PRIMAVERA 2019

Estos son algunos de los textos escritos en el curso de Escritura Creativa impartido por Chus Molina en el Ágora durante la primavera del 2019.

26 comentarios:

  1. La puta
    —Ana, ¿puedo invitarla a una copa?
    —Por supuesto, cariño. Y a dos también. Pidamos un buen champan.
    —Mire, yo no vengo aquí a hacer nada, quiero advertirle. En realidad, solo quiero hablar. Pensé que un sitio como este sería el único en el que me atrevería. Hace mucho que no hablo con nadie.
    —Claro, corazón, como tú quieras. A mí, con tal de que me pagues, como si quieres estar toda la noche rezando. Pero trátame de tú, cariño, que si no me haces sentir vieja —le respondió Ana, mientras soltaba una risotada que dejaba al descubierto una dentadura como las que venden en carnavales en las tiendas de los chinos.
    El bar estaba en penumbra. Apenas un par de clientes con los ojos rojos de alcohol y fatiga. La música de una emisora de radio se mezclaba con el sonido constante de los ventiladores del techo, que giraban para remover el aire espeso que olía a legía y sudor.
    Pagué la botella de champan con la tarjeta, y subimos a la habitación. Me saqué los zapatos y me tumbé encima de la cama, vestido, mirando al vacío.
    —Ana, ¿usted se ha sentido alguna vez miserable?
    — ¡Ay, mi corazón, qué preguntas me haces! Yo soy una miserable natural, una desgraciada y una infeliz porque la vida no ha hecho más que darme patadas. Tú lo que quieres decir es que si alguna vez me he sentido una ladrona o una embustera, ¿es eso?
    —Eh… bueno, sí, supongo que me refería a eso —balbuceé.
    La palabra ladrón retumbó entre las desconchadas paredes del cuarto. Me invadió el peso de la ansiedad que me desbastaba desde hacía varios meses y sentí el pulso retumbar en mi cabeza.
    —Oye, te voy a aflojar un poco la ropa, que estás muy acalorado, ¿de acuerdo? —dijo Ana, con un tono más severo, mientras me aflojaba la corbata de pequeños rombos azules de Hermés.
    —Yo no quería llegar a esto, se me fue de las manos, no sé lo que me pasó. Tenía una vida feliz; estudié mucho para llegar a conseguir el éxito laboral que deseaba; me casé con la chica más guapa de la universidad; tuve dos hijos preciosos; teníamos una casa envidiable en la sierra, coches, fiestas... Lo tenía todo, y lo perdí todo.
    Se hizo un silencio sordo en la habitación.
    —¿Y cómo lo perdiste? —me preguntó Ana. Y observé que ya no quedaba en ella ni rastro de las zalamerías con las que había comenzado la conversación.
    —Lo tenía todo, pero quería más —dije, escuchándome a mí mismo por primera vez. De la banca pasé a la política, y de la política a las cloacas. Primero perdí el sentido común, y después la dignidad. Y, a partir de ahí, caí por un barranco rodando entre mis propios excrementos, sin importarme a quien me llevaba por delante.
    Comencé a llorar, y no sabía si lo hacía por arrepentimiento o por que la policía me buscaba. De pronto, un calor sofocante pareció ahogarme. No podía respirar con normalidad. Empecé a sentir un dolor agudo en el pecho. Ana me miraba, pero sus ojos no expresaban nada.
    —Escúchame bien —dijo, al fin—. yo no quería ser puta, yo quería ser guardia civil. Cuando era pequeña, mi padre perdió los ahorros para mis estudios, por culpa de un banquero sin escrúpulos que también vivía rodando entre sus excrementos. Arruinó la vida de mis padres -que murieron poco después-, la de mis hermanos y la mía. Quería ser guardia civil porque juré que algún día haría justicia. Me hice puta mientras esperaba que llegara ese momento. Veinte años esperando.
    Cuando llegó la ambulancia las luces intermitentes azules entraron por las ventanas, iluminando el local como si fuera una discoteca. En la radio un oyente desde Valencia dedicaba a su madre la canción de Los Chichos “Quiero ser libre”, y nos deseaba al resto de oyentes las buenas noches.

    ResponderEliminar
  2. DIÁLOGO DE ESPERANZA

    - Ana, gustaríame invitala a tomar unha copa hoxe pola noite.
    - Pois...non estaría nada mal, Don Mariano. A onde poderiamos ir?
    - Sería unha sorpresa. Paso a buscala á súa casa!
    - Oh, non. Eu preciso guiar os meus pasos. Dáme seguridade saber a onde vou!
    - Pois, cando a recolla, dirame vostede!
    - Non, non. E non desexo que me veña buscar! Eu, soa, collerei o meu coche e achegareime a ese lugar!
    - Pasarémolo ben, Ana. Déixese guiar. Será unha noite máxica! Levaba soñando con este intre moito tempo. Sabe? Eu axexaba pola ventá mentres vostede contestaba chamadas.
    - E por que non me dixo antes que lle gustaría saír comigo?
    - Por... porque ... porque tiña medo da súa resposta. Pero agora non. Ascendín na empresa. Teño coche novo... levareina ao mellor lugar da cidade. Poido acompañala pola tarde á mellor tenda de roupa. Quero que estea moi fermosa. Poderiamos cear primeiro. Despois iremos bailar.
    - Eu levarei os meus vaqueiros, porque me sinto guapa con eles. Non serei fermosa para vostede. Eu, soa, elixirei os meus vestidos. E...sabe que? Xa non hai tremor na miña pel pensando nesta noite meiga ao seu carón. Eu, soa, tomarei esa copa.
    - Aniaaaaaa!
    A voz do seu pai ordenando, mandando coma sempre, anunciaba a urxencia da retirada. Ana colleu os seus vellos bonecos, que gardaba coma un tesouro, e meteuse naquel acubillo, que lle esmagaba a alma. Aqueles intres de xogos, de diálogos máxicos, improvisadoS, valentes, coas figuras de plástico, salvábana de pensar nos casamentos artellados por outros. Soñaba ser muller libre. Fuxiría. Non voltaría á súa aldea. As teas cubrían o seu rostro de nena, calarían a súa voz ,pero nunca o seu sentir.

    ResponderEliminar
  3. SIGO BUSCANDO LA P
    _ Ana, me gustaría invitarla a una copa esta noche.
    _ No, no…no es necesario ¿cómo se llama?_ esto me pasa a mí por abrazarme a desconocidos, pensé.
    _ Valentín, Valentín Sánchez, la conocí en el curso de perfeccionamiento de técnicas forenses, ¡la admiro mucho!
    _ Ya, ya _ lo interrumpí_ soy un desastre para recordar nombres, lo siento, tutéame por favor.
    Mentalmente anoté: copiarás cien veces “no me abrazaré al primero que pase cuando atropelle a un suicida que se tira a los coches”.
    El parabrisas había quedado como una telaraña de cristales a dos centímetros de mi nariz, se había paralizado el tráfico de la avenida en hora punta, taxistas y buseros solidarios conmigo se me ofrecían de testigos, la policía municipal había llegado antes que en las películas a tomar medidas y declaraciones, se habían llevado al loco en ambulancia, una chica histérica gritaba desde la acera ¡es culpa mía! ¡es culpa mía!, un agente curtido en atestados derrochaba empatía y me ordenaba ¡no llore! ¡no llore!... Y yo, tan ilesa como aturdida ¿cómo no iba a abrazarme a la primera persona que me pareció conocida?
    _ Muchas gracias por acompañarme en este mal rato e invitarme a este café, Valentín, me puse muy nerviosa, comprenderás que no me pasan estas cosas todos los días.
    _No tiene importancia, Ana, me ha encantado este ratito. Me he divertido mucho al verte tan descolocada, me había hecho otra imagen de ti, me alivia saber que eres humana, por eso me gustaría repetirlo con tranquilidad. Mañana es sábado, una sola copa, o un batido de frutas, lo que tú prefieras, Ana.
    Cada vez que decía “Ana” me sentía como esos cándidos espectadores que se dejan hipnotizar en los programas de la tele, sonaba imperativo, como ese “duerme” que te hace entregar la voluntad. No quería pasar por desagradecida, ni por fácil, ni por creída, no sabía si negarme o aceptar pensando en cómo se lo tomaría el tal Valentín, un desconocido. Ni por un momento valoré si a mí me apetecía. En aquel momento Valentín se levantó a saludar con mucha confianza a una elegantísima mujer rubia que llevaba de la mano a una niña pequeña más rubia que ella, él la tomó en sus brazos y se esforzaba por ser complacido.
    _ Dame un besito, Elena _ Y le acercaba la mejilla. Elena se resistía.
    _ ¿Te lo doy yo? _ Y Valentín ponía morritos y la besaba.
    _ ¡Otro beso! _ Y frunció de nuevo los bonitos labios ofreciendo una ternura inmensa. Mis ojos no podían apartarse de su boca lista para el beso.
    _ ¡Venga! ¡Dame un beso! _ La niña juguetona le pegó un lametón en la mejilla y Valentín rió a carcajadas. Se despidieron y volvió a la mesa.
    _ ¿Aquí a las nueve? _ Escuché mi voz desde el trance.
    _ ¡Estupendo Ana! ¿Estás más tranquila? qué harás con el coche? ¿quieres que llame a alguien?
    _ Si, gracias de nuevo. Yo haré las llamadas, estoy mejor. Llego tarde al hospital.
    Luego, ya en casa, en la perpetua soledad de mi dormitorio, mientras me vestía de negro para la cita, trazaba el plan para añadir un trofeo más al tesoro que guardaba en la cámara mortuoria número 6 de mi morgue, donde tan feliz era y un capítulo más a mi libro Frankenstein o el hombre perfecto, los ojos de Angel, las manos de Beltrán, los rizos de Carlos…ahora la boca de Valentín.
    Ya queda menos.

    ResponderEliminar
  4. Tres meses y medio.
    “Pasada esta sesión, ya solo me quedan dos” se dijo. Calculó que serían sobre tres meses y medio. Tres meses y medio para terminar un proceso que ya duraba año y medio, sin contar el primer cáncer, que le había robado otros dos años de vida.
    Esta vez se había negado a quitarse la peluca para la sesión, había visto lo estúpida que había sido al martirizarse por estar enferma. Se moría de ganas de ver la cara de su hermana cuando llegase a acompañarla. ¿Cuántas veces le había dicho que se mimara? Incontables. Ese día sus uñas refulgían de rojo, sus labios parecían fuego, el colorete, no muy bien puesto, le daba vida a unas mejillas que siempre había ignorado. No podía esperar más por Ana, con su abrigo sin abrochar y la cara de culpa por no poder cruzar la ciudad en menos tiempo. Ya no le pondría cara de pena, de no pasa nada pero ¡dios, menos mal que has llegado! Esta vez iba a ser ella quien le apretase fuertemente la mano mientras aquel líquido venenoso y salvador entraba por sus venas y recorría todo su cuerpo poniéndolo patas arriba para que se pudiese recomponer un poco más sano. Y le contaría todos sus planes. Podía imaginarse a su hermana cargada de revistas del corazón y de decoración, con sus deberes hechos sobre la vida de los famosos y el último cotilleo de la aldea sobre su extravagante cuñada, mirarle con cara extrañada mientras ella no paraba de hablarle. Había decidido vivir. No se iba a preocupar más de su hijo mayor, ella tenía razón, Juan era un caradura que iba solo a verla para poder irse cargado de comida. Con veintisiete años ya era hora de que aprendiese a cocinar de una vez. Ya no iba a ponerle la sonrisa burlona de mamá siempre te cuidará. Ines era opuesta a él, llegaba a casa como un vendabal, con su sempiterna sonrisa, le daba vida, le recogía lo que su menguadas fuerzas le impedían ordenar, limpiaba con pulcritud cocina y baños y preparaba el café que después tomaban juntas en el salón de casa, una entre cojines, la otra sentada sobre sus pies cruzados. Disfrutaban así de las tardes de los domingos mientras Pepe estaba con sus amigos en el futbol, huyendo como siempre de los problemas. ¿Cómo se podía haber casado con aquel patán? Ya se lo había advertido su santa madre: “Te estás casando con un parásito como tu padre, sé más lista que yo y no lo hagas, yo te ayudaré a cuidar a la criatura que llevas dentro y te protegeré de las víboras de esta aldeucha, no te dejes embaucar por una vida en la ciudad”. Pero, ¿por qué había sido tan sorda al más importante consejo que le habían dado?

    ResponderEliminar
  5. Todo eso ya no importaba, el pasado, por doloroso que fuera, no se podía cambiar, por mucho que ella fuese la historiadora de su propia vida. Además, no todo era tan malo. Hubiese vendido su alma al diablo por salir de aquel pueblucho y, en parte, así lo hizo al firmar la separación de bienes, pero qué prácticos resultaban todos aquellos papeles sin sentido cuando se va al banco a ingresar una primitiva millonaria. Iba a dejar a Pepe, allá se las arreglase él con sus amigas especiales. Sí, tenía amigas de ese tipo. Lo sabía porque había temporadas en que la dejaba en paz por las noches y tras volver del supuesto gimnasio, llegaba a casa duchado en colonia para disimular olores femeninos que sí quedaban en la ropa. Pobre idiota, tirando a la papelera del despacho los recibos de la farmacia, él que se vanagloriaba de no tener que tomar ninguna medicina. La abogada le había dicho que, dada su enfermedad, no habría probemas para que a ella le quedase la casa. Le daba igual, la vendería, odiaba aquel presuntuoso palacete con demasiadas habitaciones cerradas y cuartos sin utilizar. Se compraría uno de esos lofts que su hermana le enseñaba en las revistas, dejaría que ella lo decorase, no le importaba, tenía pensado viajar a todos aquellos países exóticos con los que soñaba de pequeña. Solo sería un lugar de paso para ver a sus dos soles, Inés y Ana, si no podían viajar con ella. Con ellas compartiría su premio, había suficiente para las tres para varias vidas.
    Tres meses y medio para la vida. Vivir, eso es lo que iba a hacer, solo tenía cuarenta y cinco años y quién sabe cuando le volvería el maldito cáncer. Presentaría batalla una y otra vez hasta que hubiese hecho todo lo que le apetecía. Entonces, y solo entonces, se haría amiga de la noche.

    ResponderEliminar
  6. AMOR EQUINO


    MUNICH 1972. JUEGOS OLIMPICOS
    - Ana, me gustaría invitarla a tomar una copa esta noche.
    - ¿Y porque no ahora, capitán?
    - Esplendido, alteza, muy gentil, aunque me temo que la calidad del sherry de estos… teutones no estará a la altura de tan excelsa garganta.
    - Bien, me conformaré con un gin-tonic Bombay.
    - Pues por Jove que yo me arriesgare con un sherry… aunque sea germánico. Será el mejor que haya tomado en mi vida. Por la compañía, Milady. Que honor…
    - Oh, capitán, el honor será para mí. Nada menos que un campeón olímpico…
    - Bah, realmente solo soy un jinete discreto, diría yo. Porque, en estricta justicia, he de reconocer que la victoria es de mi magnífico purasangre español. Lo adoro.
    Los minutos transcurrían plácidamente. Sobre la mesa brillaban las copas de cristal de bohemia ya vacías. El atento camarero se las llevó y sirvió otras. Ellos, arrobados, continuaban a lo suyo.
    - …no sabe, capitán, lo satisfactorio que me resulta su amor por tan nobles animales. Coincidirá conmigo en lo mucho que pueden enseñarnos. ¿Ha visto alguna vez en ojos humanos un brillo tan dulce, tan delicado, tan amoroso? ¿Ha sentido alguna vez un latido tan cálido y tierno como el de su cuello tras una buena carrera? Ah, capitán, aunque le parezca una impertinencia he de confesar que los prefiero a las personas.
    - Lamento infinito disentir, Milady. Sí se me permite la confidencia, he visto… mejor dicho, estoy viendo ahora unos ojos tan dulces, tan delicados, tan amorosos, que aunque me cueste la horca, no puedo privarme de decirlo. En cuanto a su cuello…
    - Oh, capitán - lo interrumpió ella con las mejillas en llamas, poniendo su mano callosa por el manejo de las bridas sobre la del oficial - Oh, Mark…
    Cuando se despidieron, Britania cabalgaba sobre las olas en sus galopantes corazones.

    CASTILLO DE BALMORAL 1973
    En la chimenea crepitaban los leños. Las llamas reverberaban en las finas copas talladas.
    - Sin duda Phillips es un atrayente muchacho y un caballero por añadidura, Ana. Pero es solo un capitán…
    - Es que es tan guapo, mamá. ¿Lo has visto con su uniforme rojo del regimiento de dragones? Mucho más guapo que ese actor, Terence Stamp, interpretando al sargento Troy en “Lejos del mundanal ruido”. Además adora a los caballos…
    - ¡¡¡Qué diablos, hija, si sigues descendiendo en el escalafón militar, acabaras casándote con un cabo!!!
    - Tú y tus fastidiosos chascarrillos ácidos, papá. A veces resultas verdaderamente irritante.
    - La chica tiene razón, Felipe. Reserva tu “humor” para tus amigotes de la marina. En fin… si vas a ser feliz… habrá que fijar fecha para la boda. Tendremos “Pompa y Circunstancia” en Westminster.
    - ¡¡¡Oh, mamá, que feliz me haces!!!
    - Espero que no aportéis centauros a la línea dinástica de la Corona.
    -¡¡¡Felipe!!!

    1992
    El galope de nuestros dos ecuestres amantes duró 19 años. Se divorciaron y Ana, ese mismo año, volvió a casarse con un vicealmirante que había sido - que fijación - caballerizo de la reina.

    2019
    Ahora Ana, Dama de la Orden de la Jarretera y Dama de la Orden del Cardo, tiene 68 años y el duque de Edimburgo, en su venerable senectud, duerme tranquilo porque sabe que ya no habrá centauros en la familia real.
    Ni siquiera caballitos de mar.

    ResponderEliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  9. NOCHE OSCURA DEL ALMA

    -Bajo a por tabaco querido.
    -Sí, a estas horas .Ya soy mayorcita. ¿No crees?
    A por tabaco, a por aire, a por no sé qué…
    Ha cesado la lluvia, daré una vuelta…

    -Se me ha terminado el Lexatin, cariño. Espero encontrar alguna farmacia abierta.
    -Sí, volveré antes de que termine el partido para ponerte la cena.
    Gilipollas… mi mejor Lexatin es perderte de vista un rato.
    Ha cesado la lluvia, daré una vuelta…

    “Los músicos de este garito no son gran cosa. Otro cigarrillo y me voy.
    Su música huele a pescado viejo, a muelle, a sudor, a fatiga, a mi fatiga.
    Menos mal que este matarratas que me han puesto me esta entonando un poco.
    Aquella chica del rincón parece tan aburrida como yo”

    “Mejor me vuelvo a casa con mi Lexatin. La música no es demasiado estimulante, es como este antro.Huele a lugar lejano, velero viejo, hastió, abandono, derrota. A mi derrota.
    Menos mal que este matarratas que me han puesto me esta entonando un poco.
    Aquella mujer que me mira desde la barra parece tan aburrida como yo”

    -Maldita sea, comienza a diluviar…
    -Vaya, comienza a llover…
    -Sí. Porque no subimos?
    -¿Por qué no?

    Un cuartucho sucio. Sabanas húmedas. Saliva. Fluidos desbordados. Cigarrillos. Susurros. Una cierta plenitud.
    “Ni siquiera sé tu nombre, querida”
    “Mi nombre es Noche”
    “Coño, que casualidad, como el mío”
    “¿Volveremos a vernos?”
    “Seguro”
    En el local bajo la habitación, ahora sonaba “Strangers in the night”.
    Se despidieron mientras la música cansada e incansable seguía su melopea.
    El sol asomaba entre los mástiles del puerto iluminando dos sombras camino del día de sus casas.
    Las dos con el mismo firme propósito: a partir de entonces se harían amigas de la noche.

    ResponderEliminar
  10. UNOS BILLETES DE TREN.

    Cambiar con frecuencia los muebles de sitio, limpiar, ordenar y tirar algún que otro trasto e incluso recuerdos, era saludable, aún que escociera por dentro.

    El cambio en este momento estaba justificado. El bebé estaba a punto de llegar y necesitaba una habitación propia. Teresa derrochó energía, ternura y consiguió transformar aquel cuarto, creando un entorno saludable y acogedor. De la revisión y quema de recuerdos hasta ese momento siempre se había librado una caja de zapatos pequeña, con tapa decorada con papel pintado de trenes de muchos colores y que ya conocía todos los rincones de la casa.

    Allí en la caja, estaba su relicario de plástico, trasparente y verde. Contenía una reliquia auténtica, la parte superviviente de su adolescencia. Unos billetes de ferrocarril con destino “La Coruña, Madrid, con trasbordo de estación, y final de recorrido Pinto”, pueblo donde se ubicaba el Patronato de Huérfanos de Militares del Ejército de Tierra, que albergaba un centenar de huérfanas. Aquellos billetes alargados y ajados por el tiempo, a Teresa la turbaban; le susurraban celebraciones religiosas con banderas y canciones dedicadas al mes de Mayo; patios de recreos silenciosos, olores agrios de pastoreo en las clases de analfabetismo y la inmensidad de las noches largas y oscuras que tanto habían influido en su carácter.

    Llegó a Pinto ya empezado el curso por cuestiones burocráticas y familiares. La acompañó su madre. El recibimiento fue parco, triste, de película de orfanato en blanco y negro años 60. Se sintió como un saco-macuto que llega a su destino, y no necesita “bienvenida”. La despedida de su madre fue corta, contenida de emociones No lloró, ella no sabía llorar.
    La instalaron en un dormitorio que tenía dos portalones de entrada, cuarenta y cinco camas y dieciocho ventanas; se sintió secuestrada. Allí, los días eran todos iguales programados con calibre; ninguna comentaba el motivo de su estancia en aquel lugar, tan exento del mínimo instinto de acogida. Todo lo que ocurría y ocurrían muchas cosas, se aceptaban sin más, con absoluta normalidad.
    Teresa esperaba la noche con una ansiedad silenciosa, paranoica. En la oscuridad, los fantasmas que todas llevaban dentro, mudos, maniatados, irrumpían como fuegos artificiales que iluminaban las horas de vigilia. Ella odiaba las noches de insomnio permanente.

    Atrás, para siempre, quedaba Pinto.

    Durante años las noches siguieron siendo lo peor de su día a día; pero la noche y ella ya se conocían, habían establecido un pacto, se hablaban, se torturaban y a veces se sinceraban.
    Su embarazo la obligó a reconducir su vida, sus horas de sueño. Necesitaba descansar, transmitir al bebé armonía, seguridad y protegerlo de sus miedos

    Guardó de nuevo los billetes su cajita decorada.
    Cuando Lucia llegara y acaparara sus duermevelas entonces se haría amiga de la noche





    ResponderEliminar
  11. ¡ANA!... ¿UNA COPA?
    -¡Ana, me gustaría invitarla a tomar una copa esta noche!

    Miré a mi alrededor, para asegurarme si esa “Ana” era yo. En el rellano de la planta de deportes, en ese momento, sólo estaba él hombre de la proposición y yo. Me quedé mirándolo como un radiólogo; a cierta distancia, intentando ver de un solo disparo lo más recóndito de sus pensamientos e intenciones. Parecía un señor normal; con los botones de la chaqueta mal abrochados.

    -¡Permítame que me presente!: soy Antonio Calle! lo dijo aproximándose y con una leve inclinación de cabeza; al mismo tiempo yo retrocedí un paso y sentí que todo mi cuerpo se ponía en estado de alerta.

    -¡No le permito nada, buenos días!, y con paso decidido opté por bajar por las escaleras, pero él interceptó mi paso.

    - Por favor Ana, necesito hablar con Ud., perdone mi falta de tacto, me hospedo en el Hotel Portobello, y me mostró una tarjeta, que yo recogí con avidez, apretando una de sus esquinas y desaparecí. No quería que el tal Sr. Calle, viera como el miedo me salía por los poros, haciendo de escalera de incendios. Me retoqué el fular y procuré serenarme. Lo llamaría al Hotel nada más llegar a casa.

    ¿Cómo empezaría?:

    -¡Buenas tardes Sr. Calle!
    - Dígame lo que tenga qué decirme, porque no tengo ni la más mínima intención de tomar con Ud., ni una copa, ni un café.

    - Necesito verla, lo que tengo que decirle no es tema de conversación telefónica.

    - Le repito Sr. Calle no tengo intención de verlo, ¿le queda claro?

    - ¿Me estaba siguiendo, ¿de qué me conoce Ud.

    - ¿Ana, por qué se pone Ud. a la defensiva?, no quiero causarle ninguna molestia.

    - Yo a Ud. no lo conozco de nada, y no veo razón alguna para volver a verlo

    ¡No, no!; si no quiero verlo, ni hablar con él, no puedo enrollarme con un desconocido que tiene unas gafas de gran miope y me obligan a mirarlo con descaro para encontrarme con su mirada de ojitos de piñón.

    Con éste toma y daca, justo, llego a mi portal y allí; en actitud de espera está Antonio Calle.

    - ¡Oiga, que pretende Ud.!, le grito, perdiendo la compostura.

    - ¡Yo, nada; volver a verla!

    ResponderEliminar
  12. La Función

    - Ana, me gustaría invitarla a tomar una copa esta noche -

    - ¡Inténtelo de nuevo Sr Mato! creo que usted lo puede hacer mucho mejor. Imagínese que, por un momento, yo soy Ana -
    El Sr Mato lo miró sin mucho convencimiento. Tenía delante a un tipo más bien feo, pálido y desdentado que lo miraba con ojillos divertidos.
    - ¡Por el amor de dios, Giráldez! No me mire usted así o no podré decirlo correctamente.
    Giráldez se giró y se colocó justo de cara a la pared.
    - ¿Está bien así, Sr Mato? ¡Adelante¡ quizá si no me tiene usted a la vista se podrá concentrar con más facilidad aunque, si me permite usted un consejo, trate de darle más énfasis a la parte en que dice ”me gustaría invitarla”, estará de acuerdo conmigo en que esa parte es la más importante.
    - ¿Usted cree Giráldez? Sin embargo yo pienso que tendré que hacer más hincapié en la pronunciación del nombre; “Ana, Ana, Ana”….
    Giráldez no sabía que contestarle. Para una frase que tenía que decir en la función que daba comienzo al Primer Ciclo de Teatro, el Sr Mato le estaba dando muchas vueltas.
    - Si yo fuese el elegido no tendría tantas dudas pero, ¡dígalo como sepa Sr Mato! Creo que para esto del teatro hay que nacer. No vale cualquiera….. Cierto que yo no tengo su planta, ni su porte, Sr Mato. Yo no soy refinado. Tampoco elegante. A usted se le nota que ha estudiado en buenos colegios y que se ha movido, como pez en el agua, en ambientes exclusivos. Usted luce mucho en el escenario, Sr Mato. ¡Vamos, inténtelo de nuevo!

    - Está bien Giráldez, pero esta vez no me interrumpa, podría perder la concentración, “Ana, me gustaría invitarla a…….”
    Esta vez la interrupción fue provocada por el avisó que, por megafonía, informaba que las luces de las celdas se apagaban hasta mañana.
    - ¡Me cago en Bankia ¡ protestó irritado el Sr Mato.
    - ¿Quién me mandaría utilizar aquellas tarjetas black?
    Giráldez no le escuchó. Hacía cinco minutos que dormía a pierna suelta en su litera.


    ResponderEliminar
  13. Fotos.
    Fotos que reflejan una realidad que no existe.
    Foto icónica de un beso que marca el fin de una guerra en un momento de euforia entre dos desconocidos.
    Fotos de una familia sonriente que acaba de discutir.
    Fotos por fin con el abuelo callado y que sigue sin moverse tras hacer la foto.
    En una foto, tu hijo es un bebé y en la siguiente, un preadolescente.
    Nuestra vida en fotos para recordar un momento que no disfrutamos por tener un recuerdo.
    Fotos que tienes que interpretar pero que no te transmiten nada.
    ¿Una foto de un desnudado, es arte o es pornografía? Depende de si está desenfocada.
    Fotos que te dejan un vacío en el alma.
    Fotos que te cuestan la vida.
    Fotos de tu asesinato.
    Fotos de muertos para recordar a los vivos.
    Fotos robadas.
    Fotos manipuladas.
    Fotos sacadas de contexto para seguir mostrando una realidad que no es.
    No me hagas más fotos, que me robas el alma.

    ResponderEliminar
  14. Mirando lo que no se ve. Así me sentía cuando veía a mis padres tan enamorados como el primer día. Todos los domingos salíamos de excursión a cualquier sitio, sin seguir un patrón, al norte, al sur, a las montañas o a la playa. Nuestro viejo Chevrolet rugía por las carreteras de toda California dejando su impronta, como si el aire no volviese a ser el mismo tras su paso. O por lo menos lo era para mí. Me sentía feliz, especial de formar parte de aquel pequeño universo de sandwiches de pollo y helados mientras Papá repostaba gasolina y Mamá se retocaba el maquillaje en el aseo. Mi hermana me robaba trozos del postre y cuando yo estaba a punto de echarme a llorar, me daba del suyo sonriendo. A la vuelta, ya casi de noche, Papá conducía abrazando a Mamá, oyendo canciones por la radio mientras yo los miraba, embelesada, preguntándome si eso era lo normal, si todas las parejas se querían así. Entonces miraba a Anna, quien miraba para mí esperando ese momento, me apretaba la mano y yo me recostaba en su regazo. Llegábamos tan dormidas a casa que no nos enterábamos cuando nuestros padres nos acostaban en nuestras camas.
    Un día Mamá compró una cámara fotográfica, una Leica de segunda mano que le costó estar un año sin fumar y unos dolores de cabeza que se le pasaban al vernos jugar con Papá. La compró en una pequeña tienda en Apricot Street, llena de cámaras, máquinas de escribir y gramófonos que en sí, ya eran obras de arte. Me encantaba aquel lugar, con su olor a metal engrasado, a cuero, donde la oscuridad daba más vida a las cosas que tenía. Imprimía un carácter mágico, veías como los objetos se convertían en mecanismos que daban vida: una fotografía, una histora, una voz, una vida por ser descubierta. Su dueño, James, poseía la habilidad de coger un pequeño objeto con dulzura, quitarle el polvo y devolverlo a una existencia más allá de metales y engranajes. Cuando le entregó la cámara a Mamá, sonreía ampliamente, sabedor de las imágenes que iba a captar y de la emoción que todos sentíamos. Mamá la cogió con cuidado, como una madre que coge por primera vez a su hijo, nos sonrió y allí mismo nos hizo su primera foto: dos niñas con cara de emoción sonriendo mientras imaginan ya el resultado y piensan en la historia que les contarán a sus amigos.

    ResponderEliminar
  15. Aquella cámara fue nuestro objeto más preciado durante muchos años, era el primero que se cogía cuando se preparaba una excursión y el que más relucía en las fiestas del vecindario. Mamá la llevaba orgullosa a nuestras fiestas de graduación y actuaciones del colegio. Sin darnos cuenta, nuestra casa se fue llenando de fotografías de caras sonrientes y miradas cómplices. Mamá tenía un talento especial, no nos fotografiaba posando inertes, en realidad, la mayoría de las veces no nos dábamos cuenta de que nos estaba haciendo una foto. El resultado era una colección de vida, de recuerdos de movimiento, de risas y carreras por el jardín, de juegos y confidencias en valles lejanos de los que podías volver a oler la hierba mojada y los árboles en flor mientras los pájaros no paraban de volar. Mamá hacía que volviésemos a recordar las mariposas, la arena seca, las piedras ardientes del desierto, el frescor de la sombra de las secuollas, las luces de nuestra ciudad cuando llegábamos a casa.
    Los años pasaron. Anna y yo fuimos a la universidad, Mamá se cambió de peinado y Papá empezó a aparecer en las fotos con bigote. En nuestros recuerdos empezamos a aparecer con maquillaje para después llevar el pelo sin peinar lleno de flores. Mamá seguía captando nuestra esencia, nuestra alma y nuestra vida en las fotografías que ahora inundan álbumes. Alguna vez Papá intentó captarla a ella pero a Mamá no le gustaba, decía que la única foto en la que aparecía bien era en una de su boda, cuando el fotógrafo dijo haber terminado la sesión y ella no se enteró cuando les hizo una ya dentro del coche, frente al acantilado. Mamá hacía magia detrás de la cámara pero hasta sus últimos días, aborrecía que la fotografiasen. Ahora Papá mira esas fotos y vuelve a bailar con nosotras en el jardín, aunque no sepa quienes somos, y recorre otra vez puentes y senderos de lugares perdidos en su memoria, de la mano de Mamá.

    ResponderEliminar
  16. EL LUGAR DE MI CONFESIÓN

    Todos los finales de mes acudo al Café de Flore, cualquiera que sea el día de la semana, domingo, lunes o viernes, tiene que ser el último día de mes; ese que marca el inicio de una nueva etapa, una nueva cuenta atrás.
    Como un ritual, a las cinco en punto me siento en la mesa de la esquina, junto a la ventana, butaca rinconera de terciopelo rojo y vistas a Saint-Germain-des-Prés. Siempre la encuentro vacía, aguardándome, esperando acoger mi cuerpo, escuchar mis palabras, respirar mi perfume.
    Como un ritual, a las cinco y dos minutos, Damien me trae un café solo y una copa de pastis. Saco entonces del bolsillo de mi chaqueta pañuelo de seda azul marino que envuelve mi precioso tesoro, aquel que trae las confesiones ocultas.
    Como un ritual, a las cinco y cinco minutos, sin mediar más palabra que un breve saludo y su nombre, una persona ocupa la silla de enfrente. Se suceden las preguntas, las respuestas ocultas ven la luz entre carta y carta y con ellas, las confesiones. A pesar del bullicio que inunda el lugar, las conversaciones flotantes, las risas ajenas, esa esquina del Café de Flore permanece hermética, aislada del mundo.
    Como un ritual, a las cinco y cincuenta y cinco minutos recojo mis curiosas cartas, las devuelvo a su pañuelo de seda envolviendo las confesiones del día.
    Tiempo para terminar el pastis, sorbo a sorbo y saborear, ahora si, mi propia confesión.

    ResponderEliminar
  17. ESPEJO RETROVISOR

    Entre cuatro hermanos varones, nació mujer, aprovechó todas las oportunidades; fue progresando adecuadamente y descubrió que podía hacer maravillas.

    Le gustaba: pescar en el muelle, jugar en la calle al fútbol, sacar sonidos de una botella de anís o de un almirez y cantar en un coro de voces masculinas. Dominaba: el corte y la confección, bordaba filtiré y la lectura fue su salvavidas.

    Cuando se casó descubrió el arte de la fotografía, se compró una cámara que la acompaño y alimentó igual que a una mascota. Se casó con cierta edad, sin precipitarse, ya tocaba. Él se llamaba Regino con buena planta, de carácter osco, irascible; eso sí, muy culto y versado en toda clase de negocios grisáceos, y con mucho recorrido El matrimonio no cuajó. Regino se embarcó rumbo a Brasil, la justicia le pisaba los talones. Ella se quedó sola, con tres hijos. Echó mano de todos sus conocimientos y habilidades y no tuvo reparos en apostar por lo más rentable, trabajar para Efectos Navales tarea nada femenina y físicamente muy exigente, pero que siempre le permitió vivir como ella quería, haciendo maravillas.

    Por cercanía y confianza un día de tertulia con café y copa, le pregunté cómo había sido lo suyo con Regino. Yo nunca lo había entendido. ¿Te enamoraste perdidamente? le pregunté: se quedó pensativa apenas unos segundos y convencida dijo: ¿enamorada, enamorada?, pues no. Yo no tuve mucho éxito con los chicos, me sentía admirada, y aceptada en todos los círculos, eso sí, pero los intimidaba, y mis hermanos; siempre ahí, de eternos carabineros, no me facilitaron mucho las cosas, y ya ves; al final mi elección fue bastante desafortunada.

    Caminar a su lado fue como dejarse guiar por las perennes luces de las luciérnagas, que están ahí, siempre silenciosas, iluminando los entresijos más esquivos del recorrido.

    ResponderEliminar
  18. EL LUGAR DE MI CONFESIÓN (1950)

    A la edad de 9 años, mi educación religiosa estaba fuertemente arraigada gracias al "exitoso" trabajo realizado por las monjas del Sagrado Corazón de mi colegio. Pero, al finalizar el curso escolar y comenzar el verano, mi vida cambiaba por completo cuando llegaba a Chinchon, el pueblo de mi abuela.

    Al principio me costaba desprenderme de la Santísima Trinidad y en alguna ocasión, jugando con los chavales en la Plaza Mayor, me paraba, literalmente, en pleno partido de "brile", cerraba los ojos y enviaba una oración a nuestro Señor caído en la Cruz.

    Esta circunstancia no escapaba a la atenta e inteligente mirada de mi abuela y así, cuando los chavales del pueblo ponían el grito en el cielo al no entender mi ferviente misticismo, lo que conseguía era ser la diana de sus bromas y comentarios; ¡ Hala! otra vez está beata parando el juego ó ¡ Mirala! parece una monja con el rosario siempre en la mano. Entonces me marchaba llorando a la casa de mi abuela, para decirle, para explicarle, para gritarle que me sentía confundida, incomprendida, ¡una mártir!.. Y ella, que me escuchaba pacientemente, al final, me susurraba al oído " Ego te absolvo" y pintaba, con sus dedos en el aire, una cruz imaginaria que lograba restituir, por un tiempo, mi mancillada moral cristiana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sumando a la inspiración
      Los dones que dios te ha dado
      Y pones mucha ilusión
      Sale como colofón
      Este bonito relato
      ¡¡ ENHORABUENA !!

      Eliminar
  19. Me miro en el espejo y me pregunto quién es ese viejo. Mira que gordo estoy, mi barriga se parece a la vieja Cordera, la mejor vaca lechera que tenían mis padres. Y esa papada, me recuerda la de mi abuelo, con lo que me reía de él y ahora soy su viva imagen. Lo joven que yo fui, que caminaba largos trayectos sin cansarme solo para ir a una verbena y bailar con las más guapas mozas de toda la zona. Ahora doy dos pasos y ya me canso. Mis piernas apenas pueden mantenerme en pie, si no fuese por mi viejo bastón, no podría ni caminar. Mis gordas y artríticas rodillas ya no son aquellas que me permitían dar los mejores saltos con los que atraer a las mujeres, ay, aquellos paseos por el bosque de noche, cegado por el deseo, tropezando con arbustos y raíces buscando un lugar donde gozar de las virtudes de aquellas chicas tan lozana y deseosas de mi poderoso miembro. Ese que ahora me duele cada vez que voy al baño, estrellas veo pero ¡muy distintas a aquellas!
    Mi calva. Mi estúpida y brillante calva. Brillante era mi pelo, liso, rubio casi blanco, la envidia de todo el lugar. Decían que era por un bisabuelo que vino del norte cuando la guerra y se quedó aquí, que él era tan blanco que casi transparentaba. Gracias a él tuve el pelo más llamativo de toda la comarca, de un color que recordaba al sol. Yo decía que era totalmente natural pero, cuando nadie me veía, iba de paseo a buscar manzanilla para aclarármelo más. Fue desapareciendo poco a poco y ahora, ya no me quedan ni las canas. Y si me quito la gorra, tengo la cabeza a dos colores. Puede que vea poco pero eso lo sigo viendo. Ay, mi vista, no había mejor cazador que yo, era capaz de divisar una presa antes que nadie, los patrones me llevaban siempre a su lado para ver las mejores piezas antes que sus estúpidos amigos. Siempre me dejaban compartir la mesa con ellos, ganándome así la envidia y el respeto del resto de la cuadrilla.
    Muertos, todos están muertos. Menos yo. El mejor mozo de la aldea sigue en pie, dando guerra o, más bien, sufriendo sus consecuencias. Viejo, gordo, calvo y ciego pero el que más jóvenes se benefició, el que más torneos de caza ganó, aquel cuyos bailes son aún mencionados por los nietos y biznietos de los de entonces, el que se casó con la chica más bella y más rica que pudo conseguir. Cuando me lleve la de la guadaña, tendré muchas cosas que contarle por el camino.

    ResponderEliminar

  20. EL LUGAR DE MI CONFESIÓN

    La mañana aparecía como una adolescente, tímidamente luminosa, con algunas nubes haciendo un guiño de advertencia, pero benévolas.
    Se miró en el espejo y durante unos segundos observó su rostro; se aproximó un poco y escrudiñó sus ojos queriendo ver un poco más allá…y se vio reflejada en otro espejo de grandes respuestas; el del portal de su nuevo hogar. Ya sin nervios, giró sobre sí misma y dio varias vueltas, contemplando su imagen; se encontró realmente guapa. A su lado Tomás, la observaba con admiración, con ternura y le dijo: - prometo: hacerte feliz-. Se acurruco en sus brazos; ella sabía… - que no tenía ni idea de lo complejo que resulta hacer feliz al otro –

    El recuerdo de esta promesa fue objeto de reflexión, desilusión comedida, también de risas y chanzas. Siempre tenía a flor de piel aquel -prometo hacerte feliz- y la ingenuidad de Tomás que conseguía recomponer las finas porcelanas rotas, derretir la escarcha sin color de las mañanas y avivar el calor de un beso fugaz, desvaído.

    Antes de levantar la copa, en ropa interior de novia madurita, disfrutando de un rato de intimidad sin agobios y a pie de confesionario, sus ojos dejan a la intemperie: los silencios rebosantes de desiertos con tormentas polvorientas; la soledad camuflada, mimada y huidiza…que siempre retornan.

    De su contrición imperfecta, la sacude la inmediatez de un rayo, relámpago y trueno que inunda de risas, bullicio y absolución el porche de su casa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para tan glorioso acontecimiento, hice nuestra comida favorita, gambas al ajillo con el aceite muy caliente. A los dos nos gustaba que nos quemase la boca para degustar, con más placer, el vino frío reservado para la ocasión. Si nuestra economía lo permitiese, creo que las comeríamos a diario pero nuestros ingresos no nos permitían esos lujos. Por eso creo que estaba tan ilusionado cuando empezó a oler el suculento manjar preparado para la ocasión. Ciertamente era una gran fecha, pues un día como aquel, hace muchos años, nos conocimos. Me senté en la mesa primorosamente adornada, con la orquídea que él cultivó para mí en nuestro jardín. Las velas nos iluminaron cuando la luz escaseó y pudimos contemplar el eclipse de luna cogidos de la mano, rememorando aquel día de nuestra juventud. “Sigues estando tan buena como un bombón”, me dijo. Me sonreí, “¡hace mucho que parecemos uvas pasas, hijo mío!”. Me dio un beso en la mejilla y sentí como su amor aún fluía por sus labios. Con una sonrisa triste, empujé su silla a la terraza para poder contemplar mejor el cielo. Entonces sucedió el milagro: apoyó sus manos en la ventana y se levantó. Durante unos segundos de ensueño contemplamos la luna crecer apoyados en el alfeizar. Sus pies apenas rozaban el suelo. Con cariño, le ayudé a volver a sentarse en su silla de ruedas.

      Eliminar
  21. LA DECISIÓN
    Se había parado en plena calle, al abrigo consolador de un alero que la protegía de aquella ventisca de primavera, revolucionándole su todavía joven corazón.
    Con la espera llegó la densa noche, perfumada con aquel aroma a jazmín, arrogante, incontestable. Deseaba su llegada como se desea la llegada de un aliado, de un amigo inseparable que te tiende un puente imaginario hacia otro lugar, en donde postergar, únicamente por unas horas, la irremediable decisión final.
    Al amanecer, su casi joven corazón, se volvió roca endiablada para luchar contra una realidad insoportable, reflejada en sus hermosas manos, mancilladas por una violencia antigua pero tan real, como aquel amanecer en el que, finalmente, decidió huir subiendo a aquel viejo tren.

    ResponderEliminar
  22. UN SUEÑO EN EL BAZAR

    La había descubierto en un viejo bazar de barrio, medio escondida en el fondo de una estantería de madera de mentira.
    – Pero... ¡qué tenemos aquí! exclamó Irene, sorprendida. – ¡Si es una preciosa muñequita de porcelana con vestidito negro de cóctel y redecilla de vampiresa! ¡Oh! Parece que sufre en silencio… Disculpe ¿me podría decir que precio tiene? Me gustaría comprarla… – le preguntó Irene a una atareada dependienta que se esforzaba, plumero en mano, en hacer desaparecer el polvo de los viejos muebles de castaño.
    – No está en venta – le contestó, con resignación, la dependienta.
    – ¿No se vende? ¿Por qué? – le preguntó Irene con curiosidad.
    Entonces, dejando el plumero encima del mostrador, la dependienta le contó que no estaba en venta porque estaba incompleta.
    – ¿Incompleta? ¡Pero si está intacta, sin un rasguño!
    – Está incompleta porque le falta su otra mitad, su complemento, su compañero. Hace unos días lo encontramos en el suelo, roto en mil pedazos y entonces ella perdió la razón – le explicó, con cierto pesar, la dependienta.
    Irene estaba fascinada con la historia que acababa de escuchar pero dudaba entre salir disparada del bazar o quedarse un rato más. Inexplicablemente, optó por la segunda opción y se quedó mientras la dependienta continuaba con su monótona tarea ¡como si nada¡ Entonces, Irene, decidió coger entre sus manos la delicada figurita y en voz baja le dijo:
    – Así que sufrías de verdad, preciosa – y revolviendo en su bolso recordó, que tenía una miniatura de un Iron Man que, días antes, le había tocado a su sobrino en un pequeño huevo de chocolate. – Aquí te lo dejo, preciosa. No te sentirás sola jamás. Él te protegerá, es su profesión –y, en ese preciso momento, sonó el despertador.


    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé si es sueño o vivencia
      Lo que en tu relato cuentas
      Mas, demuestra inteligencia
      Y el sentir que en mi despiertas
      Merece una reverencia

      Eliminar
  23. Siguen bebiendo, ajenos al dolor de los demás. Zweig. No es dos, es rama. Dos eran los gatos de la foto que llevé. Los dos estáis muertos. Nos llevábamos mal porque solo puedo amar a uno y la quería a ella. Después, a ti. Ya no estás. ¿Quién me va a despertar de noche?
    Siguen bebiendo. Hoy es martes, hay mercado en el pueblo. La gente hablará, comprará, se irá al bar, beberá. Un vacío enorme ronda sobre sus cabezas pero ellos no lo saben. Llega a aquí, a mi corazón, a diecinueve años de recuerdos. Mis compañeros me hacen reír, los quiero aunque ellos ya lo saben. Ahora quiero llorar. Tristeza, emoción que todo el mundo quiere ocultar. No es mala, es solo una emoción más.
    Bisbi, mi Ramses, te quiero.

    ResponderEliminar