos coches, la verdad, no suele haber muchos. Siguen los árboles, por aquí los bosques son frondosos. Empieza a haber cierres, muros de piedra manpuesta desde hace varias generaciones, impertérritos. Surge alguna casa, con su galpón y su corte y el tractor aparcado delante. Empiezan a ser más numerosos los campos con ganado a medida que el terreno es más llano pero siempre están lejos de la calzada por si las reses se escapan. Tampoco los cultivos están muy cerca, supongo que para evitar la contaminación más cercana de los coches. Unos y otros no son los predominates en el paisaje verde que la encuadra.
    Otra pequeña subida, otra pequeña bajada, el caserón con los cristales espejados. Una hilera de árboles señala el paso de un riachuelo. Ahí está la empresa de alquiler de maquinaria.
    Paz.
    Empiezan las casas a juntarse. Una pequeña aldea con su bar, parada obligada en algún tiempo sin autovías. Cada vez hay menos, el avance de la civilización deja sin clientela a numerosos negocios que vivían de los viajeros. Las hileras de casas son cada vez más largas, algunas tienen bar al principio y al final.
    Más setos, menos bosques, hasta que a la izquierda aparece la gasolinera, preludio del fin. Aumenta el número de casas, surge el restaurante y ya está, giro a la izquierda y se acabó.

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  40. Es maravilloso volar. La tranquilidad que da el grupo hace de la época de migración, la mejor del año. Las luces del cielo nos muestran el camino; cuando hay nubes, paramos a descansar y comer.
    Es maravilloso sentir el aire recorrer el rostro, sentir su frescor revigorizante entrar por el pico y llenar los pulmones de aire puro. Su roce con las plumas es una suave caricia interminable.
    De vez en cuando me gusta separarme un poco del grupo. La soledad da lugar a una paz inimaginable en tierra. Al principio, mis compañeras no entendían que me alejase e iban rápidamente a rescatarme y darme la protección de la bandada pero ya se han acostumbrado a que me separe un poco, sin perderlas de vista y volviendo siempre a su lado con más calma, con las plumas más brillantes, con más vigor para continuar el viaje.
    Cuando el aire empieza a cambiar, cuando aumentan las turbulencias y los giros no son los deseados, paramos a descansar. Buscamos un paraje con muchos árboles en los que poder escondernos. Y bichos, buscamos cuantos bichos podamos comer para reponer fuerzas. Y continuamos el vuelo.
    Libertad es en lo que todas pensamos cuando volamos.
    Y por fin llegamos a casa. ¿O casa es lo que dejamos atrás? El aire es más cálido, los gusanos abundan en la superficie, moscas y mosquitos vuelan sin parar. Reponemos fuerzas, nos reencontramos con viejos amigos, lamentamos la pérdida de quienes se quedaron por el camino y nos disponemos a pasar una larga temporada en este otro hogar.

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  41. De Perito Moreno a tus ojos (rollo Pink Floyd)

    Todo era frio y silencio, falsa quietud. Descendemos despacio desde los Andes hasta el nivel del mar. Este tránsito ha de ser así, sosegado, sereno, firme. El descenso es irreversible, ¿qué importa el tiempo? El tiempo es una magnitud imperturbable e insensible, los hielos solo parecen eternos.
    Venimos observando el glaciar desde hace años, creo que toda la vida, perteneciéndole como vidas consagradas a su adoración, vidas contemplativas del Dios helado, novicias con nuestro hábito blanco de pureza.
    Nos propusimos ser aventureras y en un alarde de fuerza natural, con toda la fe que nos empuja cruzamos el brazo Rico del lago Argentino hasta la otra ladera de la montaña. Y esperamos.
    Falta poco para que las que hemos conseguido llegar de primeras iniciemos un camino ignorado. Esperamos.
    En esta permanencia incierta conocemos el agua líquida. Nos presiona, nos empuja, nos ablanda, a las valientes de primera línea las arrastra por fin. Las otras hermanas oramos letanías sordas en un compás perfecto y piano:
    ¿Cuándo será? (la, fa, sol, mi),
    ¿Cuándo será?
    Extraños seres movientes y diminutos esperan en la ladera mirándonos fijamente y entonan la misma oración:
    ¿Cuándo será?,
    ¿Cuándo será?
    Se produce una percusión fuerte, los primeros trozos de nuestro templo caen. Todas queremos aflojarnos y seguirlas, vivir más rápido.
    ¿Cuándo me iré?
    ¿Cuándo me iré?


    El agua líquida horada un arco triunfal, celebra que nada la retiene y por fin estallan los crujidos y los estruendos que anuncian el fin de nuestro riff y nuestros dos compases se silencian con la ovación y aplausos de aquel grupo de seres diminutos de repente tan ruidosos.
    Nerviosas, navegamos por el Canal de los Témpanos sorprendidas de flotar, todo será nuevo en nuestra vida. Debemos aprender rápido, el abrazo del agua líquida nos transformaba eliminando nuestra insólita belleza hexagonal y nuestra pureza glacial para acogernos en su estado y fuimos agua en un ejercicio de adaptación, humildad y evolución.
    Caprichoso mi destino, yo no me fui al océano, esperé en el lago por la calidez del verano austral y sin quererlo me volví invisible y habité el aire. Me absorbió una nube y disfruté desde el cielo del azul del mar durante largo tiempo, de humedales y campiñas verdes, de solemnes formas de piedra pulida que nada tenían que ver con los acantilados. Adquirí forma de gota y bruscamente la nube me derramó, me rompí contra la tierra fértil, penetré en su interior para un viaje oscuro hasta encontrar sus venas y recorrerlas. Afloré entre unas piedra donde se formaba por breve espacio de tiempo un charquito.
    Un ser moviente se arrodilló a escuchar nuestro cántico alegre de nacimiento nuevo, lejos de la grandeza del mundo helado me parecía un gigante ¿tanto me había cambiado la vida? Hizo cuenco con sus manos para coger un poco del líquido fresco y cristalino, nos acercó a su boca y ahora formamos parte de él. Creí que era el fin pero en breve espacio de tiempo volví a ver de nuevo, aunque solo veía la luna en una negritud confusa, por momentos las hermanas nubes la ocultaban.
    El hombre la miró horas y horas, la sensación de inquietud era horrible, yo percibía la turbación y desasosiego, por primera vez sentía una zozobra que me era ajena y que se acusaba cuando la luna desaparecía, yo conozco a la luna hace cientos de años, confío en ella. Aquella noche fue extraña y lenta, alteró mi concepto de la duración de las sombras y me sentí retenida y amenazada por primera vez, encarcelada en la noche. Cuando llegó la luz del sol, yo temblaba poseída por el miedo; en forma de gota de nuevo, reflejé un rayo de luz y brillé como un diamante loco. Contagiada de lo absurdo, desesperada, salí del ojo del ser inmóvil que me retenía para rodar por su mejilla y supe que lloraba con él por la luna.



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  42. Pink Floyd – Shine On You. (11.12.2018)

    … Ausencia

    Después de un largo navegar por meandros caudalosos, ¡había recalado!

    Consultó el reloj y decidió bajar al salón, donde dos horas más tarde iba a ser entrevistada con motivo de su última publicación. Le gustaba ojear, fijar en su mácula la zona del ring, en donde le tocaba batirse con los medios de comunicación. Ese primer contacto la ayudaba a situarse, a sentirse algo más cómoda y segura en un ámbito que le resultaba hostil, pero necesario. Revisó el cartel de presentación: “Fuego Cruzado”, de Susana Bueno. Con esa rueda de prensa daba por finalizada, la gira de presentación.

    Más tarde, para cenar, había quedado con Álvaro.

    Él llegó casi de los primeros y ocupó un sitio discreto, sin reserva, que le permitía ver el conjunto: entrevistada y entrevistadores. La vio llegar, entró suave, mirando con timidez de primeriza, sonriendo al público, con interrogación de leyenda. Tomó asiento ajustando el micrófono a su altura, y comenzó la sesión de fotos y preguntas.

    Ajeno al dialogo; la miraba y pensaba en lo bien que la había tratado el tiempo. Tenía una edad indefinida, nerviosa y pensativa. Su presencia seguía suscitando respeto, reverencia, y su belleza de diamante, admiración. Era la de siempre nunca pasaba desapercibida.

    La recordó, aquel 17 de junio lluvioso, junto a su madre presidiendo el duelo; la música elegida por ella, era, de lamento tenue, interrumpido por un fuego cruzado, llorando a la luna. Cuando se acercó a ella, vio, a una joven atrapada en el frio de una sorpresa desconocida, ajena. Se dejó abrazar intensamente, y no dijo nada. Allí, se quebró su adolescencia que no había alcanzado el estrellato y gravitaba sobre la nada. Paseó su ausencia de risas lejanas con cadenas, y amenazadas por una brisa de acero y se adormeció como un cometa mal dirigido.

    ¡De todo aquello, hacía mil años!

    Dio un respiro a sus recuerdos. El acto había terminado, escuchó los aplausos prolongados, sinceros, sonaban brillantes como torpedos rasgando él objetivo.

    Algo más tarde, la sintió llegar con paso lento, sin sombras, dispuesta a devolver la inmensidad de aquel abrazo de verano, que la había forjado con precisión.

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  43. La violencia del portazo generó una corriente de aire que impactó en el rostro de Lorelai. La vibración sonora se sostuvo en el ambiente chocando con las paredes de aquel luminoso ático hiriendo sus oídos, tan acostumbrados al mimo de Chopin.
    Lorelai no se separó de su piano, planto batalla al llanto tocando un desgarrodo Sueño de amor de Liszt; una vez más el instrumento y su sonido cosían los retales del desengaño y, antes o después consiguirían que los jirones aparentasen hechura nueva, lista para estrenar y buscar de nuevo la pasión fuera de las partituras. Tocó con rabia, con dulzura, con dolor, con anhelos, se fue probando sentimientos para ver con cual se quedaba.
    Lorelai se levantó, rodeó su banco, siete pasos a la derecha, alzó sus manos y con las palmas estiradas buscó tocar el vidrio del ventanal que daba a la gran terraza que rodeaba el salón. Invidente desde los diez años, ansiaba la presencia física de la luz, percibía su temperatura con las manos, supo que el sol ya se ocultaría pronto, el cristal ya se había enfriado.
    Aquel pulido frescor le recordó un espejo. Imaginó su reflejo y una persona extraña la miró desde la luna de cristal. “No –pensó- esa no soy yo”. La extraña aguanta la mirada de Lorelai.
    -¿No me conoces del todo, verdad? Me has transformado. He renacido de los escombros, vivo caminando sobre los cristales que rompes ¡Te he avisado!
    -¡Métete en tus cosas!
    - Tú eres mi llama. Nadie puede presenciar el daño que me haces buscando venganzas ¡No son castigos justos, Lorelai! ¿No puedes vivir como si fueses libre? Él te ama, Lorelai, y el amor no se ve pero tú tienes que ver para creer. Se acabó el tiempo. Hoy desde la luz mortecina que se desvanece, volaré.
    -¡Déjame en paz!- sollozó Lorelai con el orgullo herido por la razón que no se tiene.
    Buscó el pomo de la puerta de la terraza y salió fuera, caminó despacio hasta la barandilla consciente de que la oscuridad estaba en ella y con ella, nunca después de ponerse el sol había salido de su vivienda obstinadamente iluminada.
    Percibió el abismo de la altura y de la vida: “desde la luz mortecina que se desvanece, volaré”.
    Lorelai debía tomar una decisión, aceptar lo que todo el mundo que la quería había asumido o acabar la pesadilla, solo entonces se haría amiga de la noche.





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